La importación de hipopótamos que adelanto Pablo Escobar es fácilmente la historia excéntrica más famosa del Cartel de Medellín, no obstante, en este oscuro periodo de coyuntura nacional, hay otros relatos que desafían hasta las mentes más creativas, no solo por su macabra naturaleza, sino por los personajes que los protagonizan.
Carlos Lehder, uno de los principales miembros del Cartel de Medellín, el grupo de narcotraficantes que a finales de los 80 y principios de los 90 manejó la mayoría del tráfico de cocaína a nivel mundial, era un amante del rock, siendo varios de sus ídolos pertenecientes a la famosa invasión inglesa.
Dentro de las figuras que admiraba, y correspondiente a su errática personalidad, se encontraban interesantes combinaciones de ideologías, siendo una de las más notorias la fascinación hacia Adolf Hitler y el amor al pacifista John Lennon.
Debido a esta afición por el rock, el famoso narcotraficante decidió que su isla privada en las Bahamas debía estar equipada con un estudio profesional de música para que artistas de talla internacional tocaran para él.
Cayo Norman, que además de ser un punto de recarga para aviones que volaban desde Colombia hasta Estados Unidos con cocaína, servía como espacio recreacional para el narcotraficante y es la protagonista de esta curiosa historia.
En el año 1979, dentro de un restaurante de la ciudad de París, tres improbables personajes se encontraron. En medio de una cena, el guitarrista de los Rolling Stones, Ronnie Wood, se encontró con el Ledher, quien lo atrapó con su supuesta intimidante personalidad.
En medio de esta cena, el guitarrista británico le comentó al colombiano que, junto a su pareja, deseaban escapar del frío invierno europeo y vacacionar en una de las paradisiacas islas de la Bahamas.
Cabe resaltar que este lugar era frecuentado por grandes estrellas musicales, no solo por sus paradisiacos paisajes, sino también por ser un punto de paso de las rutas cocaleras, lo que hacía a la pequeña nación un lugar fácil para conseguir drogas.
Sin dudarlo dos veces, Carlos Lehder invitó a Wood y a su novia a su casa en la isla Cayo Norman; al poco tempo, en el mismo restaurante, llegó también abrazado del baterista de los Beatles, Ringo Starr, asegurando que también iría al paseo.
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En el avión privado del narcotraficante viajó Wood junto a su pareja, mientras que Ringo llegó horas después. Según cuenta el guitarrista en su biografía, la casa de Lehder estaba llena de lujos y contaba con un buen estudio musical, pues, según explica, al colombiano le gustaba que importantes músicos tocaran para él.
Lo que inició como una amable invitación, pronto se convirtió en una rutina, que duró alrededor de un mes, en dónde durante el día los artistas tocaban música para Lehder y en las noches, se drogaban con cocaína.
Durante este tiempo, el colombiano no dejó salir a los artistas de su isla, ni se hospedó junto a ellos, pues su habitación quedaba ubicada al otro lado de la isla. Allá dormía después de drogarse.
Esta rutina se repitió todos los días, adentrándose a las primeras semanas de 1980, cuando al capo del narcotráfico lo solicitaron devuelta a Colombia, por parte del Cartel de Medellín, para adelantar una reunión.
Esta historia, que quedó para siempre escrita en la posteridad colombiana, seguirá siendo un misterio, una realidad y un ejemplo de extraña línea narrativa que se maneja en el territorio nacional.
