¡Palmas, palmas! Es lo que recibe Ronaldinho a donde quiera que va. Su aurora es inmortal, como la de los grandes jugadores de la historia (Pelé, Maradona, Cruyff, etc.…). Más que trofeos, el premio para Dinho serán los aplausos, esos que le han brindado templos como el Camp Nou, Maracaná, Morumbí, Mineirao, el estadio de Tokio, o Saint-Denis, donde conquistó la Champions League. Incluso un escenario hostil para él, como lo fue el Santiago Bernabéu, se rindió a sus pies y lo estremeció con una ovación inolvidable.
Fue el 11 de noviembre de 2005, donde dos goles extraordinarios impulsaban al hincha Merengue, a ponerse de pie para aplaudir a Ronaldinho. Ante la mirada incrédula de algunos, y el señorío demostrado por otros, la reverencia al fútbol del brasileño quedaba para la eternidad. Para muchos, él fue el que inició este majestuoso Barcelona, que en la ciudad luz, brilló en su máximo esplendor en 2006, antes de la era Messi (El argentino ya estaba pero no era titular).
Pero sus excesos, una vida adornada por la noche y el desorden, lo sumergieron en un declive. Guardiola no lo quiso más, ese mismo al que tal vez deba enfrentar en diciembre, le apagaba la ilusión de continuar en el equipo culé, pero no borró su sonrisa. Aun cuando su paso por Italia a las órdenes de Milan no fue positivo, su nombre seguía en la cúspide del fútbol mundial. Envuelto en escándalos de indisciplina, Ronaldinho retornaba a su país.
Flamengo apostó por él. El Mengao, club con más cantidad de hinchas en el planeta, se anotaba otra candelaria a su historia: contar con Ronaldinho Gaucho. Atrapado todavía en las mieles de la noche, Rio de Janeiro no dejó de susurrar las andanzas del crack en las playas de Ipanema y Copacabana. Su grandeza hizo desfilar a varios entrenadores, que no aguantaban su forma de ser, pero que eran rápidamente despedidos por la preferencia que la presidenta del ‘Fla’, Patricia Amorim, mantenía para con la estrella.
Sin embargo, los hinchas no pudieron más. Motivados por el bajo nivel del equipo en la cancha (eliminado en primera ronda de la Copa Libertadores 2012), la torcida diseñó una estrategia para exhibir la alocada vida que tenía Ronaldinho. El Vox Populi en las calles de Rio, rápidamente consiguieron la partida del jugador, quien llegaría a una ciudad mucho más tranquila: Belo Horizonte.
Lejos de las playas cariocas, la capital del estado de Mina Gerais es conocida como la ciudad industrial de Brasil. Ronaldinho firmó con Atlético Mineiro y su compromiso no era solamente con el equipo Galo, sino también con el mismo. Su meta fue regresar a la selección brasileña, con la que supo conquistar el mundial 2002, velozmente pudo conseguirlo. El nivel volvió a ser parecido al que le dio la posibilidad de ser considerado dos veces el mejor jugador del mundo, y así Mineiro se permitió soñar.
Pese al revés de no haber conseguido integrar la lista de Brasil para la Copa Confederaciones, Dinho siguió concentrado. La obsesión era obtener su primera Copa Libertadores, la misma que tuvo al Galo al filo de la cornisa en numerosas ocasiones. Con el agua al cuello, varias veces Ronaldinho y los demás jugadores salieron a flote, consiguiendo así levantar el trofeo que no poseían en sus vitrinas, de la mano de Ronaldinho, que le cumplió la promesa inicial a sus hinchas.
Así entró al Olimpo, reservado para pocos. Ronaldinho pasea por el edén del fútbol mundial, exhibiendo su sonrisa, la que le da alegría al deporte. El jugador es el cuarto hombre que logra ganar la Copa Libertadores, la Champions y el Mundial, tras sus paisanos Cafú, Roque Junior y Dida, y el único que además de todo lo anterior, también ha conseguido el Balón de Oro.
Los sueños aun no culminan para Dinho, mientras espera ser citado para la Copa Mundial a celebrarse en su país, el crack seguirá por las canchas de fútbol, destilando magia, exhibiendo fantasías, alegrando a muchos, pero ante todo a él, convirtiendo su leyenda, en algo mítico, ¡Inmortal!
Ronaldinho es la gran leyenda
Vie, 26/07/2013 - 13:47
¡Palmas, palmas! Es lo que recibe Ronaldinho a donde quiera que va. Su aurora es inmortal, como la de los grandes jugadores de la historia (Pelé, Maradona, Cruyff, etc.…). Más que trofeos, el pre