A sus 25 años y ya como abogada, Myriam empezó a participar en actividades políticas de la mano del Partido Conservador. No lo hizo antes, según sus compañeros de estudio, porque en la Universidad de Nariño, donde cursó su carrera, había una marcada tendencia de izquierda que dificultaba la expresión de sus ideas conservadoras.
El destino pronto la unió al líder conservador Rogelio Bolaños, y se convirtió en su pupila junto con el ex senador Carlos Albornoz Guerrero. Carlos y Miriam, los dos muchachos que heredaron las banderas conservadoras de Bolaños en 1978, son los mismos que hoy están enredados en procesos judiciales por malos manejos en la Dirección Nacional de Estupefacientes. Albornoz como director, y Myriam como presunta usufructuaria de privilegios frente a bienes incautados a la mafia.
Carlos Albornoz, hijo del también ex diplomático y senador conservador Carlos Albornoz Rosas, buscó desde un comienzo el escenario nacional. Mientras él figuraba en Bogotá, Myriam prefirió tomar el camino de lo local para cimentar su trabajo político. Y su estrategia le funcionó. En 1984, a la edad de 26 años, fue la gobernadora más joven de la historia del Nariño. Había sido jueza de rentas, directora de planeación y secretaria de gobierno del departamento.
En 1998 acompañó la campaña de su copartidario Andrés Pastrana y se probó en lo electoral: logró llegar a la Cámara de Representantes, donde permaneció durante tres periodos. Combina bien su cabildeo de alto nivel en Bogotá con trabajo de barrio con mujeres y personas de bajos recursos en Pasto y municipios como Guachucal, donde nació. Y no descansa en ninguno de los frentes. Vive para la política.
Carlos Albornoz y Myriam Paredes heredaron las banderas políticas del líder conservador Rogelio Bolaños.
El trabajo de base que construyó en su tierra floreció cuando el Partido Conservador le dio su apoyo a Álvaro Uribe, bajo la dirección de Carlos Holguín Sardi. El conservatismo se convirtió en la fuerza que decide, como reza su eslogan, una alianza que posibilitó el trámite de la reelección en el Congreso y que consiguió puestos burocráticos, como ocurre con las transacciones políticas legislativas. En el gobierno de Uribe, Myriam Paredes se convirtió en la baronesa de Nariño, con 110.000 votos que la llevaron al Senado en las elecciones de octubre de 2010.
Su presencia política en Nariño es evidente. Con la Central Eléctrica de Nariño (Cedenar), tiene un alto poder de incidir en las prioridades de electrificación de las veredas y las áreas rurales, un arma electoral muy eficaz. También influye en La Empresa de Acueducto de Pasto, en Empopasto, en el Sena ‒donde comparte fuerza con el congresista Óscar Fernando Bravo‒, en La Defensoría del Pueblo de Ipiales, en Bienestar Familiar, en el Banco Agrario, en las alcaldías de Túquerres y Guachucal, en la Corporación para el desarrollo de Nariño (Corponariño), en La Notaría Primera de Pasto y la Segunda de Ipiales, donde habría ayudado a nombrar a Alfonso Benítez.
Sin embargo, la sed burocrática y la proximidad con la Dirección Nacional de Estupefacientes, donde mandó durante tres años su coterráneo y copartidario Carlos Albornoz, la tienen en el ojo del huracán por cuenta de una investigación preliminar de la Corte Suprema de Justicia.
Existen denuncias concretas de funcionarios de esa entidad que indican que, gracias a ella, su hermano Luis Gonzalo Paredes fue nombrado en la DNE como depositario de más de 200 bienes incautados a la mafia. Los ingresos de la senadora a esa entidad en épocas de Albornoz no dejan duda de las gestiones que realizó allí. Por esto, los tiempos de gloria de la baronesa de Pasto pueden llegar a su fin.
Carlos Albornoz y Myriam Paredes heredaron las banderas políticas del líder conservador Rogelio Bolaños.
El trabajo de base que construyó en su tierra floreció cuando el Partido Conservador le dio su apoyo a Álvaro Uribe, bajo la dirección de Carlos Holguín Sardi. El conservatismo se convirtió en la fuerza que decide, como reza su eslogan, una alianza que posibilitó el trámite de la reelección en el Congreso y que consiguió puestos burocráticos, como ocurre con las transacciones políticas legislativas. En el gobierno de Uribe, Myriam Paredes se convirtió en la baronesa de Nariño, con 110.000 votos que la llevaron al Senado en las elecciones de octubre de 2010.
Su presencia política en Nariño es evidente. Con la Central Eléctrica de Nariño (Cedenar), tiene un alto poder de incidir en las prioridades de electrificación de las veredas y las áreas rurales, un arma electoral muy eficaz. También influye en La Empresa de Acueducto de Pasto, en Empopasto, en el Sena ‒donde comparte fuerza con el congresista Óscar Fernando Bravo‒, en La Defensoría del Pueblo de Ipiales, en Bienestar Familiar, en el Banco Agrario, en las alcaldías de Túquerres y Guachucal, en la Corporación para el desarrollo de Nariño (Corponariño), en La Notaría Primera de Pasto y la Segunda de Ipiales, donde habría ayudado a nombrar a Alfonso Benítez.
Sin embargo, la sed burocrática y la proximidad con la Dirección Nacional de Estupefacientes, donde mandó durante tres años su coterráneo y copartidario Carlos Albornoz, la tienen en el ojo del huracán por cuenta de una investigación preliminar de la Corte Suprema de Justicia.
Existen denuncias concretas de funcionarios de esa entidad que indican que, gracias a ella, su hermano Luis Gonzalo Paredes fue nombrado en la DNE como depositario de más de 200 bienes incautados a la mafia. Los ingresos de la senadora a esa entidad en épocas de Albornoz no dejan duda de las gestiones que realizó allí. Por esto, los tiempos de gloria de la baronesa de Pasto pueden llegar a su fin.
