Jane Eyre: La feminista de la era victoriana

Dom, 09/10/2016 - 04:19
A menudo se les pregunta a los escritores sobre qué los inspira al escribir, cómo escogen los temas y por qué crean personajes con determinadas características; muchas son las respuestas y muy pro
A menudo se les pregunta a los escritores sobre qué los inspira al escribir, cómo escogen los temas y por qué crean personajes con determinadas características; muchas son las respuestas y muy propias en cada caso, no obstante parece haber un común denominador de razones que responden a estas preguntas. Un escritor escoge temas, personajes y desarrollo en función de su específico bagaje cultural y educativo; como también lo hace inspirándose de su entorno inmediato (familia, conocidos, geografía,...); y, por último y no menos importante, cimentándose de todo aquello que constituye su ideología, filosofía y entender de vida. Tres razones fuertemente interrelacionadas y de difícil separación. Por estos motivos suele decirse que los libros son siempre autobiográficos, y en buena parte hay razón. Entonces, aunque velados, novelados y matizados, los escritos “esconden” verdades y reseñas personales que bien podrían afiliarse furtivamente con pasajes autobiográficos del autor. El caso de Charlotte Brontë encuadra muy bien dentro de estas razones y sus temas de escritura están muy relacionados con su estilo de vida, creencias y entorno en el que nació y se desenvolvió. Nacida en 1816 –estamos celebrando su bicentenario– en un hogar muy religioso y de gran ascendencia cultural, en donde las muchas lecturas y la admiración por los grandes escritores (ie. Lord Byron) marcaron su educación. Un padre muy interesado en las letras como lector y escritor de columnas en la prensa local, así como algunos intentos en la poesía; facilitó a sus hijos una educación muy orientada hacia la literatura. Fue pastor anglicano, estricto en el cumplimiento religioso y dogmático predicador de los principios bíblicos. De sus seis retoños sobrevivieron tres hijas, “Las hermanas Brontë” quienes atesoraron un gran apego por la escritura y se convertirían en íconos de la literatura inglesa: Charlotte célebre por su novela “Jane Eyre”, Emily famosa por la archiconocida “Cumbres Borrascosas” y Anne con “Agnes Grey”. Obras maestras. Un contexto familiar que propició, sin duda, este interés por las letras, y que acaeció en la época de la Inglaterra victoriana bien representada por su padre quien con mano férrea aleccionó a estas hijas. Ambiente doloroso, pero que creó en ellas un fervor por la escritura, una fuga intelectual al gran enclaustramiento a que fueron sometidas como consecuencia de la moral ambiente imperante. En el pueblo de Haworth, al norte de Inglaterra, en una antigua y lúgubre casona de piedra gris junto al cementerio, destinada a los pastores anglicanos, vivieron las tres hermanas Brontë: Charlotte, Emily y Anne; allí escribieron sus obras entre 1820 y 1855. Tres solteronas para los estándares de la época, las hijas del reverendo Patrick Brontë. Revolucionarias en ese entonces porque se permitieron adentrar en un territorio reservado a los hombres; una chica “decente” no se dedicaba a labores intelectuales, su oficio era los quehaceres de hogar, el matrimonio y la crianza de hijos. Pero, a estas hermanas, la búsqueda de esposos les fue resbaladiza por la carencia de una adecuada dote y por lo poco agraciadas físicamente. La naturaleza las adornó de otras cualidades, haciéndoles precarios los atractivos corporales. Es curioso que un padre ultraconservador y religioso haya estimulado a sus hijas a formarse en el ámbito de la literatura y hasta de la política; paradójico para la época y para la mentalidad de este progenitor quien invirtió, sobre todo, su tiempo y escaso capital en su único hijo varón quien moriría joven, devastado por el alcoholismo y el opio. En 1846 decidieron las Brontë publicar conjuntamente un libro de poemas bajo el pseudónimo de “los hermanos Bell” (Currer, Ellis y Acton; conservaron las iniciales de sus verdaderos nombres). Un ocultamiento de género masculino que les evitara la deshonra que tal osadía conllevaría a una mujer de entonces. De escandalosas fueron tildadas las obras de estos “hermanos” que se atrevían a presentar entre sus personajes a mujeres autónomas con capacidad de pensar, sin la machista sumisión tradicional, y peor aún con rebeldía y sin sujeciones hogareñas. Murieron jóvenes las hermanas Brontë; sin haber adquirido verdadera notoriedad; atormentadas, adelantadas al tiempo, confinadas a la moral victoriana; logrando renombre luego de su fallecimiento. La época no les perdonó ser mujeres independientes, estaban condenadas a supeditarse en cuerpo e intelecto al canon dominante masculino. La vida de Charlotte, así como la de sus hermanas, le trae a uno a mente la vida de Emma Reyes (Bogotá, 1919-2003), una gran pintora colombiana contemporánea, quien tuviera una niñez y adolescencia llena de grandes vicisitudes y condiciones de penuria en un internado de monjas, con una gran severidad religiosa y un autoritarismo rayano en el sadismo. Dejó plasmada su triste y ultrajada vida de niña en una colección de cartas que envió desde Europa al conocido escritor colombiano Germán Arciniegas y que ha poco tiempo fueron publicadas por sus descendientes en el estupendo libro “Memoria por correspondencia” y del cual dimos parte en esta columna. Vaya coincidencia: el último libro de Charlotte Brontë, que dejó incluso, se llama “Emma”. Charlotte, quien vivió algunos años más que sus hermanas, es considerada como abanderada del feminismo. Ingenua presentó sus primeros escritos al poeta laureado Robert Southey, recibiendo una perentoria respuesta: "La literatura no es asunto de mujeres y no debería serlo nunca". Su obra “Jane Eyre”, además de ser apreciada ahora como un clásico de la literatura inglesa, ha sido numerosas veces llevada al cine y al teatro. La versión reciente del National Theatre y el Bristol Old Vic de Inglaterra, que podremos pronto admirar en el programa cultural alternativo de Cine Colombia, es una joya teatral que no debe escapársenos de asistencia y estudio. Una obra muy autobiográfica, ya lo hemos indicado, narra la vida de la huérfana Jane Eyre. Sus desgracias, soledades, amores y la manera como con gran arrojo e independencia, en una época de pocas oportunidades femeninas, logra hacer su voluntad, imponerse y sobrevivir. Es una historia triste, en donde la dicha viene al ver coronadas en medio de tanta penuria el valor de una mujer en tiempo victoriano, que se presenta en ejemplo y precursora de reivindicación femenina. Consigue la directora Sally Cookson entregarnos una versión teatral “resumida” de tan extensa obra. La versión original tenía una duración de 7 horas, reducida posteriormente a algo más de 3 horas para una mejor llegada al público. Es increíble hazaña que tan largo libro, pletórico de detalles y multitud de circunstancias, haya podido ser adaptado en corta extensión, sin que haya una amputación notoria o molesta. La buena noticia, y en ello radica su brillantez, es que la directora y sus actores consiguen con gran lucimiento abarcar lo esencial de la obra; detalles fueron suprimidos o acortados sin que ello fastidie o estropee la obra. Convirtiendo la novela en una versión teatral de gran placer, en donde cada instante es significativo, simbólico y atrapador. Una sobria y original escenografía de armazón de madera y metal, en moderno minimalismo, permite efectuar muy originalmente las múltiples transiciones de circunstancias y lugares; sin duda, un esfuerzo sobresaliente de concisión y abstracción. Cuenta la producción con una orquesta en directo, música instrumental acertada, así como una cantante lírica, un estupendo diseño luminotécnico, sorprendentes efectos visuales, y un elenco de diez idóneos actores. Encontrarán contento tanto quienes hayan leído la obra, como quienes se enfrenten por primera vez a ella, en ello radica la maestría de esta excepcional puesta en escena. Mi recomendación con énfasis para presenciar esta nueva versión de “Jane Eyre” que atinadamente nos presenta Cine Colombia en sus salas, por muy pocos días infortunadamente, y que nos muestra una historia de gran interés literario y de feminismo constructivo, del que enaltece a la mujer y la desencadena de opresiones falócratas.
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