Tiro al blanco

Voy a votar en blanco en las próximas elecciones para la Gobernación del Valle, porque es en abstracto, el único candidato de opinión que tenemos para protestar en contra de la decadencia en la que está sumergida la región y en contra de las imposiciones que desde Bogotá impidieron inscribir candidatos, mediante la recolección de firmas. No es serio que la dictadura de la Unidad Nacional haya escogido al doctor Ubeimar Delgado, aprovechándose de que los Verdes de Peñalosa y de Lucho Garzón, hace rato se acomodaron pragmáticamente, de que los Progresistas carecen de personería jurídica y de que los candidatos del Polo, del MIO y del PIN, son unos perfectos desconocidos por no decir otra cosa. Por eso el voto en blanco no es un inoportuno Ensayo sobre la ceguera como algunos andan diciendo por allí, sino más bien, un oportuno Ensayo sobre la lucidez para ponerlo en los mismos términos de Saramago. Porque el voto en blanco es un derecho y una expresión legítima de resistencia e inconformidad, que tenemos todos los ciudadanos cuando queremos en una elección protestar. Y afortunadamente para el Valle del Cauca, ningún movimiento se apropió de esta alternativa democrática, ni podrá reclamar reposiciones o ganar indulgencias con camándula ajena. Por lo tanto, si en el Valle logramos que el voto en blanco se convierta en la primera fuerza política de la región, estaríamos enviando un mensaje claro y contundente de rechazo a las jefas, a los barones y a sus nefastas prácticas politiqueras de antaño. Esos que están acostumbrados a disponer a su antojo de los puestos y del presupuesto del departamento, como si fueran monarcas desde la capital, con el único propósito de enriquecerse, reelegir a Santos y asegurar sus cuotas en el poder. Sin olvidar el chantaje provinciano, desde el Concejo o desde la Asamblea Departamental para aprobar presupuestos, muchas veces ya comprometidos en vigencias futuras o que son meras ilusiones, basadas en la consecución de improbables recursos internacionales por el tamaño de sus cuantías. En todo caso, ojalá que una buena parte de los 450.000 votos de Jorge Homero Giraldo y otra buena parte del 74 por ciento de los abstencionistas, se adhieran a la idea de votar en blanco. Aunque en caso de que el voto en blanco ganara las elecciones, encontrar nuevos candidatos nos obligaría a enfrentarnos con una triste y desafiante realidad. Porque la ausencia de líderes preocupados por la cosa pública en el Valle del Cauca, se debe a una profunda crisis de valores, a la falta de visión de la clase dirigente y a la falta de relevo generacional. Porque el cuento es el siguiente: el Valle fue cooptado por una clase política y económica emergente muy fuerte, gracias y en buena medida a sus vínculos con el narcotráfico y/o por riquezas conseguidas a cuestas del erario público. Y ahora esa clase está en pugna por el poder con una clase tradicional igual de corrupta, de decadente, de mezquina, de excluyente pero empobrecida o venida a menos. Mejor dicho, el problema del Valle es el eterno problema del poder y creo que ni Foucault o Derrida podrían resolverlo. Al menos que el Valle se convierta en una especie de Myanmar y se repartan entre ellos las utilidades o se distribuya el ingreso de toda la droga que sale por el Pacífico.