Un viaje al corazón de La Guajira, el alma del Caribe colombiano
La Guajira, con su sol caribeño y paisajes deslumbrantes, es un destino que va más allá de la belleza natural. En sus dunas doradas y playas cristalinas, se encuentra la esencia del pueblo Wayuu, cuyas tradiciones y orgullo marcan cada rincón de esta región llena de magia y contrastes. Desde sus pintorescas rancherías hasta la vastedad de su desierto, este territorio invita a descubrir una cultura única que se encuentra en la punta más norte de toda Colombia.
Kienyke.com se aventuró en esta joya del Caribe, descubriendo sus historias, paisajes y todo lo que la hace tan especial. Desde el Santuario de Flora y Fauna hasta las majestuosas dunas que se mezclan con el mar, cada rincón de La Guajira es fascinante, acompañado de una gastronomía que deleita con los sabores más auténticos de la región.
Flamencos y tradición: la magia de Riohacha
Nuestro primer destino fue Camarones, un pequeño pueblo a las afueras de Riohacha. Allí, los habitantes nos recibieron con los típicos morrales Wayuu, un símbolo que marcó el inicio de nuestra inmersión en su historia y paisajes. Llegamos a la Laguna Navío Quebrado, hogar del Santuario de Flamencos. Este espacio natural se convierte en un espectáculo para los amantes de la fauna, donde los flamencos rosados, con sus colores majestuosos y elegancia, roban el protagonismo.
Según Juan Uriana, experto en aviturismo y nuestro guía durante la visita al Santuario, los machos son más grandes que las hembras, mientras que los flamencos jóvenes carecen aún de la pigmentación característica. Además, los manglares que rodean la laguna esconden un ecosistema lleno de ostras.
De vuelta a la ciudad, disfrutamos de un recorrido cultural que nos llevó por lugares como el parque Nicolás de Federman, el muelle y la iglesia de Nuestra Señora de los Remedios. También visitamos el museo Emma Obregón, creado por una médica que quiso preservar la historia y los personajes que marcaron la región. Un espacio resalta la riqueza cultural de Riohacha, que mezcla la influencia española con la esencia del pueblo Wayuu.
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Maicao: Refugio de paz, fe y biodiversidad
El viaje no terminó ahí. Al día siguiente, nos adentramos en la historia de los Montes de Oca, un paisaje que reafirma la riqueza de Colombia. Este lugar, ubicado estratégicamente en un corredor altitudinal entre los páramos de la Serranía del Perijá y las áreas de la media y alta Guajira, es una reserva natural.
Conocidos por su biodiversidad, los Montes de Oca nos regalaron una experiencia inolvidable. Trece cascadas de un azul - verdoso hipnotizante nacen dentro de esta reserva, alimentadas por el río Jordán. Declarado en 2007 como la primera área natural protegida por Corpoguajira, este paraíso cerca de la frontera con Venezuela es un destino ideal para quienes buscan explorar, caminar y conectar con la flora y fauna en un clima tropical.
Tras explorar este santuario natural, nuestro recorrido tomó un giro cultural y espiritual al visitar la mezquita "Omar Ibn Al Jattab", la tercera más grande de Sudamérica. Allí, un practicante nos guió a través de los pasillos de la fe islámica, explicando la importancia de este lugar no solo como centro religioso, sino también como punto de encuentro cultural.
La jornada terminó con un deleite gastronómico que nos transportó al Líbano. Entre hierbas frescas, especias cuidadosamente seleccionadas y sabores auténticos, probamos platos como la crema de kechek y la musaka libanesa.
¡Descubra la magia de La Guajira!
Punta Gallinas: Un viaje al corazón del desierto colombiano
En esta aventura, junto a Fontur y la agencia Kaishi Travel, tuvimos la oportunidad de explorar Punta Gallinas, el punto más septentrional de América del Sur, un destino tan remoto como fascinante.
Tras un viaje de dos horas en lancha desde Riohacha, llegamos a un escenario casi irreal: la costa desértica que se extiende hasta donde la vista alcanza, en contraste con el azul intenso del mar Caribe. Allí, el Hotel Luz Mila nos recibió en su acogedora ranchería, donde el cálido equipo local nos ofreció platos típicos wayuu, dándonos la bienvenida con la calidez que caracteriza a esta región.
Nuestro recorrido continuó con una visita al mirador de Casare, donde disfrutamos de una panorámica de la región. A pocos minutos, llegamos a las famosas Dunas de Taroa, enormes montículos de arena que parecían surgir del mismo océano. Subimos a la cima de una de ellas para admirar el paisaje y nos atrevimos a practicar sandboarding, deslizándonos por las dunas y sintiendo la adrenalina de este deporte extremo en medio de tan singular escenario.
La jornada culminó con una visita al Faro de Punta Gallinas, una estructura de 18 metros que se alza en el punto más extremo de Colombia. Desde su base, la vista era indescriptible: el sol comenzaba a desaparecer lentamente en el horizonte del Caribe, tiñendo el cielo de colores azulados.
Antes de llegar a Punta Gallinas, tuvimos la oportunidad de explorar el Cabo de La Vela, un lugar donde el desierto y el mar se encuentran en paisajes cautivadores. Desde el Pilón de Azúcar, las impresionantes vistas de la costa y las dunas nos revelaron la magia y las tradiciones que hacen única a La Guajira.
La Magia de los Wayuu: Un viaje al corazón de La Guajira
La cultura Wayuu se caracteriza por su fortaleza, creatividad, solidaridad, hospitalidad y un profundo respeto por la palabra. Los Wayuu mantienen celosamente sus tradiciones, su apego a la tierra, y una lengua propia. En sus rancherías, viven en un mundo que nos resulta ajeno, un mundo diferente al de los "arijunas", como llaman a los extranjeros (nosotros).
En nuestro viaje, llegamos a la Ranchería Cultural Ipotshiruu, donde tuvimos la oportunidad de adentrarnos en su cultura y aprender sobre el origen de sus raíces. Conocimos sus tradiciones, las plantas, las hierbas y los rituales que han sido la base de su salud durante generaciones.
También descubrimos el proceso detrás de la creación de los famosos morrales Wayuu. Dependiendo del diseño, un morral puede tardar entre 20 días y un mes y medio en ser creado, y el número de hilos utilizados marca la diferencia en la duración del proceso.
Sin embargo, lo que más nos sorprendió fue conocer la estructura social de las rancherías. En cada una, destaca la figura del "palabrero", un líder dentro de la comunidad cuya labor es mediar en los conflictos, garantizando que se respeten las tradiciones y que se mantenga la armonía entre las familias, un cargo que es crucial para la convivencia y el respeto mutuo entre los miembros de la comunidad.
Después de dos noches de inmersión en la cultura Wayuu, descansamos en el emblemático Hotel Waya Guajira, donde tuvimos la oportunidad de conocer sus tradiciones y participar en un ritual que honraba su legado y la protección de su cultura. De hecho, en medio de nuestro recorrido, también conocimos la ranchería de Utta, donde se disfrutó de una fascinante charla sobre los mitos y leyendas Wayúu que permitió adentrarnos en la cosmovisión de este pueblo ancestral colombiano.
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Las Minas de Sal de Manaure
El día final de nuestro recorrido en La Guajira nos llevó a descubrir una de las joyas más fascinantes de la región: Las Salinas de Manaure. Ubicadas en el municipio de Manaure, este histórico centro de producción es el reflejo de una tradición ancestral que ha sido transmitida de generación en generación por la comunidad Wayúu.
En el lugar conocimos la labor de los habitantes locales. La extracción de sal, más que una actividad económica, es una tradición que conecta a los Wayúu con la tierra. Con métodos artesanales, preservan esta práctica como un testimonio de su resistencia cultural y su fuerte vínculo con la naturaleza.
Mientras recorríamos las salinas bajo el sol, el contraste del blanco, el cielo azul y el suelo rojizo creaba un paisaje surreal. Más allá de su belleza, lo que más impactó fue la historia y el trabajo de su gente representada como un símbolo de la identidad y cultura Wayúu, viva en su día a día.
Para cerrar este viaje que nos reveló lo mejor del extremo norte de Colombia, conocido como la cabeza del país, nos dirigimos a las paradisíacas playas de Mayapo. Allí, disfrutamos de la tranquilidad del Hotel Aiwa, una ranchería de lujo que nos cautivó con su vista frente al mar.
Mientras que, la experiencia culinaria en La Guajira cerró con un auténtico festín para el paladar, guiado por un chef local. Entre los platos destacados estaban el risotto de langosta, arroz con camarones, pulpo escabechado deconstruido, pescado pargo y posta de picúa, todos resaltando los frescos sabores del Caribe. Para quienes prefieren carnes, se ofrecían lomo de res, lomo de cerdo y pechuga de pollo, acompañados de guarniciones que complementaban cada preparación.
Con esta experiencia gastronómica que deleitó nuestros sentidos, concluimos un viaje inolvidable por La Guajira, un destino que combina paisajes únicos, tradiciones ancestrales y sabores auténticos. Cada rincón visitado y cada historia compartida nos dejó un gran aprendizaje sobre la riqueza cultural y natural de esta tierra mágica. Sin duda, La Guajira no solo se vive, se siente en el alma.