Pedir peras al olmo… pedir peras al peral

Se cierra el telón al terminar el primer acto del sainete puesto en escena con un extraño guión en el que el protagonista brilla por su ausencia. Álvaro Uribe ha permanecido tras bastidores y es la imagen que se tiene de él la que, como el fantasma del rey Hamlet, “presagia cuestiones de Estado”. Esta ópera bufa que ha tenido atentos a los colombianos, ha traspasado fronteras como queda en evidencia con las felicitaciones al “expresidente Álvaro Uribe, un héroe” de parte de Donald Trump.

Mientras permanece abajo el telón, me temo que nada bueno pueda pasar… a no ser que las cosas cojan un rumbo muy distinto si el protagonista sale a escena. Esta singular pantomima ha sido elaborada por quienes detestan a Álvaro Uribe mientras que los que lo apreciamos nos hemos conformado con ocupar las butacas como espectadores que reaccionamos apenas con expresiones y gritos de indignación que poco o nada sirven para alterar el curso de la acción. Esta forma particular de visión solo muestra las sombras y no permite ver lo que ocurre en el escenario. Un pasado reelaborado, reinventado, reescrito es el que sirve de referente para actuar en un presente que se distorsiona para conseguir imponernos un futuro siniestro. La ausencia del protagonista, confinado y humillado por cuenta de las manipulaciones de sus inquisidores, por demás caricaturescos pero no por ello menos peligrosos, hace que el suspenso se tome una trama en la que los guionistas hubieran preferido que, como en Psycho, el protagonista muriera apenas comenzada la obra.  ¿Qué podemos esperar en el segundo acto cuando Uribe aparecerá de ninguna manera aniquilado sino fortalecido y envalentonado? ¿Qué papel tendremos quienes hasta ahora hemos sido apenas espectadores pasivos cuando nos corresponda acompañar al protagonista en la acción?

La situación planteada ha generado un cambio de roles cuyo impacto se verá en el futuro cercano. Me viene a la mente el recuerdo de la extrañeza de mi padre cuando un periodista comenzó una pregunta a Belisario Betancur “Presidente, usted que es el hombre más importante del país…” Y fue interrumpido por el entrevistado: “No, el personaje más importante del país es Gabriel García Márquez”, quien acababa de ser galardonado con el premio Nobel de literatura. ¿El presidente de una nación es o no es el personaje más importante? En el reciente debate presidencial en Estados Unidos ¿Trump era el personaje más importante de ese país o solo un candidato al que se le podía irrespetar como efectivamente lo hicieron su contrincante y el moderador? ¿Hoy, en Colombia, el personaje más importante es el presidente Duque o, por obra y gracia de los enemigos del gobierno, lo es Álvaro Uribe? Estas preguntas al margen sirven para reelaborar el ridículo guión del sainete, de la ópera bufa, de la pantomima de los escritorzuelos que deberían estar, ellos sí, confinados.

Otra comparación que me permito, aunque muy arriesgada con un 3 de noviembre tan próximo, es la de Uribe libre con la pronta salida del confinamiento de Trump luego de dar positivo al coronavirus en la que se ha mostrado más fuerte y confiado que nunca. La prueba a la que ha sido sometido Uribe no puede tener como resultado sino el de un liderazgo fortalecido.

El guión lo tenemos que escribir los que estamos del lado correcto como lo demuestran los hechos. La situación no podría ser más favorable y pienso en Bolsonaro. Álvaro Uribe, luego de restablecerse de esta herida en el corazón, tiene las mayores opciones de retomar el timón en 2022. Es deber del presidente Duque y de su partido el de allanar el camino.

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