Eutanasia y dignidad humana

Lun, 15/10/2012 - 09:02
El ordenamiento legal colombiano fundamenta todo su desarrollo en torno del concepto de la Dignidad Humana. Dicho imperativo se erige como la piedra angular de la estructura normativa del Estado Socia
El ordenamiento legal colombiano fundamenta todo su desarrollo en torno del concepto de la Dignidad Humana. Dicho imperativo se erige como la piedra angular de la estructura normativa del Estado Social de Derecho. No hay norma, ley, acuerdo, ordenanza, decreto, fallo judicial o resolución administrativa que no contemple —por lo menos en el papel— el  respeto y la observancia por la dignidad de las personas, independientemente del tema sobre el cual versen. Todo nuestro sistema de garantías y derechos está indefectiblemente regido por ese principio inalienable del derecho universal, que identifica como ningún otro a las verdaderas democracias. De acuerdo con la jurisprudencia de la Corte Constitucional “la dignidad humana caracteriza de manera definitoria al Estado colombiano como conjunto de instituciones jurídicas”. Eso, en términos comprensibles, no es otra cosa que el reconocimiento expreso (por parte del órgano encargado de hacer respetar la Carta Magna) de que, efectivamente, lo que nos hace una Nación democrática y de derecho —por encima de los problemas endémicos que padece nuestro país— es la protección legal especial que en Colombia ampara la Dignidad de los ciudadanos. Las tiranías tienen ciertamente otras prioridades. La Dignidad Humana, en palabras de la misma Corte Constitucional es “la autonomía o posibilidad que tiene una persona de diseñar un plan y de determinarse según sus características, vivir como quiera”. Los regímenes absolutistas propenden exactamente por todo lo contrario: manejar y direccionar hasta el más mínimo detalle de la existencia de sus “súbditos” precisamente para que ninguno de ellos se salga del libreto oficial. Hay que reconocerlo: con muchas dificultades y carencias para el grueso de la población, aun así Colombia es un país en el que cada quien es arquitecto de su vida. A pesar de las garantías jurídicas sobre el libre desarrollo de la personalidad y el carácter liberal y de avanzada de nuestra Constitución, hay asuntos en los que aún seguimos rezagados en los confines de la involución y las actuaciones de nuestros funcionarios públicos, no resultan coherentes frente al modelo de Estado que elegimos ni a los principios estructurales de nuestra Constitución. La eutanasia, el matrimonio entre parejas del mismo sexo, el aborto, la legalización de la droga entre otros temas, son algunas de las asignaturas pendientes. Hoy me ocuparé de la primera de ellas. No hay derecho que a estas alturas, la eutanasia o suicidio asistido siga siendo un delito en Colombia. Esta es una situación que obedece más al arraigo de ciertos   dogmas religiosos que a la necesidad de que las personas lleven una vida en condiciones realmente apropiadas. ¿Qué clase de vida digna puede tener un enfermo terminal que advierte la extinción lenta y dolorosa de su existencia? La vida es vida en tanto sea digna desde el punto de vista de la salud, de lo contrario no tiene sentido. ¿Si una persona que se sabe desahuciada quiere terminar con su tormento, por qué el Estado se atraviesa en su propósito cual padre inquisidor? La eutanasia, si bien es ilegal, en Colombia se practica en la clandestinidad bajo el amparo de prestigiosos galenos en importantes clínicas, cuando se trata de gente pudiente. Los pobres quedan excluidos y condenados a padecer indescriptibles sufrimientos. Para evitar la discriminación y garantizar la Dignidad Humana en su faceta más importante, el Congreso de la República debería aprobar un completo y juicioso proyecto de ley presentado por el senador Armando Benedetti, que reglamenta de forma muy clara y precisa la práctica de la eutanasia. Ojalá se imponga la razón sobre la caverna de los fundamentalistas religiosos. No olvidemos que muchos de nuestros males se los debemos a la manipulación que por siglos ha ejercido la Iglesia Católica. La ñapa I: Se fue el más grande y universal de todos los escultores colombianos: el maestro Édgar Negret. Inmenso en su genialidad, infinito en imaginación. Paz en su tumba. La ñapa II: No hay que dejarse provocar por el delirante borracho que ocupa el cargo de Presidente de Nicaragua. La incursión de embarcaciones de ese país en aguas colombianas en un intento desesperado por desestabilizarnos.

abdelaespriella@lawyersenterprise.com

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