“Locomotoro” negro

Jue, 08/03/2012 - 09:00
Ya es oficial: somos un país petrolero. Según las últimas estadísticas del gobierno el 52% de nuestras exportaciones son petroleras. La mayoría de los analistas no

Ya es oficial: somos un país petrolero. Según las últimas estadísticas del gobierno el 52% de nuestras exportaciones son petroleras. La mayoría de los analistas no logran mostrar optimismo por esta cifra. Si bien la riqueza petrolera es bienvenida, no es lo mismo una sociedad donde toda la riqueza sale por entre un tubo, y la tarea de millones se vuelve como intrigarse un poquito de eso para por lo menos sobrevivir, vs. una economía donde cada quien genera su propia riqueza -sembrando su propia hectárea de papa-, por poner un ejemplo. Y otra también es la política que se hace en una sociedad así.

El riesgo que estamos corriendo como colombianos con esto, es que podemos terminar como Venezuela. Con un caudillo dueño de todo el petróleo que en materia de prosperidad, tiene el toque de midas al revés: solo divide la riqueza y nunca la multiplica. Después de todo, el ciudadano de a pie se pregunta, si toda esa riqueza está en el subsuelo y el subsuelo también me pertenece porque soy colombiano ¿dónde está mi tajada? De ahí al Socialismo del Siglo XXI solo hay un paso.

Tal vez por eso pocos parecen estar celebrando este auge. Sin embargo me atrevo a salirme del lote y mirar el tema con optimismo. Porque la clave consiste en pensar muy bien qué hacemos con estos años de vacas gordas para construirnos un futuro mejor. Y la respuesta se llama infraestructura. Por cuenta del auge minero energético de Colombia, esta llegando inversión extranjera directa en montos nunca antes vistos no solamente a ese sector, sino a obras de transporte y a la construcción, particularmente de vivienda. Fondos internacionales están comprando proyectos enteros de vivienda a puerta cerrada, para ganarse la revaluación del peso producto del auge minero, al mismo tiempo que se embolsillan la valorización para luego vender o alquilar los inmuebles.

Esto ha llevado a varios constructores -particularmente en Bogotá- a una intensa competencia y a repensar cómo se vive, y cómo se vivirá en el futuro. Bien lo dijo Winston Churchill, nosotros le damos forma a nuestros espacios, y luego nuestros espacios nos dan forma a nosotros. En este sentido han surgido proyectos como BD Bacatá de inversionistas españoles, el edificio más alto de Colombia que le apuesta a revitalizar el centro de la capital. En el sur, como el proyecto de interés social Ciudad Verde en Soacha, de la constructora Amarilo con apoyo de la Fundación Clinton, con más de 9 kilómetros de ciclorrutas, por mencionar solo un detalle de su apuesta por la sostenibilidad ambiental. O más al norte en zonas de alta valorización como el Chicó, aprovechando el trazado del futuro Metro Ligero, donde han surgido proyectos innovadores como Area 97, y Club Platino Senior Living, el primero enfocado más al mercado corporativo, y el segundo a los adultos mayores. O Baransú, un proyecto del pionero del coaching en Colombia, Luis Enrique Maldonado, quien luego de que se le diagnosticara un cáncer, decidió hacer caso omiso a los médicos y logró curarse a punta de cambiar sus hábitos de vida, para luego convertir este aprendizaje en un proyecto de vivienda con salón de pilates, salón de meditación, SPA, supermercado orgánico con cafetería, techo verde, tratamiento de aguas grises, Feng Shui y neutralización de geopatías. Todas estas apuestas arquitectónicas, están replanteando lo que será la vida urbana en una megaciudad como Bogotá en las próximas décadas.

Lo que está claro es que si los pronósticos de muchos analistas sobre un enfriamiento de la economía de China resultan ciertos, es probable que el auge económico actual se debilite y entonces nos preguntaremos por qué no hicimos más para invertir en espacios que nos garantizaran una calidad de vida por muchos años. Será un reclamo como el que se puede leer entre líneas en el primer mensaje del Presidente Chávez luego de su operación en Cuba hace unos días, donde sorprendió al solo referirse al avance de la Gran Misión Vivienda Venezuela. Mientras el New York Times reportaba al mundo el enorme número de familias en Caracas que viven en centros comerciales, hipódromos, rascacielos de oficinas y hasta puentes, todos "expropiados" e invadidos en la espera del cumplimiento de la promesa de una vivienda digna por parte del gobierno. Si luego de 13 años en el poder con las rentas petroleras más grandes de la historia y las reservas más importantes del planeta, la Gran Misión Vivienda Venezuela no es realidad hace rato, todo parece indicar que con la enfermedad que hoy enfrenta, la oposición unificada, y sus aliados Irán y Siria contra las cuerdas, se le acabó el tiempo. Ojalá no cometamos el mismo error en Colombia.

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