¿Cuál es su posición sobre…?

Vie, 20/02/2015 - 17:42
¿Que qué pasaría si digo en la calle que no apoyo la adopción de niños por parte de homosexuales, ni el matrimonio gay?

Ahh no, ni le cuento… me esperaría un juicio divino, mínimo me tilda
¿Que qué pasaría si digo en la calle que no apoyo la adopción de niños por parte de homosexuales, ni el matrimonio gay? Ahh no, ni le cuento… me esperaría un juicio divino, mínimo me tildarían de conservador, intolerante, ignorante, retrógrado, dogmático, fundamentalista católico… y la lista se extendería hasta que hubiese preferido nunca haber compartido alguna posición al respecto. Al fin y al cabo cómo es que alguien en pleno siglo XXI, puede pensar así. Algo similar pasaría si digo que me opongo al proceso de paz en La Habana. Entonces sería un uribista que apoya al paramilitarismo, un derechista conservador que no quiere la paz, guerrerista, montañero, o hasta fascista, como ya empezó a decirse. Igualmente pasaría con el tema de los toros, sería un irracional que no respeta la naturaleza y que apoya la muerte de animales indefensos, casi un criminal. Algo que me vuelve un fundamentalista, un radical dogmático, enchapado a la antigua. En un mundo globalizado, homogéneo en ideales como la libertad, la igualdad, la democracia, el libre mercado, el que se atreva a cuestionar estos valores y tener una posición diferente, se pone la soga al cuello y raya con algún fundamentalismo. Al fin y al cabo, ¿quién se opone a tener estos ideales en su vida? Pero ojo, ¿quién define qué es libertad, igualdad, democracia y una cantidad de valores que hemos dado por sentado y que defendemos a capa y espada? Dudo que sean los grupos afroamericanos en Estados Unidos, cansados de ver cómo los policías arrestan y asesinan a sus familiares sin razón. Tampoco serán los países del Medio Oriente tratando de organizarse pese a los intereses de libre mercado de los países Occidentales. Pero más allá todos esos casos hipotéticos y de lo que pude haber dicho de un lado o del otro, vale la pena mirar lo difícil que se vuelve tener una posición frente a algo. Se radicaliza inmediatamente cualquier posición que se asuma, y se termina por preferir no volver a opinar para no tener que ser estigmatizado o encasillado de alguna manera. Una idea se vuelve casi insultante, se pierden las diferencias, la argumentación, el debate. Nos volvemos hipersensibles a cualquier opinión diferente y sin darnos cuenta la argumentación pasa a ser personal. Que fulanito es un dogmático de la iglesia católica por no apoyar la causa LGTBI, que keinsito es santista, uribista, izquierdista, mamerto, nerd, gomelo, marica, heterosexual, antitaurino, ganadero, liberal, conservador, ateo o enfermo, en relación a lo dicho por el médico de La Sabana… como si no hubiera un argumento y una persona detrás de esas máscaras que se imponen con juicios. Entonces, si de todas maneras me van a dar palo, para qué tomar posición. La radicalización, como la ha sufrido el país desde la violencia bipartidista, lleva a más radicalización. Un guerrillero que siempre será tildado de guerrillero, aun después de desmovilizado, carece de incentivos para entregarse, porque ese juicio alimenta su condición. Así mismo ocurre con el conservador que dice: “y si me van a seguir diciendo godo, pues sí, así soy y que van a hacer o qué”, y la pelea deja de ser de argumentos, se vuelve personal e intolerante. Pero pocos preguntan por qué fulanito piensa así o actúa así, ni siquiera los medios que son los llamados a formar criterio, presentar las diferencias y abrir el debate. Esto se puede ver en la reciente entrevista que hacen emisoras radiales al rector de la Universidad de La Sabana a propósito del  el aporte de un profesor de esa universidad calificando de enfermos a los homosexuales. En la conversación el periodista dice: “Profesor le quiero hacer una pregunta para una respuesta que no tiene lugar sino para sí o para no: ¿El homosexual es un enfermo, sí o no?" La pregunta hecha a un miembro del Opus Dei es exclusivamente de carácter personal, con el fin de estigmatizar al entrevistado. El cuestionamiento pierde su esencia, la pregunta se transforma en un instrumento de juicio que antagoniza y cae en la misma lógica de radicalizar al otro y cerrar el dialogo. Como era de esperarse el profesor responde: “No puedo definir eso porque yo no soy un experto en el tema”, como si se tratara de algo científico y por calcular. Evita tomar partido sobre el asunto porque si dice que sí, le cae el todo el peso de la opinión pública y pone en riesgo su nombre, y si dice que no, posiblemente se tenga que dejar el puesto de rector. Tomar cualquier posición es ponerse la soga al cuello. Si esto lo saben los medios, ¿para qué insisten en hacer cuestionamientos que limitan el debate? ¿ Qué hay de objetivo en abrir el micrófono para hacer este tipo de preguntas? No se puede creer que es mejor no tomar posición para evitar ser juzgado y radicalizado, porque eso de por si es una posición. Es a partir de posiciones diferentes que construimos tolerancia, argumentaciones sanas y mejores relaciones sociales. Hay que alimentar y defender esas diferencias para construir un país en paz. Si tratamos de que todos piensen igual, cualquier diferencia se convierte en amenaza y la violencia reaparece. Decidamos sobre nuestro futuro, abramos el debate y asumamos posiciones con criterio y sin estigmatización.
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