El sueño mañanero de domingo, que acostumbra prolongarse hasta tarde con la tranquilidad propia de un festivo, se volvió pesadilla para Ana María*, su esposo y sus tres hijos.
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Un brusco y seco golpe despertó a la familia minutos antes de las 6 de la mañana, cuando apenas el sol tempranero asomaba media cara a los barriales de San Antonio de Táchira, en la frontera entre Colombia y Venezuela.
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“¡Salgan!”, gritaron al fin desde la calle. Volvieron a golpear con rabia la puerta. El marido de Ana María, en calzoncillos y despeinado, identificó a través de su ventana que era un abultado grupo de guardias bolivarianos.
Les pidió unos segundos mientras se ponía un pantalón, al menos. Los oficiles impidieron que cumpliera su deseo de aparecer pudoroso y presentable ante el requerimiento armado, y sin mediar más tiempo irrumpieron en la casa.
Así, semidesnudo el esposo y empijamada la mujer y sus hijos, los oficiales revisaron minuciosamente la casa como en un operativo antiterrorista. Les pidieron identificaciones a los adultos, y sonrieron con malicia cuando Ana María les mostró su cédula colombiana.
“Entraron como 8 o 9 guardias a mi casa. Revisaron todo y me pidieron papeles. Cuando vieron que era colombiana, me hicieron salir de la casa. Mi esposo les preguntó que porqué me sacaban así, y le dijeron que solo iban a chequear mis papeles, y que al rato me dejarían libre”, relató Ana María a KienyKe.com desde la frontera.
La llevaron a una cancha deportiva donde se encontró con más colombianos. Algunos relataban que habían sido sacados de su casa a la fuerza y tratados con crueldad.
“A algunas personas les decían: ‘colombianos hijueputas’ e incluso los escupían. A mí no me agredieron, pero me tuvieron en la cancha desde las 6 de la mañana hasta las 3 de la tarde, sin nada de comer o beber. Me llevaron a mi hijo, porque debía amamantarlo, y les dije que me dejaran ir a la casa por el tetero, y un guardia me grito: ‘Cállese, que ese no es mi problema’. También les pedí algo de comer o agua, y me la negaron”, denunció Ana María.
Ana María estuvo todo el día, bajo el sol y en una cancha deportiva sin alimentos, al menos durante nueve horas. Estuvo cargando a su bebé de 11 meses de edad. Sus otros dos hijos, de 2 y 10 años, permanecieron a las afueras del polideportivo con su papá, esperando conocer la suerte de su madre.
“Luego me mandaron para el comando de San Antonio y allí dijeron: ‘Las mujeres con bebés en brazo súbanse a este carro’. Me puse a llorar y les dije que para dónde me llevaban, pero no respondieron y me forzaron a subirme”, relató. Eran las 3 de la tarde, y la conducían a la frontera.
En el puente sobre el Río Táchira, que divide a Colombia con Venezuela, hicieron bajar a Ana María con su bebé. La Guardia Bolivariana la entregó a un puesto de control fronterizo de Migración Colombia, y oficializó su deportación.
Las autoridades colombianas le dieron comida y bebida, a ella y a su bebé. Lamentaron su situación y le propusieron darle alojamiento en un improvisado campo humanitario. Ana María informó que tenía una tía en Cúcuta; le ayudaron a contactarla y le dieron 5 mil pesos para el taxi.
"Me sacaron a las patadas"
Ana María llevaba viviendo nueve años en Venezuela. Primero residió en Barinas, y luego se trasladaron a San Antonio.
Su hijo mayor nació en Colombia y, pese a que su padre es venezolano, no cuenta con la doble nacionalidad. El bebé, con el que fue deportada sí es nacido en Venezuela, y pese a ello las autoridades bolivarianas decidieron expulsarlo.
“Iban casa por casa revisando quién era colombiano y quién no. A todos los colombianos los sacaban a la fuerza”, relata sobre la batida vivida en San Antonio ayer domingo, en la que Ana María fue expulsada del país.
Sin embargo Ana María reconoce que su estado de permanencia era irregular. “Cuando viví en Barinas me aceptaron como papel de residencia una carta del consejo comunal. Acá no les valió. Y lo único que yo reclamo es la forma como nos sacaron, como si fuéramos delincuentes. Me sacaron a las patadas de Venezuela y me separaron de mis hijos. No me dieron tiempo ni de sacar mi ropa. Me vine a depender de la ayuda de mi tía”, añadió.
“Marcan las casas como en la Alemania Nazi”
Habitantes de San Antonio denunciaron a KienyKe.com que la Guardia de Venezuela estaba marcando las casas donde había colombianos, haciendo recordar una práctica similar usada durante la Alemania Nazi para identificar las casas de los judíos.
De acuerdo con los habitantes en la ciudad, la Guardia marca con una “R” las casas donde encontraron colombianos o hay sospecha de que residan algunos, y que luego han sido o deben ser deportados.
Otras casas son marcadas con una “D”, que luego son demolidas. La casa de Ana María fue marcada con una “R”.
A la izquierda la fotografía de una casa en Venezuela marcada con una "R" (Revisado con presencia de colombianos deportados). A la derecha una imagen de archivo, de la Alemania Nazi, cuando marcaban las casas y establecimientos de judíos.
“Me da miedo lo que pase con mis dos hijos. No sé si los van a deportar o si se los llevarán a una fundación, como ha pasado con otros hijos”, denunció la colombiana deportada.
Entre tanto en las últimas horas la Defensoría del Pueblo gestionó albergue temporal para 180 ciudadanos que cruzaron por una trocha aledaña al puente internacional Simón Bolívar, y que al no tener refugio solicitaron la intervención humanitaria.
La Defensoría recibió el domingo 22 declaraciones formales de colombianos que denunciaron malos tratos, atropellos y amenazas de la Guardia Venezolana. Un equipo del organismo defensor colombiano ya se encuentra en la zona fronteriza para fortalecer las tareas humanitarias y analizar las quejas presentadas.
Este hecho "ha fracturado decenas de hogares y creado incertidumbre de los niños y adolescentes que permanecen en territorio venezolano y ha generado serios perjuicios para la manutención de las familias y para el comercio binacional", señala la Defensoría.
*Nombre cambiado para proteger la identidad de la fuente.
“Me sacaron a las patadas de Venezuela y me separaron de mis hijos”
Lun, 24/08/2015 - 05:17
El sueño mañanero de domingo, que acostumbra prolongarse hasta tarde con la tranquilidad propia de un festivo, se volvió pesadilla para Ana María*, su esposo y sus tres hijos.