Una sobreviviente de Armero desentierra su pasado

Mar, 04/12/2012 - 15:31
María Mercedes fue en busca de la mujer que vio por última vez el 13 de noviembre de 1985. Pero también a desenterrar su historia, que por casi tres décadas quiso sepultar, como sepultado quedó l
María Mercedes fue en busca de la mujer que vio por última vez el 13 de noviembre de 1985. Pero también a desenterrar su historia, que por casi tres décadas quiso sepultar, como sepultado quedó lo que más quería. Ese día en que regresó a Armero, el 13 de noviembre de 2012, María Mercedes escribió un diario. Desahogó en un papel el recuerdo y dolor del pasado. En su primera línea citó una frase desgarradora de Joaquín Sabina: “porque al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”. Pero ella regresó. “Mi mamá se llama María del Carmen Ayala. Recuerdo mucho de ella que cosía. Precisamente de sus costuras obtenía dinero. Yo intenté desde pequeñita aprenderle, pero no lo logré”, dice María Mercedes mientras sostiene el diario en su mano. Recuerda que su madre era muy parca, pero “aunque no demostrara sus sentimientos ella siempre nos amó como lo más importante”, afirma. María Mercedes vivió la niñez en Armero. Lo recuerda como un pueblo de vida tranquila, próspero y lleno de comercio. Su papá, Álvaro Segura, era contador público y trabajaba en una empresa de fumigación en el Municipio. Pero los padres de María Mercedes se separaron. Ella y una hermana optaron por irse con don Álvaro, mientras que doña María Del Carmen se quedó con la más pequeña de las tres hermanas. “Yo era la mayor. Para 1985 tenía unos 12 años. La hermana que me seguía en edad, Paula, y que se fue a vivir conmigo y con mi papá tenía en ese entonces 7 años. La más chiquita que se quedó con mi mamá, María del Pilar, tenía unos 2 o 3 años”, dice. Aunque vivieran separadas por siete cuadras de distancia, las hermanas se reunían casi a diario porque la mamá les daba el almuerzo después del colegio. Luego de comer, María Mercedes y su hermana Paula se despedían de su mamá, quien les empacaba la cena en un ‘portacomidas’. Esa fue la rutina diaria hasta el miércoles 13 de noviembre de 1985. María Mercedes Segura-ArmeroLa foto de la izquierda es uno de los pocos registros visuales que tiene María Mercedes de su mamá hace 27 años. La comparó con la imagen de la derecha, extraída de un noticiero de televisión hace un año. Para ella las dos mujeres son la misma. “Por esos días había muchos rumores. Caía ceniza. Pero el miércoles cayó más de lo normal”, relata María Mercedes, toma un respiro, recuerda y continúa: “mi mamá sí estaba con su presentimiento. Ella tenía a la mano siempre una maleta en la que guardaba agua, linterna, radio, panela...”, vuelve a suspirar y concluye: “Esa tarde, aunque mi mamá no fuera de expresiones de afecto, se despidió con un abrazo, de una manera muy especial, y nos pidió, como nunca, tener mucho cuidado”. Luego de decir adiós las dos hermanas se alejaron de su mamá quien las vigilaba desde la puerta. Hasta ahora ese es el último recuerdo que tienen juntas. “Llegamos a mi casa y nos recostamos a dormir. Mi papá no llegó muy tarde y también se recostó a ver televisión. Me quedé dormida hasta cuando un ruido me despertó”. Un vecino de María Mercedes golpeaba con desespero la casa donde dormían las dos hermanas y el papá. De un solo salto, los tres salieron de la casa y les pareció estar presenciando el apocalipsis. “¡Súbase, don Álvaro!”, dijo un hombre en una camioneta. “Ese señor trabajaba con mi papá. Arrancó ese carro con tanta fuerza, esquivando de todo, huyendo de una monstruosa masa que nos perseguía”, recuerda. Los lamentos eran ensordecedores, aún más que el ruido de la erupción. Veía la lava iluminar la montaña. El fuego provocó un deshielo y desbordó el río Lagunilla. Enormes cantidades de lodo caliente ahogaron el pueblo. María Mercedes, su hermana y su papá, no sabían de qué aferrarse, y menos si podrían sobrevivir. Mientras la camioneta huía de la avalancha, María Mercedes sólo era consciente de estar siempre mirando hacia atrás, “hacia donde vivía mi mamá. Esperaba que ella ya hubiera salido y se hubiera salvado. Ella siempre estaba preparada, ella debió haber salido con mi hermanita”. Tras escapar del alud, lograron resguardarse en la cima del Cerro de la Cruz. “Subíamos de a cientos, quizá de a miles. Muchos semidesnudos, quemados, mutilados, heridos. Subían muchos niños solos, mujeres solas, hombres que sabíamos que tenían familia y ascendían sin nadie. Mi papá nos hizo caminar siempre mirando hacia el frente. Nunca hacia el pueblo. Él estaba pendiente de que nosotras no miráramos las cosas horribles que él miraba”. María Mercedes Segura-ArmeroMaría Mercedes no había regresado a Armero hasta este año. Iba en busca de su mamá, a la que esperaba encontrar en la misa de 12 de conmemoración de la tragedia, el 13 de noviembre. No por eso lograron evitar ser testigos de la desgracia. Uno de los instantes que María Mercedes conserva intacto en su memoria fue en una finca donde los atendían en primeros auxilios, después varias horas de caminar huyendo de la muerte. Una mujer, de tantas que deambulaban heridas y absortas, llamaba la atención de los socorristas. Aprisionaba algo en sus puños cerrados contra su pecho. Caminaba turbada y la expresión en su cara era aterradora. “A la fuerza la sentaron para atenderla. Casi también que a la fuerza le abrieron la mano. Nunca olvidaré lo que vi. En su mano extendida estaba el bracito de su bebé”. Y escenas así, de cuerpos desmembrados, los acompañaron hasta que al tercer día llegaron a Guayabal, un poblado que curiosamente está a unos diez minutos en carro desde Armero. En el camino no dejaban de averiguar por su mamá y la hermanita menor. Al llegar al pueblo, y antes de partir a Bogotá, en los listados de sobrevivientes y los relatos de varias personas se supo que María del Carmen habría salido viva. “Empezamos de cero. Quisimos olvidarlo todo” Los tres llegaron a Bogotá con lo que llevaban puesto y una lata de atún que les dieron en el bus. En la terminal de transporte María Mercedes fue testigo de una perversa escena. Muchos niños llegaban solos al paradero de buses y había personas que se los llevaban; los agrupaban y los metían en un carro aprovechando que eran menores y estaban solos, debilitados y traumatizados por lo que había pasado. “A mi hermana estuvieron a punto de raptarla si no es porque yo pego un grito y digo que no estaba sola”. En Bogotá empezaron una nueva vida. Álvaro Segura recibía llamadas de Armero para que volviera a su casa a recoger los bienes abandonados. “Una vez él dijo: ‘llévense todo, allá ya no tenemos que volver’. Esa frase para mí fue determinante, porque me indicaba que debía olvidar todo lo que había pasado”, cuenta María Mercedes. “Las primeras semanas mi papá empezó a buscar a mi mamá y mi hermana porque decía que tenía que encontrarlas; que en sus manos estaba ponérnosla ahí”. Y había esperanzas con su mamá, más que todo. Relatos y listados daban fe de su vida. Pero cada vez que su papá se acercaba a su posible paradero, ella ya se había marchado. Según le decían a Álvaro, la mujer que perseguía estaba afectada porque creía que sus tres hijas habían muerto. María Mercedes Segura Ayala-ArmeroLa mayor en la foto es María Mercedes Segura. En el medio está Paula Segura. La menor, a la quien también está buscando, es María del Pilar Segura Ayala. “Un día, al parecer le dieron alguna información que lo dejó incómodo. Entonces me dijo: ‘mijita, ese tema ya mejor se va a cerrar’”, dice María Mercedes y confiesa que no quiso insistir más, por el dolor que eso provocaba. Continuó su vida, estudió y formó una familia. “Yo había optado por dar a mi mamá por muerta. Por cerrar este capítulo. Pero el año pasado volvió a nacer la esperanza”. En los aniversarios de la tragedia, María Mercedes usualmente no ve televisión. El 13 de noviembre de 2011, mientras ella se distraía en otras ocupaciones, su esposo e hija veían el noticiero. –¡Mercedes qué está haciendo en Armero! –gritó el esposo. Ella dejó lo que estaba haciendo y fue a curiosear lo que decía su familia. Quedó fría. Había una mujer en la pantalla del televisor idéntica a ella. “Es mi mamá”, pudo al fin exclamar. “De inmediato otras personas me llamaron. Muchas preguntaban si era alguna familiar. Confirmé que no era coincidencia: todos veían el parecido. Para mí, mi mamá está viva”. “Sé que está viva y nos reencontraremos” Unos meses antes de ver a su mamá en televisión, la hija de María Mercedes le había insistido reiniciar la búsqueda. Así contactó a la fundación Armando Armero. “Conocí a la persona que más me ha apoyado en esto: Francisco González”. Él es el director de la fundación, armerita y víctima de la tragedia. Es periodista y desde hace diez años encabeza un proyecto para reconstruir la memoria histórica de Armero y ayudar a varias familias a reencontrarse. “Tenemos en proceso casi sesenta casos como el de María Mercedes. Ya tenemos muchas pistas, pero es un trabajo largo, difícil, que necesita mucho cuidado”, explica Francisco, reconociendo lo complejo de “trabajar con las uñas” en esta causa. Cuenta con el apoyo de personas como Emilio Yunis, quien lo apoya con las prácticas de pruebas de ADN para identificar familiares perdidos. “Tenemos que verificar al máximo que sí sean familia y víctimas de Armero. Es más, sabemos de casos de niños que resultaron en Europa”, asegura González, quien publica en Facebook fotografías e información de las personas desaparecidas. ArmeroEl volcán Nevado del Ruiz hizo erupción la noche del 13 de noviembre de 1985. La tragedia de Armero es considerada la peor en la historia de Colombia. Se cobró 25 mil vidas. Fue a él a quien María Mercedes recurrió cuando vio en televisión a su mamá. Desde entonces y por casi un año la búsqueda ha sido intensa. María Mercedes decidió regresar este año a su pueblo natal, el que ha quedado para muchos en el olvido como tierra fantasma. Tenía la esperanza de volver a ver a su mamá en la misa de conmemoración de la tragedia. “Fui por primera vez en muchos años. Intenté con ayuda de un señor llegar a mi casa, donde viví mi niñez. Encontré ruinas dominadas por la vegetación, con un árbol grande en toda la mitad. Luego fui a la misa de 12, buscando encontrar a la mujer que vi por televisión. No la encontré”, confiesa. Pero, por una corazonada, María Mercedes siente que su mamá también fue a Armero en ese aniversario, aunque no el mismo día que estuvo ella. Es como si el destino aún insistiera en separarlas, pero no por mucho tiempo. “Yo sé que pronto tendré un reencuentro con mi mamá. Quizá no mañana, pero siento que ya estamos muy cerca”. Sobre María del Pilar, su hermana menor, Mercedes también siente que está viva, pero teme que alguien se la haya llevado, y aprovechando su corta edad la haya adoptado creyendo que era huérfana. María Mercedes no cree que haya sido mala idea volver al lugar donde había sido feliz. Conoce y comparte la suerte de miles de personas que una noche de hace 27 años fueron separadas de forma abrupta de los sus seres amados. Lo que más esperan, cuando empiezan a desenlodar sus historias, es que la separación no haya sido para siempre.
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