
El futbolista, que minutos antes celebraba la consecución de lo impensable, toma un micrófono y mira a la cámara. De inmediato se forma un breve silencio, de esos que preceden a la emergencia de la historia. El futbolista se arrodilla y los demás le siguen, como si con ese gesto le otorgaran la dignidad necesaria para hablar por todos.
“Ciudadanos del norte, del sur, del este y el oeste: pedimos de rodillas que se perdonen los unos a los otros. Un gran país como el nuestro no puede rendirse al caos. Abandonen las armas y organicen unas elecciones libres”. [youtube width="540" height="360"]http://www.youtube.com/watch?v=Kb_sSVYQPXA[/youtube] Mientras Costa de Marfil celebraba su clasificación al Mundial, los jugadores, encabezados por Drogba, mandaron un mensaje a su país. El hombre que encabeza el grupo de genuflexos es Didier Drogba, capitán de la selección de fútbol de Costa de Marfil, que acaba de clasificarse por primera vez a una Copa Mundial de Fútbol. Lejos de su país, en Sudán, derrotaron 1-3 a la selección local y consiguieron la hazaña. En medio del festejo que desborda a su nación, Drogba toma unos minutos para hacerles una petición urgente. Costa de Marfil es el quincuagésimo segundo país más poblado del mundo, con veinte millones de personas. Está en África Occidental y durante siglos vivió de arrancarle los colmillos a los elefantes, de los que quedan apenas algunos centenares. Desde su independencia de Francia, en 1960, se ha debatido entre la paz y la muerte. En octubre de 2005, cuando Drogba y sus compañeros se arrodillaron ante todos, el país llevaba tres años en guerra civil. A la selección de fútbol de Costa de Marfil le apodan Los Elefantes. De hecho, el escudo de su camiseta tiene a uno de estos animales sosteniendo un balón con su trompa mientras barrita. El emblema heráldico del país también es un elefante, de perfil, más reposado y sereno. El elefante simboliza la potencia y la fuerza física y espiritual; son pacientes, memoriosos y sostienen al mundo sobre su lomo. En estado salvaje son pacíficos, por eso fueron tan fáciles de exterminar por los marfileños que comerciaban sus colmillos. Un elefante no sirve para la guerra. A Drogba, a él solo, también le dicen El Elefante. Tiene 27 años, mide un metro con ochenta y nueve centímetros y nació en Abiyán, la principal ciudad de su país. Desde 2004 es delantero del Chelsea de Londres, equipo que pagó 24 millones de libras esterlinas (más de 36 millones de dólares, o casi 66 mil millones de pesos colombianos) por su pase. El Elefante debutó con Los Elefantes el 9 de septiembre de 2002, y poco a poco, con paciencia y potencia, se convirtió en el principal referente del equipo. Quizá Drogba estaba pensando en elefantes mientras se arrodillaba ante su país. O tal vez solo creyó que era necesario, por instinto, como él mismo diría después. El ruego de la selección de fútbol de Costa de Marfil fue atendido por los habitantes del norte y del sur. Dos de ellos, los presidentes de ambas latitudes, lo vieron como una oportunidad para acabar el conflicto que los partía por la mitad. Habría, sin embargo, que esperar más de un año para su materialización.