Usar responsablemente las redes sociales

El internet y las redes sociales nos han dado a los individuos el poder de difundir el pensamiento amplia y velozmente. Pero también han servido para divulgar noticias falsas, mensajes incendiarios e insultos sistemáticos que denigran personas o grupos enteros. Hay alarma: en las redes sociales hay abusos de la libertad de expresión que llevan al odio, la discriminación y la desinformación y pueden conducir a la agresión física.
 
Inquietudes sobre las redes sociales y la vida democrática no son nuevas.  
 
Los efectos para la vida humana de la desinformación sobre las vacunas contra la COVID-19, las consecuencias para la salud mental de la exposición prolongada a una pantalla y una realidad virtual, la calidad de los controles al matoneo o “bullying” y a los discursos de odio y a la estigmatización en las distintas formas en que nos expresamos sus casi tres mil millones de usuarios (la tercera parte de la humanidad), la defensa de la democracia y los llamados a la violencia son inquietudes sobre las redes sociales que deben ser atendidas. En la India, con más de 400 millones de usuarios, es un desafío para Facebook controlar los mensajes en 22 lenguas oficiales y más de 100 de lenguas y dialectos no oficiales. En Estados Unidos, ninguna red social se salvó de ser noticia en la víspera de la campaña presidencial. En julio, la Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud invitaron a los Estados, a la industria y, en general, a toda la sociedad civil, a detener la difusión de información falsa acerca de los biológicos contra el coronavirus, a convertirnos en héroes verificadores de datos y reportar la “desinformación en Facebook”. En Argentina y en España se discute sobre la propiedad de los contenidos publicados en Google y redes y si éstas deberían pagarles a medios. La controversia mundial es alimentada por la publicación de “Manipulados. La batalla de Facebook por la dominación mundial” (“An Ugly Truth: Inside Facebook’s Battle for Domination”) de las reporteras del New York Times Sheera Frankel y Cecilia Kang, convencidas de los peligros del uso indebido de las redes sociales.
 
Mediante redes, el debate de ideas y la contradicción de argumentos son amenazados por el ataque a la persona o al grupo e invitaciones expresas o solapadas a la violencia. Y en Colombia, tristemente, hay ejemplos. Hace tres semanas, el Secretario de la No Violencia de Medellín, aludiendo a los asesinatos de cuatro muchachos en San Rafael, Antioquia, señaló en Twitter al “uribismo” de llevar “hacia una nueva espiral de violencia en todo el país”. Y a comienzos de año y armados, líderes de la Segunda Marquetalia de FARC propusieron una coalición para derrotar al uribismo, también en Twitter, que suspendió las cuentas de Iván Márquez, Jesús Santrich y Segunda Marquetalia por solicitud de la Policía Nacional.
 
¿Qué hacer ante este desafío sin socavar la libertad de manifestar con independencia el pensamiento, pilar de la democracia y condición para reclamar por la vida y las libertades? Los derechos humanos, las experiencias de otros países y la reflexión académica indican soluciones que favoreciendo el cambio tecnológico impidan la censura, protejan la propiedad, la honra, la reputación, la dignidad y el buen nombre de las personas, la presunción de inocencia y el acceso a información veraz e imparcial y los derechos de los niños -que prevalecen- y otros grupos especialmente vulnerables y no impidan la aplicación de la legislación penal, que castiga la injuria, la calumnia, el hostigamiento y la incitación al odio.
 
Al utilizar las redes sociales, los ciudadanos estamos obligados a no abusar de nuestros derechos -ni de la libertad de expresión, ni de la posición dominante- y no amenazar la seguridad, el orden y la salud públicos, requisitos para gozar efectivamente de los derechos humanos. Nuestra relación con las redes sociales, una relación que involucra a la institucionalidad pública, las empresas, las familias, las escuelas, los individuos, debería servir al pluralismo, la tolerancia y la convivencia pacífica, y evitar y sancionar las restricciones a y los abusos de la libertad de expresión. Esta apuesta nos concierne a todos como ciudadanos. Protejamos y fortalezcamos la democracia expresándonos libremente, pero con moderación, y usando responsablemente las redes sociales para volver a un debate político con cordura y civilidad.
 
Encima. Colombia es protagonista de la política multilateral sobre cambio climático, como lo confirma nuestra participación en la cumbre de Glasgow, que terminó recién. Pese a que el país contribuye con menos del 1% de los gases de efecto invernadero que hay en la atmósfera, su riqueza natural y el trabajo del Gobierno por el desarrollo sostenible y la transición prudente de la matriz energética merecieron el reconocimiento en la ciudad escocesa. ¡Felicitaciones al equipo liderado por el Presidente Iván Duque!

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