A mí no

Vie, 02/02/2018 - 12:09
Yo no fui acosada por ninguno de mis jefes. De pronto he empezado a sentirme como un bicho raro en este mundo de denuncias editoriales. Tal vez alguien sí, que no me gustaba, intentó seducirme. Segu
Yo no fui acosada por ninguno de mis jefes. De pronto he empezado a sentirme como un bicho raro en este mundo de denuncias editoriales. Tal vez alguien sí, que no me gustaba, intentó seducirme. Seguramente dije ‘no’ y el asunto no pasó a mayores. O no tanto como para recordar y menos denunciar. Nunca me he sentido vulnerada. Sé lo que es el machismo. He oído cómo algunos ‘caballeros’ se expresan de las mujeres, he sido testigo de  que a algunas les cuesta más empoderamiento en sus trabajos, he visto que ganan menos y hay chistes que rayan en la ofensa. Es un asunto cultural, viene heredado a través de generaciones y por eso nos ha costado tanto darnos cuenta de que a la liberación femenina que empezó con el derecho al voto,  la minifalda y la píldora anticonceptiva le estaba faltando un pedazo. El del respeto a un igual.  Ahora los hombres se quejan porque ya no saben cómo abordar a una mujer en la conquista. ¿Acaso nunca nadie les dijo que cabía la posibilidad de preguntar? ¿Será muy difícil darse cuenta cómo es la línea roja que separa la dulce seducción del acoso violento? Pero no es solo un asunto de hombres y mujeres, es un mal de la humanidad: podemos hablar también de racismo, homofobia, guerras santas, trata de blancas, en fin, qué pesar… La historia está construida de conquistas, torturas, quemas en la hogueras, abusos, acosos  se han hecho héroes quienes se han puesto en la tarea de defender vulnerados, arriesgándolo todo, incluso la vida.  Hoy pocos pierden la vida, lo que está en juego es la honra. Harvey Weinstein no está preso por haber acosado a más de 60 mujeres en la meca del cine, pero ningún hombre quiere estar en sus zapatos después de la racha de acusaciones de que fue objeto el año pasado. Y ni hablar de cuántas mujeres querrán tener una cita con él después de oír y leer a sus congéneres contar sus desagradables secretos de cama.  El efecto dominó en Colombia viene teñido de un tinte político que ha servido para restar importancia a las denuncias en estos tiempos electorales. Revelaciones así, que salen de las víceras impregnadas de temor y de vergüenza, deberían tener otro escenario más cálido que el circo romano en que se convierten a ratos las redes sociales.  Pero igual va haciendo su efecto. El del llamado al respeto. Y no solo es de los hombres hacia las mujeres, sino de todos los seres humanos sobre el planeta: pobres, ricos, negros, blancos, gays, judíos, musulmanes, católicos, en fin.... [polldaddy poll=9931562]    
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