La pasta es la pasta

Jue, 01/03/2012 - 00:03
Si quieren les damos eso: ustedes son los más leídos, los más ricos, los más grandes. Como dijo Guardiola sobre Mourinho y el show mediático: en eso, “él es el

Si quieren les damos eso: ustedes son los más leídos, los más ricos, los más grandes. Como dijo Guardiola sobre Mourinho y el show mediático: en eso, “él es el puto amo”. Si quieren les damos eso: en el negocio, ustedes son los putos amos. El Tiempo es la tienda más rentable del periodismo, ya. El Tiempo es el medio que más empleos genera, ya. El Tiempo lanzó nuevas publicaciones, ya. El Tiempo se va a vender por trescientos millones de dólares, ya. El Tiempo da bonos a sus empleados, ya. El Tiempo tiene proyectos de responsabilidad social, ya.

Parece ser –porque en Colombia nada, y sobre todo esto, se sabe con certeza– que El Tiempo ha crecido cual refinadora de petróleo desde que la editorial Planeta lo compró. Y que, por consiguiente, los catalanes se irán con los bolsillos más pesados después de venderlo. Eso es lo que ellos deben decir, y les podemos dar ese argumento, esa victoria, sin comprobarlo.

Porque, igual, no importa. Porque, si hablamos de lo que en un principio nos trajo a esta conversación, el periodismo, la era Planeta en El Tiempo fue un fracaso.

Pero empecemos hablando en su idioma, el que se desliga del periodismo. Empecemos hablando del negocio que llamó la atención de Planeta en Colombia: la televisión, que sigue siendo el más lucrativo de los medios.

Los españoles hicieron mal los cálculos. Pensaron –y no fueron lo únicos– que en el tercer mundo el poder puede pasar por encima de las instituciones y que la segunda reelección de Uribe era un hecho. Asumieron que el apoyo de El Tiempo al gobierno, cuya máxima manifestación fue la liquidación de la revista Cambio, les bastaría para ganar la licitación por el tercer canal. Esa fue la prioridad, el canal, y pusieron a toda la empresa a disposición de eso.

Y, ahora que tumbaron la licitación por el canal, Planeta se va de Colombia sin el negocio que los trajo en un principio.

El fracaso, sin embargo, no fue solo la estrategia político-comercial. El fracaso de Planeta en Colombia es, sobre todo, periodístico: su reputación está por el piso, el contenido que genera no es relevante, sus periodistas no trabajan con libertad y su línea editorial traicionó la visión que hizo de El Tiempo el periódico más grande de Colombia.

Hace poco, el líder de la oposición, Álvaro Uribe, dijo que El Tiempo se ha convertido en un "órgano propagandístico del gobierno o la justicia". Es cierto: el santismo de El Tiempo se nota en cada frase, en cada entrevista semanal a la Canciller. Pero El Tiempo también fue un órgano propagandístico del gobierno Uribe: apoyaron su candidatura y reelección y nunca negaron que las presiones políticas fueron la causa del cierre de Cambio. Hoy, una vez más, El Tiempo apoya al gobierno de turno.

Cada publicación –como Fox News, por ejemplo– tiene derecho a decir lo que quiera. Pero que no nos vendan con retórica engañosa la idea de que son un periódico liberal e independiente.

Otra hazaña de Planeta fue el rediseño del periódico, cuyo objetivo fue basar el contenido en la estrategia comercial. Separaron las secciones en tres: 'Debes saber', 'Debes leer' y 'Debes hacer', esta última como tribuna para llenar el diario de publirreportajes. El rediseño fue la prueba de la nueva línea editorial: primero está la plata, después el periodismo. Según me dijo un periodista, cuando las relaciones del periódico con Pacific Rubiales se estrecharon, mandaron un correo a la redacción para que no publicaran nada sobre la petrolera sin que fuera revisado por el director.

De esa estrategia comercial se deriva una maniobra política: no hacerse enemigos. Sobre el video de Francisco Santos y sus electroshocks no publicaron una palabra en el periódico. Y no por casualidad salieron columnistas controversiales, como Claudia López, León Valencia y María Jimena Duzán. Por eso, también, armaron una revista de entrevistas –un formato más apto para el elogio que para la crítica– en remplazo de Cambio, de investigación y opinión.

“La pasta es la pasta”, esa filosofía que los catalanes también llaman “la pela es la pela”, fue la estrategia detrás de un periodismo que no pisa callos y prioriza la satisfacción de los anunciantes a la de los lectores.

Los españoles dirán que su proyecto fue un éxito: que lanzaron un canal de noticias por cable, que Elenco es un negocio redondo, que eltiempo.com es un monopolio, que Motor tiene 50% de saturación. Eso dirían ellos. Yo, como lector, diría otra cosa. Y tampoco es que El Tiempo no haga nada bien: Ricardo Silva es el columnista favorito de Twitter, la aplicación del iPad se traba menos que la de El Espectador, los especiales multimedia son bonitos y Bocas le tomó unas fotos memorables a Hernán Peláez.

No todo lo que tiene que ver con la Casa Editorial El Tiempo está mal, digo. Pero casi todo. Y eso es gracias a Planeta, que llegó, rediseñó, convirtió un medio en una imprenta de billetes y ahora lo deja con todas las consecuencias periodísticas que eso implica: mala reputación, reporteros frustrados, contenido atosigado de pauta y falta de independencia. Le dejan el problema a otro, cual Luis Carlos Sarmiento, que seguro perseguirá esa obtusa y nociva idea de que, para no quebrarse, hay que prostituir el periodismo.

Pensar en estrategias comerciales para generar ingresos no tiene que implicar acabar con la reputación y calidad de una publicación. Con el argumento utilitario uno puede vender salchichas, pero no periódicos. El Tiempo, después de Planeta, es el puto amo del negocio, pero está lejos de ser el amo de la cancha, el periodismo.

Más KienyKe
J Balvin de nuevo es blanco de críticas, en esta ocasión se trata de un reguetonero que lo atacó en vivo.
El caso en cuestión estaría relacionado con el desastre en la ciudad de Mocoa en el 2017.
En pleno concierto en Chile, Karol G causó euforia en el público al hacerle una jocosa indirecta a su exnovio, Anuel AA.
Los ciudadanos extranjeros son señalados de participar en un ataque armado en Leticia, Amazonas.