Las palabras afiladas del candidato republicano Donald Trump parecen ser su principal arma de cara al último debate presidencial que tendrá lugar este miércoles. A una larga lista de declaraciones polémicas se suma ahora la insinuación de que su rival, Hillary Clinton, usa drogas.
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“Somos como atletas y a los atletas les hacen someterse a un control antidrogas. Yo creo que deberían hacernos un control antidrogas antes del debate, porque no sé lo que le pasa”, dijo durante un pequeño discurso en Portsmouth, Nuevo Hampshire.
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Trump ha estado visiblemente molesto por el eco que han producido declaraciones suyas en el pasado que muchos han catalogado como sexistas y machistas, y el protagonismo en los medios de comunicación que han tenido varias mujeres que levantan su voz para evitar que él llegue a la presidencia. Esto lo hacen pensar que las elecciones están amañadas en su contra.
Las acusaciones realizadas por el magnate se refieren a la actitud mostrada por Clinton durante el debate del pasado 9 de octubre, en donde “al iniciar tenía muchísima energía”, pero al terminar se le vio agotada, “estaba deseando que la bajaran del escenario. Apenas podía llegar a su automóvil”.
Esta no es la primera vez que Trump ataca a su rival haciendo uso de su salud. En meses pasados quiso aprovechar el hecho de que Clinton padecía en esos momentos neumonía. Por eso es que ahora difunde el rumor del uso de algún tipo de sustancia para que pueda rendir en cada debate y aparición en público: “Creo que están tratando de activarla, ¿entienden lo que quiero decir?”.
También acusó a la exsecretaria de estado de “envenenar mentes” al impulsar una serie de “mentiras” respecto a mujeres que lo acusan ante los medios de comunicación de acoso sexual.
La agudas declaraciones del magnate provocan posturas divididas. Muchos aseguran que es ofensivo e indignante lo que hace, mientras que sus partidarios lo defienden a capa y espada.
Por su parte, expertos en inteligencia emocional lo catalogan como ‘genio’ en esta materia. Aseguran que es esencial conectar con las emociones del otro, cosa que el candidato hace de maravilla. Eso explicaría la gran cantidad de personas dispuestas a votar por él en noviembre, a pesar de que la mayoría fuera de Estados Unidos no entienda su impulso político.
