Una mujer Iraní que se volvió adicta al sexo cuenta su historia

Vie, 30/03/2012 - 15:00
“Una perra es una mujer promiscua, se acuesta con quien quiera y hace lo que se le da la gana sin importarle lo que digan sobre ella. Yo soy una perra,” me dice Sha

“Una perra es una mujer promiscua, se acuesta con quien quiera y hace lo que se le da la gana sin importarle lo que digan sobre ella. Yo soy una perra,” me dice Shahla, la mujer iraní que profesa el islam. Detrás de su Hijab se esconde una mujer ardiente que no desconoce que lo suyo es el placer sexual. Un deseo incontenible que la ha conducido hasta la promiscuidad.

Shahla, que en iraní quiere decir ‘mujer de ojos oscuros’, no es como la mayoría de las mujeres. Tiene un superpoder: el absoluto control sobre su cuerpo.

No le molesta que le digan ‘perra’ mientras está teniendo sexo, pero depende de quién se lo diga y en qué tono. Si se lo dicen de modo despectivo, entonces no le gusta.

Shahla es una mujer de ojos muy negros y cejas oscuras que hacen que parezca que está brava, pero nunca la he visto enojada. Sus ojos hablan sin necesidad de abrir la boca. Tiene la piel clarita y pocos tatuajes que son diseños de sus amigos. Pelo negro, largo, con capul. Cuando se pinta los labios de rojo es un incendio. Compra vestidos de segunda mano de los años 60 y 70, y no usa tacones. Tiene una voz que hipnotiza, enamora. Habla con claridad y mucha seguridad.

Nació en el estado de Virginia (EEUU) en 1985. Es la menor de cinco hermanos, de padre iraní musulmán y madre irlandesa, originalmente católica que se convirtió al Islam después de casarse. Ambos tienen doctorados y son profesores. Siempre estuvieron muy envueltos en la política iraní y a finales de los años setenta, cuando el gobierno de Estados Unidos echó al embajador iraní de Washington, eligieron a su papá para remplazarlo y su familia vivió en la embajada del 77 al 79.

Desde niña aprendió que su cuerpo es sagrado y debe protegerlo. Para Shahla esto quiere decir: saber qué le hace bien y qué no. Le enseñaron a valorar su tiempo y a ser selectiva con quienes se comparte a sí misma, por eso no quiere una relación seria, pues no ha encontrado a alguien que valga la pena. Nunca ha tenido novio.

Fue criada con la estricta educación del Islam. Le enseñaron que el sexo es para un hombre y una mujer que están casados, pero no solo para procrear, sino también por placer, pero nunca antes del matrimonio. Según el Islam, un hombre y una mujer no deben tocarse a menos que sean familia o estén casados. La primera vez que su mamá le habló de sexo tenía nueve años. Le explicó la procreación como repitiendo un capítulo de un libro de biología. Sus viejos le enseñaron que el sexo es algo que se hace para respetar el propio cuerpo y el cuerpo del otro. A ella y sus dos hermanas no las dejaban ver escenas de sexo en las películas.

La primera vez que tuvo relaciones sexuales fue a sus 20 años, con un compañero de clase puertorriqueño que tenía novia pero a Shahla no le importaba. Él le propuso que se dieran besos en la boca, y ese fue su primer beso. Semanas atrás había decidido quitarse , pero no lo había hecho porque le faltaba valor para enfrentar a sus viejos. A pesar de continuar considerándose musulmana, llevar la Hijab en el Occidente nada tiene que ver con llevarla en Irán. Sentía que se estaba escondiendo detrás de su Hijab. Fue una decisión que pensó mucho. Eran más los contras que los pros, así que se la quitó y no volvió a ponérsela más nunca.

 Diferentes clases de velos musulmanes.

Cuando Shahla se vio con el boricua creyó que solo se iban a dar besos pero terminaron teniendo sexo. No usó condón, a pesar de saber que estaba haciendo algo muy estúpido. Le encantó que él no hacía esfuerzo por demostrarle que le gustaba, no quería quererla o ser querido, y eso a ella le fascinó porque entonces no era responsable por él. Cuando le contó a su mejor amiga lo que había hecho, ésta la regañó y la hizo llorar. A su amiga no le importó que hubiera tenido sexo sin condón, pero sí que lo hubiera tenido con alguien con quien no estaba casada y a quien ni siquiera quería. Se sintió tan mal que terminó contándole a la novia del boricua que se había acostado con él. Shahla no lo volvió a ver, y cinco meses después, cuando se mudó de la casa de sus papás, dejó de sentirse culpable.

La siguiente vez que tuvo sexo fue con alguien que conoció en el concierto de una amiga, donde Shahla se emborrachó por primera vez. Hablaron durante mucho tiempo, y ella comenzó a aburrirse. Se dio cuenta que él se estaba enamorando, entonces entendió que podía tener control sobre la situación. Shahla estaba jugando el rol del hombre en la relación. El juego le encantó. Él no entendía cómo era posible que ella, siendo la mujer, no estuviera más interesada.

Shahla se volvió a mudar a la casa de sus viejos y no volvió a tener sexo durante mucho tiempo. En el año 2010 se mudó a Brooklyn con su hermana. Sus papás la visitaron pero no fue un encuentro placentero, ellos aún no aceptaban que se hubiera quitado su Hijab. A pesar de estar rodeada de gente, Shahla se sentía muy sola. Una amiga le habló sobre OkCupid.com y le dijo que allí podía conseguir gente para follar sin romance alguno. Entonces abrió una cuenta. Al principio fue incómodo, porque puso en su perfil que buscaba sexo casual y muchos hombres comenzaron a escribirle diciéndole que debía ser una perra. Pero comenzó a intercambiar mensajes con un puertorriqueño y decidió ir a su casa. Era la primera vez que iba a la casa de un extraño. Él le preguntó si hacía esto muy seguido, entonces Shahla le mintió para protegerse a sí misma y le dijo que sí. Diez minutos después estaban teniendo sexo. Al principio todo estaba bien pero el polvo se volvió muy agresivo, y ya no sintió el control de la situación. Terminaron y el tipo quiso tener sexo otra vez, pero sin condón, y empezó a forcejear con ella doblándole y apretándole los brazos. Ella se deslizó por debajo de él y salió corriendo del apartamento desnuda, terminó vistiéndose en el corredor del edificio.

El siguiente extraño con quien tuvo sexo tampoco fue bueno con ella. Comenzó a criticarla mientras follaban, haciéndola sentir mal por lo que estaba haciendo. Era un judío ortodoxo que le dijo que era una pecadora. Cruel. Le propuso que tuvieran sexo de odio, basándose en el hecho de que él era judío y ella musulmana. A ella le pareció ridículo y desagradable.

Cuando Shahla va a un bar, lo primero que hace es tratar de definir cuáles son los hombres con los que podría tener sexo. También tiene amantes reincidentes. Con uno de ellos tuvo una relación de casi siete meses, él tenía novia y esto hizo que la relación llegara a su fin. Contra todos los pronósticos, le tomó a Shahla más meses de los que duró la relación en sobreponerse. No necesitó un cardiólogo para saber que tenía el corazón hecho puré.

Muchas veces, cuando llega a la casa de uno de estos hombres, empiezan a darse besos apenas y pasan a tener sexo sin ninguna complicación. A veces es muy tenso, depende del amante. A Shahla le gusta más tener sexo con alguien que solo quiere follar y no con quien trata de ser cortés demorando lo inevitable.

En una buena semana tiene sexo con tres hombres, lo máximo han sido cinco. Pocas veces ha tenido dos amantes el mismo día. Le gustan los hombres que llegan con aliento a cigarrillos y café, que no se perfuman para impresionarla. Con los que tiene mejor sexo y vuelve a tenerlo en repetidas ocasiones son aquellos que se sienten cómodos con el cuerpo de ella. Shahla es gorda, situación que para algunos no es ideal.

Se hace exámenes una vez al mes. Cada vez que lo hace se muere del susto. No carga condones en la cartera, pero siempre se asegura de que sus amantes los tengan.

A pesar de que Shahla continúa considerándose musulmana, piensa que llevar su Hijab en el Occidente nada tiene que ver con llevarla en Irán.

Algunas veces cuadra una cita con alguien mientras está en su casa con amigos, tomándose fotos, por ejemplo. Entonces les dice: “Va a venir alguien, voy a follar y después seguimos con las fotos”. Shahla no se siente culpable. A veces se pregunta si es adicta al sexo, porque abandona cualquier actividad para hacerlo, pero lo niega porque no está lastimando a nadie.

No con todos sus amantes hace cualquier cosa. Tiene condiciones: condón, no se pueden venir en su cara o el pelo (porque a pesar de que le gusta el sexo agresivo, el semen en la cara le parece degradante y en el pelo le parece una porquería). No le gusta cuando el semen es una forma de marcar territorio, como un perro meando un árbol. No tiene sexo anal la primera vez porque es algo muy riesgoso de hacer con alguien que no sabe lo que está haciendo. Ya la han lastimado. Su última condición es que si alguien tiene que hacer una pregunta, que la haga. Está abierta a probar cosas nuevas, pero quiere que se lo propongan, que la respeten y respeten su cuerpo. Shahla ha conocido muchos hombres heterosexuales a quienes les gusta que jueguen con su ano, y eso le llama mucho la atención. Le gusta meterles la lengua, uno o dos dedos, si es el caso. A veces le molesta que no quieran que juegue con ellos pero sí que quieran tenerlo con ella.

No le importa dónde la toquen, sino cómo la toquen. Lo que más le gusta es tener un orgasmo mientras le chupan los pezones, y los tipos siempre se sorprenden de que sea capaz de hacerlo. Sabe meterse un pene hasta el fondo de la garganta. Aprendió practicando con amantes de penes chiquitos, y ahora puede hacerlo con el pene más grande.

Le gusta recibir dolor mientras tiene sexo. Mordiscos, cachetadas en la cara y las nalgas, pellizcos, jalones de pelo, que la ahoguen, que la amarren y que le aprieten las costillas (muy doloroso pero delicioso, se viene más duro). Siempre tiene moretones, marcas de dientes y dedos. Cuando otros hombres le preguntan qué son esas marcas, muchas veces se sienten territoriales y se ponen celosos. Otros se excitan viendo lo que le han hecho. Nunca ha tenido un trío, pero le interesaría con dos tipos. No lo quiere planear, le gusta el “sexo orgánico”, natural.

Una vez comenzó a mandarse mensajes con un tipo que le mostró cuadros de mujeres voluptuosas que él pintaba y ofreció hacerle un retrato, algo de lo que ella tiene ganas hace tiempo. Quiere posar desnuda. El tipo demostró interés en ella pero se demoró mucho en decirle que fuera a su casa. Le decía que tenía que organizar y limpiar. Shahla se preguntó: ¿Qué tendrá que esconder? Pero ignoró la señal y se fue para allá. Se encontraron en un bar y no le dio confianza que él no hiciera contacto visual. Una vez en su apartamento él comenzó a actuar raro, se pegó al teléfono y a disculparse con ella. Estaba actuando muy nervioso, hiperactivo. Shahla vio una mesa llena de un polvo blanco y asumió que era cocaína, se dio cuenta que el tipo estaba loquísimo. A ella no le interesa la cocaína. Él comenzó a criticarla por haber ido hasta allá a tener sexo y le dijo que solo quería una amiga. Le contó todos sus problemas. Le decía que era una loca por haberse metido a una casa en un barrio tan peligroso como es Bushwick, en Brooklyn. Ella le dijo que no fuera descarado, que igual de loco era él por permitir que una extraña entrara a su casa. Entonces él sacó una pistola y le apuntó a la cara. Shahla se asustó mucho, recogió sus cosas, abrió la puerta con calma y se fue.

Una noche salió del trabajo casi a las nueve y paró uno de esos taxis negros tenebrosos. Durante todo el caminó miró al conductor, quién le pareció muy guapo. El hombre parecía egipcio. Entonces se quitó los calzones, se los enredó en el dedo índice y empezó a mostrárselos a través del espejo retrovisor. El conductor paró el carro, parqueó en un rincón oscuro debajo de una autopista y se pasó para la silla de atrás. Le abrió las piernas con las manos y le dio sexo oral hasta que ella se vino. Él volvió a pasarse a su asiento, prendió el carro y la dejó en su casa sin cobrarle.

Shahla está muy cómoda con su propio cuerpo, y esa tranquilidad es contagiosa para sus amantes, es de esas personas que hacen que te quieras querer más. Su magia se basa en que se ama a sí misma, se acepta tal y cómo es, se conoce como pocas personas lo hacen, conoce sus límites y está muy segura de lo que está haciendo. No hay quien la convenza de lo contrario, pocas, poquísimas mujeres como ella.

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