¡Feliz cumpleaños, Andrea!

Mar, 18/12/2012 - 13:35
Escrito por Emilio Aparicio Rodríguez
 

Aún era temprano pero el afán y las ansias se apoderaban de mí. La ciudad parecía desocupada y el Tr
Escrito por Emilio Aparicio Rodríguez
  Aún era temprano pero el afán y las ansias se apoderaban de mí. La ciudad parecía desocupada y el Transmilenio daba testimonio de que cada vez más la gente sale de la ciudad por vacaciones, viajes y todas estas fiestas de fin de año. Unos anhelando que llegue el momento de abrir los regalos de navidad frente a un hermoso árbol cubierto de luces con formas y colores, los más supersticiosos preparados para el fin del mundo y otros esperando a que empiece el años 2013.
Los semáforos me ponían más ansioso. Poco a poco veía la realidad del día. Veía hombres tirados en la calle que se asolean como leones marinos en los separadores de la Avenida Caracas, desde la Calla 59 hasta la 13. Seres que parecen estar pegados al pavimento sin saber si van a despertar algún día mientras el sol picante calienta sus cuerpos débiles y solitarios. Yo mientras tanto pensaba si la iba a encontrar, pues no la veía hace tiempo y hace más de 3 meses le había prometido esa maleta que tanto anhelaba tener para cambiarla por la vieja que ya no le servía.
Iba dispuesto a encontrarla debajo de las piedras, por todas las cuadras del centro y a como dé lugar, pero al llegar a San Victorino vi que sería casi imposible, pues miles de vendedores ambulantes ya se apoderaron de las calles para vender juguetes, artículos para el hogar, ropa y cualquier cantidad de chucherías. El tráfico era insoportable y mi maleta golpeaba a todos los transeúntes que me pasaban al lado. Conseguí lo que buscaba en unos pocos pesos y salí a buscarla. Mis ojos la trataban de encontrarla entre la gente, pero era como tener un lente en automático cuando trata de enfocar una pared blanca; era más difícil que encontrar una aguja en un pajar. El lugar en donde siempre la veo y ella siempre se hace estaba vacío y aunque el sol pegaba más duro que nunca, podía ver cómo el polvo se levantaba de la acera y volaba rápidamente. Perdía ánimos… El corazón latía acelerado y estaba lleno de incertidumbres y preguntas sobre el paradero de Andrea Chaparro. Decidí buscarla para no perder tiempo y como un volador ya estaba en el Eje Ambiental mirando cuidadosamente a mi alrededor. Pude enfocar a distancia y casi reconocer a la mujer que buscaba y esperaba abrazar este día para celebrar su cumpleaños como alguna vez lo hice con Mariposa… Era ella, y fue fácil saberlo por la posición en que siempre se encuentra, tan delgada y contraída contra la pared, además de que Lulu (su perra) la estaba acompañando como siempre. ¡Estaba feliz! Tanto así que subí dos cuadras, compré las donuts de la vez pasada y baje tan rápido como pude para evitar que desapareciera como por arte de magia. Me acerqué cuidadosamente y le dije: “Feliz Cumpleaños, Andrea”, su emoción al verme fui infinita; mayor que la de los miles y millones de hinchas de Millonarios que celebraron el día anterior su victoria. La gente del lugar lo notó, y ella sin pensarlo se levantó y me abrazó fuertemente… Yo sentí que le temblaba la voz. Pude contener la felicidad y la voz no me tembló para nada, mientras le decía a ella que quería celebrarle su cumpleaños levanté la voz para llamar la atención de todos los presentes alrededor; desconocidos, conocidos, transeúntes, vendedores. Y les pedí el favor de que me ayudaran y acompañaran cantarle el “Happy Birthday” a Andrea. Tratando de animar a la gente no recibí respuesta alguna en aquel momento; pues todos me miraban como el bicho raro y estaban un poco desubicados con lo que yo estaba haciendo. Perdí el cuidado y continué hablando con ella mientras le ponía el gorro amarillo que tanto me gusta, un collar de flores, le entregue una foto que le debía y saqué el mismo ponqué y la misma velita. Pero sin pensarlo la gente empezó hablar y dijeron que me acompañarían a cantar, que estaban dispuestos a hacerlo y poco a poco armaron una media luna a nuestro alrededor y esperaron 20 segundos a que prendiera la vela… En aquel momento sí estaba temblando, y estaba más feliz que cualquiera. Cuando las chispas salieron pude sacar todo lo que tenía adentro y acompañado de muchos empecé a cantar: “Happy birthday to you! Happy birthday to you! Happy birthday Andrea… Happy birthday to you. Que los cumpla feliz! Que los vuelva a cumplir! Que los siga cumpliendo… Hasta el año 100.000!” Los confetis de colores llovieron por el aire y la gente aplaudió felizmente; se acercaban, felicitaban a la homenajeada y le daban una que otra moneda (algo que nunca fue pensado ni contemplado). Mientras tanto los ojos de aquella mujer a quien conozco hace ya varios años se inundaron de lágrimas y brillaron más que el sol. No podía creer lo que estaba pasando a su alrededor; apenas tragaba saliva y reía con emoción; una emoción que supera la mía en un millón de veces. Ya en silencio le di su maleta y le propuse algo. Le di un marcador y le pedí que escribiera un deseo en una bomba de helio para que posteriormente la soltara hacia el infinito… No sabía qué deseo pedir, después de un silencio sin escribir ni una sola palabra dijo: “QUE SEAMOS MUY FELICES TODOS!” ¡Y la bomba voló! Con la mirada en lo alto Andrea Chaparro, se sintió en las nubes; querida y apreciada por alguien, y no precisamente por mí, sino todos aquellos que se animaron a celebrarle su cumpleaños y acompañarla en este día. Fueron 47 años y espero celebrar a su lado muchos otros pues estas acciones que me nacen del corazón son para mí un motivo más para luchar por ellos. "¡FELIZ CUMPLEAÑOS, ANDREA!”  
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