Uribízate y vencerás

Jue, 29/09/2011 - 00:03
Nosotros también tenemos nuestro Aló Presidente. Es el mismo formato: el monólogo d

Nosotros también tenemos nuestro Aló Presidente. Es el mismo formato: el monólogo de un político con un nivel de ego suficiente como para pontificar ideas dogmáticas. Y da la casualidad de que ambos megalómanos son calvos. Nuestro Aló Presidente, si nos basamos solo en su nombre, es incluso más egocéntrico que el programa del Comandante Chávez: se llama José Obdulio, a secas. Y es trasmitido, también, los domingos, a las ocho de la noche, la hora de mayor audiencia en la televisión de estos pueblos bolivarianos analfabetas.

Cual Pensador de Rodin, la imagen de José Obdulio es sobria y sofisticada: detrás del pontífice, hay tres televisores con su imagen y delante, un letrero gigante con el nombre del programa. Lo primero que dice Gaviria en cada capítulo es que su programa es el más visto en Colombia: se ve más, entonces, que Yo me llamo y el Show del Suso. Sabrá Álvaro de dónde saca José sus estadísticas, pero, en cualquier caso, son expresadas con tanta prepotencia que parecen verdad. Cuatro minutos después de empezado el programa, habla al invitado. La cámara, no obstante, sigue enfocada en la cara de Obdulio. Monólogo es poquito para calificar este show.

Cable Noticias, el canal de televisión por cable que transmite José Obdulio, es de propiedad veneca, pues su dueño es el exdirector de Globovisión y reconocido antichavista Alberto Federico Ravell. Supongo que el hombre sintió que tocaba hacerle contra peso al panfleto del Comandante.

Confieso que no tenía idea de la existencia del programa de Obdulio. Mi empedernida sintonía del Show de Suso me impidió enterarme. Las personas con las que lo comenté me dijeron que sabían, pero que nunca lo habían visto. Lo que me pregunté es qué hace Obdulio ahí, quién se ve ese programa y de dónde acá los pregoneros del uribismo terminaron siendo periodistas de gran audiencia. Pensé que eso seguro ha pasado siempre en la historia del periodismo y la política en Colombia. Pero después llegué a una conclusión más original: el uribismo sí tiene legado, porque nos dejó un manjar de lectura que este país no se daba el lujo de tener desde que García Márquez dejó las salas de redacción de El Espectador. El uribismo vende, y entre más uribista sea uno, más espacios de expresión le van a dar. Puede ser aburrido, puede ser editado por asesinos, puede ser mentiroso: si usted defiende el legado y las políticas uribistas, los medios le van a dar un espacio.

Colombia no ha superado a Álvaro Uribe. Y tal vez nunca lo supere. Los editores se sienten culpables, me imagino: todos sus columnistas critican a Uribe. Y, como el pueblo todavía quiere al ex, hay que darle cabida a las ideas de ese gobierno. Por eso fue que, durante el gobierno Uribe, en Semana pusieron a Alfredo Rangel y a Rafael Nieto de columnistas, así fueran malos. Desde la posesión de Santos, tanto el urbismo como sus periodistas se han ido desprestigiando. Sin embargo, ahí siguen algunos: los que no están en la cárcel.

Uno es Pacho Santos, el vice que llegó por la puerta grande a RCN radio y con el tiempo ha perdido la audiencia que, se suponía, aseguraba su cercanía al popular gobierno saliente. Como lo dijo el Economist, en el nuevo periodismo va a contar más la transparencia que la objetividad. Por ejemplo, la cadena Fox News y su éxito rotundo han demostrado que las noticias politizadas son una fuente rotunda de audiencia. A eso le apuntó RCN con Pachito.

Parecida es la historia de Ernesto Yamhure, cuya respuesta a su relación con Carlos Castaño todavía estamos esperando: en ese sancocho antiuribista que eran las páginas de opinión de El Espectador era necesaria una voz que defendiera al expresidente. Para eso estaba Yamhure. Pero fue imposible sostenerlo.

En Kien&Ke hay un crítico que se lee muchísimo más que esta columna: Guillermo Rodríguez. El tipo tiene la sana –y sobre todo sofisticada– costumbre de trinarle su columna a cuanta personalidad existe en Twitter, a ver si lo promueven. Por el hecho de que es un uribista de primera línea, la gente lo lee, así lo odien. Uribízate y te leerán.

Igual que a Fernando Londoño y a Obdulio: leerlos es un placer culposo. La controversia, la defensa de lo indefendible, vende, y por eso estos columnistas tienen estos espacios que los grandes medios sienten que es necesario darles.

Es un hecho que el uribismo fue una fuente sin precedentes de inspiración periodística. Si no fuera por Uribe, Samper Ospina no sería tan chistoso. Si no fuera por Uribe, no habría tema. Por eso, hoy en día, los columnistas seguimos hablando de Uribe, porque no hay nada más que decir. Y es que Uribe sigue dando papaya: esta semana se fue por el país entero a promover campañas políticas. Presiento que las páginas de opinión del domingo serán, una vez más, una serie de criticas al expresidente.

Vivimos en tiempos de oscurantismo: ya nadie critica al gobierno. Tal ha sido la sorpresa de Juan Manuel Santos, que los columnistas se quedaron sin palabras. Y todos seguimos hablando del gobierno anterior: por los escándalos, por la ira de @AlvaroUribeVel, por la campaña de Peñalosa. Igual, vivimos un momento de consenso preocupante: los que hablan de Santos es para hacerle gala. El santismo de Semana, por ejemplo, demuestra que el nivel de independencia de esa revista cambia según el gobierno. Y las constantes entrevistas de Santos en El Tiempo, bueno...

Creo que me voy a volver un uribista radical. Si me uribizo, tal vez Alvarito me retuitée, y al fin la gente me empiece a seguir en Twitter. Tengo ganas de ser exitoso, de ganar plata. Tal vez haga un panfleto del estilo de Un Pasquín, pero que sí gane plata. Le voy a poner El Colombiano. El uribismo vende: todas esas poderosas empresas antioqueñas me apoyarán con pauta, estoy seguro. Es increíble que a ningún periódico se la haya ocurrido defender a Uribe para aprovecharse del éxito comercial que eso significa. Lo voy a hacer.

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