Solo ella y José Celestino Mutis han recibido la Colegiatura de Honor

Lun, 04/11/2013 - 09:55
Viviana Manrique es sencilla y brillante. Fue la nerd del colegio, la genio de la universidad y la mujer clave dentro del Ministerio del Interior, hasta hace tres años.

Pocas personas hacen en nue
Viviana Manrique es sencilla y brillante. Fue la nerd del colegio, la genio de la universidad y la mujer clave dentro del Ministerio del Interior, hasta hace tres años. Pocas personas hacen en nueve años tres carreras profesionales y un postgrado. En sus planes no estaba trabajar para el gobierno. “Hoy no me lo creo. Siento que me ha ido mejor de lo que yo pensé”. Manrique es de Bogotá, de padres rolos, abuelos paternos boyacenses, abuelo materno paisa y abuela materna santandereana. Estudió en un colegio de monjas en Bogotá, en el que le contuvieron su hiperactividad con actividades extracurriculares. “De niña me regañaban por hiperactiva. A mi mamá la citaban al colegio a cada rato por ese problema”. A los cinco años le hicieron un examen para adelantarla de curso, y entonces fue promovida a primero de primaria con sobresalientes avances en lectura y escritura. Para prevenir que pudiera continuar causando problemas por su hiperactividad, invitan a Viviana a participar en un curso de música en el conservatorio escolar. Fue su primera actividad extracurricular y su más apasionado hobby hasta ahora. A las clases de música iba de cuatro de la tarde a ocho de la noche. Descubrió que la guitarra era su instrumento. “Yo solo quería tocar guitarra barroca, y yo misma me buscaba las obras para interpretarlas. Requieren mucho trabajo pero me transportaban a un espacio clásico, de sabiduría y tranquilidad. Era ese espacio aparte donde podía botar esa energía acumulada”, señala. Más tarde también encontró en la natación otro plan alternativo para apaciguar la llamarada de su cotidiana hiperactividad. “Me gustó el deporte toda la vida. Me gustaba la natación, el buceo. El agua es para mí como un segundo hogar. De niña iba a la liga de natación, y después tuve profesor particular. Actualmente nado por mi cuenta, pero me ha tocado disminuir el ritmo de tres veces por semana a una sola, por artrosis en la columna”. Viviana creció en un matriarcado; tres hermanas y una mamá en la casa, pues su padre prácticamente vivía en la Costa Caribe atendiendo su trabajo en la construcción de carreteras. A diario hablaban con él. Su padre sabía cada paso que daban, cada decisión que tomaban y en todo recital en el que Viviana expusiera su destreza con la guitarra, él llegaba y la acompañaba. Su padre falleció cuando ella tenía 15 años, tan pronto terminaba el colegio y estaba a punto de ingresar a la universidad. Para ella, sus hermanas y su madre, la vida cambió radicalmente. Su madre era docente y el dinero ya no alcanzaba para pagarle a las tres la universidad. Sin embargo Viviana se arriesgó y buscó trabajo en la Universidad del Rosario para entrar a estudiar filosofía. Comenzó a estudiar en 1996. El segundo año de estudios debió costearlo por medio de un crédito con el Icetex. Inscribió una segunda carrera cuando comenzaba el tercer año: derecho. Llegaba a la universidad antes de las siete de la mañana y salía tarde en la noche. Muchas veces ni siquiera era que tuviera clases continuas todo el día, pero se quedaba adelantando trabajos, en la biblioteca o haciendo cursos extra como latín y griego. “Cuando terminé filosofía, iba en tercera año de derecho, y empiezo a estudiar relaciones internacionales. Por esa época se avanza al sistema de créditos y se me facilita meter más materias”. El sacrificio era de dedicación al estudio 24 horas, siete días. Incluso en los tiempos libres Viviana los pasaba en la biblioteca haciéndose amiga de la coordinadora del archivo histórico para conseguir exclusivas autorizaciones que le dieran acceso a los incunables, las obras más antiguas que resguarda el Rosario, impresas en papel de arroz y que están escritos en latín o griego, que Viviana comprendía. El máximo honor rosarista Finalizó, con honores, sus tres carreras en el año 2005. La Universidad del Rosario destaca cada año a sus mejores estudiantes de todas las facultades pero en ese momento se presentaba un dilema. Viviana Manrique había sido la mejor de filosofía, derecho y relaciones internacionales. Nominarla por cada carrera no resultaba justo con sus logros. El rector Hans-Peter Knudsen Quevedo toma una decisión histórica. Le entregan la figura de Colegiatura de Honor, una distinción que sólo habían dado en el pasado a José Celestino Mutis. Hasta ahora, en 360 años de historia, la Universidad ha premiado a dos personas con este título. Fue el entonces presidente Álvaro Uribe Vélez quien la invistió con la medalla de honor. “La Colegiatura me abrió muchas puertas y fue la que hizo el link entre mi vida y la política”, reconoce Viviana. Justamente por esa época Fabio Valencia Cossio regresaba al país tras ser embajador en Italia y estaba conformando un equipo para la Alta Consejería Presidencial para la Productividad. Valencia, amigo del rector del Rosario, le pidió una recomendación de sus más destacados conocidos para un cargo de asesoría y la nombrada resultó ser Viviana Manrique, la más destacada alumna que la institución haya tenido en décadas. “Si no fuera por la colegiatura, no sé cómo habría llegado a algún puesto público. Mi familia no tiene conexiones políticas ni tengo palancas. Comienzo con ellos a los 24 años y recién tenía a mi primera hija”. Viviana Manrique, Kienyke El expresidente Álvaro Uribe entrega a Viviana Manrique la Colegiatura de Honor de la Universidad del Rosario. Ese galardón solo había sido en el pasado para José Celestino Mutis. El cambio de la academia al trabajo en la Presidencia de la República fue “brutal”. “Ahí conocí realmente cómo son las relaciones del poder, cómo se cocina todo. Comienza uno a decepcionarse pero también a ver satisfacciones. Y ver a diario al presidente lo marca a uno”. El cambio a un convulso mundo laboral para cualquier intelectual resulta un reto. “Iniciando, llegué a un momento en que parecía que yo no supiera nada. Con (Álvaro) Uribe, que era un presidente con gobierno práctico, me decían que diera un concepto sobre tal tema. Yo estaba acostumbrada a hacer ‘el documento’, con cifras, cruces de cifras, citas a teóricos… La primera vez que hice el informe me dijeron: esto no lo entiende nadie. Tuve que cambiar de chip, ya no había tiempo de reflexionar. El país va a mil, y el académico a dos. Se siente la presión de tiempo. El día no alcanzaba, ni la tarde ni la noche. Salía a la madrugada todos los días.  Tardé algunos meses en aterrizar”. El primer discurso que le tocó planear para el entonces alto consejero Fabio Valencia lo trabajó con varios días de anticipación. Lo escribió todo un fin de semana y le dedicó muchas horas para tratar de sorprender al jefe con una pieza extraordinaria. Lo terminó a tiempo y lo envió al político. “Yo lo acompañé al evento donde iba a dar el discurso, pero me di cuenta que él empezó a hablar de otras cosas. Al terminar le pregunté qué había pasado con mi discurso. Entonces me dijo que el texto que le había enviado le sirvió para ilustrarse de algunos datos, pero que en ese evento con tantos empresarios, gobernantes y personas del común, nadie lo iba a entender. Me puse a llorar, pero con cabeza fría empecé a entender cómo funcionaban las cosas”. Tres años después Álvaro Uribe nombró a Fabio Valencia Cossio como ministro del Interior y de Justicia. Viviana Manrique asciende a jefe de gabinete y queda embarazada. “Ya tenía siete meses, y el empalme me cogió en el noveno mes, así que debo ir a licencia de maternidad. El ministro se desesperó y no esperó a finalizar los 84 días de licencia, sino que el día 41 me pidió que trabajara en el plan estratégico del ministerio y la reestructuración. Como yo también estaba aburrida de estar quieta, desde mi casa lo hago y justo el día que me reintegro al ministerio hago la presentación del proyecto”. En 2009 fue nombrada viceministra del Interior, y su carrera sigue en un vertiginoso crecimiento del que se siente atrapada. “Se suponía que entraba como viceministra haciendo un reemplazo. La persona que sale es cuota de Germán Vargas Lleras y se esperaba que él negociara luego el puesto. Pero finalmente Vargas no responde a esa cuota y el presidente deja en libertad al ministro Valencia para nombrar a cualquier persona. Me elige a mí. El hecho resultó criticado al comienzo porque yo no estaba en ningún partido. Para los políticos tradicionales levantó tormenta”. La experiencia como segunda al mando de la cartera política le fascinó. Siempre había sido la asistente, o la que estaba detrás del telón. Pero ahora ella adquiría responsabilidades que la sorprendieron. Conoció poblaciones vulnerables, dialogó con las provincias, rearmó los lazos entre el gobierno de entonces con grupos vulnerables, que se habían roto. Y tuvo que enfrentarse al Congreso de la República para hacer lobby a favor del gobierno en casi 300 proyectos de ley. “Lo que más duro me dio fue la primera plenaria. Yo fui como ministra encargada y entré al recinto con esta ‘jauría’ para presentar informe sobre tema indígena. El ambiente es difícil, las cámaras de televisión, las preguntas. Empecé a hablar y me temblaba la voz al leer el informe, pero al rato comencé a calmarme y al otro día me metía en cualquier comisión y plenaria. Al tiempo yo era como pez en el agua”. El 8 de agosto de 2010, con el cambio de Gobierno, Viviana Manrique dejó atrás sus jornadas extensas y prácticamente su vida política. ¿Cómo fue ese 8 de agosto de 2010, el cambio abrupto de ritmo? Yo dije: no quiero perder el ritmo que llevo y volví ese mismo lunes 9 de agosto a la Universidad del Rosario para fundar el Observatorio de Drogas Ilícitas y Armas. Me daba miedo sentirme desocupada. ¿Su vida laboral, mientras estuvo en el ministerio, no le afectó la personal? Sí. Yo ya pagué la cuenta. Cuando salgo del gobierno en 2010 ya no tengo casa. Mi matrimonio estaba acabado. Duramos 13 años casados, pero yo duré cinco años en el gobierno trabajando 20 horas diarias y  fines de semana. Mis hijos no me conocían. Desde el 8 de agosto de 2010 hasta diciembre, yo recupero mis hijos, pero a mi esposo no. Viviana Manrique, Kienyke Manrique Zuluaga ha desempeñado su carrera profesional en la Presidencia de la República, como consultora independiente y como directora del Observatorio de Drogas Ilícitas y Armas de la Universidad del Rosario.  ¿Se arrepiente de algo? En ese entonces no había tiempo de pensar. Hay un poco de cosas que yo ahora digo que no volvería a hacer; pero en ese momento no hay tiempo para pensar. Ahora que ha reflexionado, ¿qué no volvería a hacer? Dedicarle poco tiempo a mis hijos. Hay espacios que debí darme; por ejemplo, ir al colegio a las entregas de boletines. Mientras eso pasaba con mis niños, estaba en el Congreso, en consejo de ministros, en la oficina… Y si hubiera seguido en el gobierno, ¿qué cree que habría pasado? Hubiera perdido todo. Fue gracia divina ese corte obligado de gobierno. Uno se siente absolutamente raro porque antes tenía dos teléfonos y recibía 300 llamadas al día. Pero empecé a darme espacios que hacían falta. Al observatorio llegó con el más acelerado de los ritmos de trabajo. Seguía yendo a nadar y retomó sus clases de música. A finales de 2012 recibió una llamada de Fabio Valencia Cossio. Le dijo que le guardara un secreto: el expresidente Uribe estaba pensando regresar a la política y quisiera que ella lo acompañara. A finales de enero de este año la llamada fue directamente del exmandatario. Le propuso acompañarlo en la lista al senado que estaba hasta ahora esbozando. Milésimas de segundos después dijo: claro que sí. La llamada fue como un salvavidas. Le hacía falta la chispa de la política. No dudó ni un instante en regresar, ahora como candidata al congreso. ¿Por qué quedó ubicada en el puesto 35? El expresidente quería ubicar a líderes de todos los departamento, y de Bogotá habíamos muchos. Él duró mucho tiempo pensando los puestos de su lista porque quería tener un equilibrio y priorizar a las regiones. Me ubicó en el puesto 35 de la lista de cien, y me parece una buena ubicación, con muchas probabilidades de llegar. ¿En el espectro político se ubica en el extremo de la derecha, o más hacia el centro? Soy de una derecha moderada. Por ejemplo en política de drogas abogo por considerar al consumidor como enfermo, aunque sí estoy de acuerdo con la criminalización de la producción y comercialización. Algunos piden criminalización al 200%. Frente al tema étnico he defendido el tema de la Consulta Previa, mientras que los de extrema dicen que hay que acabar con eso y olvidarse que hay diversidad. ¿Qué piensa del proceso de paz? Soy una mujer de principios y radical en ciertas cosas. Si hay hostilidades, pues no estoy de acuerdo con eso. Cuando vamos a las regiones, en talleres del Centro Democrático, me pregunta la agente que si las Farc les bloquearon las carretas, los extorsionan y atacan, ¿por qué sigue sentado el gobierno con ellos en esa mesa? Uno no puede negociar con personas que están acabando con la sociedad civil. ¿Cuáles serán sus principales proyectos de llegar al senado? Me gustaría una reforma a la justicia. Sin reforma a la justicia este país no tendrá ni paz, ni seguridad, ni vamos a poder tener una confianza en las instituciones. Es urgente esa reforma. ¿Cómo la reformaría? Sería bueno una descongestión judicial, un sistema reestructurado, una revisión del sistema penal acusatorio que no tiene nada de ágil y a todas luces no funciona. La posibilidad de que los jueces sí puedan impartir justicia pronta y eficientemente. Que no se abuse de la medida de aseguramiento. Esa concepción de quién es peligroso para la sociedad y quién no, es algo subjetivo. Hay que cambiar la cultura judicial. No todo es cárcel. ¿Cuál otro proyecto impulsaría? Pelearía por la reglamentación de la Consulta Previa. Lo pelearía al máximo. ¿Le gustaría quedarse como congresista? No sé. En política uno no puede predecir. Yo hace 8 años era una, entré al gobierno y ahora soy otra. De manera reposada sé que quiero seguir ayudando al país. } ¿Y si tiene éxito en el gobierno, pueda que en un futuro quisiera aspirar a la presidencia? Sí.
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