
En KienyKe.com hemos seguido de cerca uno de los procesos judiciales más trascendentales de las últimas décadas en Colombia. El expresidente Álvaro Uribe Vélez enfrenta un juicio histórico por presunto soborno a testigos y fraude procesal, un hecho que sacude los cimientos políticos y jurídicos del país.
A diferencia de otros procesos que suelen pasar inadvertidos para la opinión pública, este se ha convertido en un tema de interés nacional. Por primera vez, un expresidente colombiano responde ante los estrados en un juicio transmitido en vivo, con un seguimiento exhaustivo de cada audiencia y con la expectativa de un fallo que podría marcar un antes y un después en la historia reciente.
Para analizar las implicaciones de este proceso, conversamos con el abogado penalista Francisco Bernate, quien hizo un balance de lo que este juicio significa para la justicia, el Estado de derecho y la confianza institucional.
Bernate enfatizó que la presencia de Uribe en el banquillo no es un episodio menor. Para él, es la evidencia de que, en Colombia, incluso quienes han ocupado el cargo más alto del poder ejecutivo pueden ser investigados y llevados a juicio. Según el jurista, este proceso reafirma que el país cuenta con jueces y fiscales capaces de actuar sin que su independencia se vea comprometida por presiones políticas.
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Sin embargo, Bernate también advirtió que este caso deja al descubierto las brechas del sistema. Mientras el proceso de Uribe avanza con diligencias casi diarias y un despliegue logístico inusual, la gran mayoría de los ciudadanos —especialmente las víctimas de delitos— enfrentan demoras interminables. A su juicio, este contraste refleja la coexistencia de “una justicia rápida para unos pocos” y “una justicia lenta para la mayoría”.
La carga de la prueba y la postura de la Fiscalía
Sobre la solidez del caso, Bernate fue claro al afirmar que el expediente presentado por la Fiscalía no alcanza, en su concepto, el estándar que exige una condena. Explicó que, aunque se han aportado testimonios y documentos, las evidencias no serían suficientes para demostrar de manera irrefutable que Uribe ordenó o participó en un plan para manipular testigos.
De acuerdo con el abogado, esto abre la puerta a que el fallo sea absolutorio, ya que el principio rector en el proceso penal es que toda duda razonable debe resolverse a favor del acusado. Aunque no descarta que se produzca una decisión adversa al expresidente, Bernate considera que el caso carece de la contundencia necesaria para sostener una condena en segunda instancia.
¿Persecución política o justicia en marcha?
El proceso ha sido interpretado por algunos sectores como un intento de persecución política contra el líder del uribismo. No obstante, Bernate rechaza esa idea. Según él, la jueza ha actuado con independencia y sin sesgos ideológicos. Para el penalista, atribuir el proceso a motivaciones políticas sería desconocer la naturaleza del trabajo judicial.
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Lo que sí genera inquietud, apuntó, es la variación en los criterios de la Fiscalía a lo largo de los años. Recordó que, en administraciones anteriores, el ente acusador había concluido que no existía delito. Sin embargo, un cambio en la cúpula de la Fiscalía dio lugar a un giro en la interpretación de los hechos. Para Bernate, este viraje resulta difícil de explicar a la ciudadanía.
Un fallo con repercusiones nacionales
El abogado también aclaró qué podría suceder con Uribe tras el fallo. En caso de una condena, explicó, no se ordenaría de inmediato su ingreso a prisión. Cualquiera de las partes tendría la opción de apelar ante el Tribunal Superior de Bogotá, que tendría la última palabra en esta fase.
Más allá de la sentencia, Bernate insistió en que el mensaje que queda para la sociedad es inequívoco: Colombia sigue siendo un Estado de derecho en el que las instituciones funcionan, a pesar de las presiones y la polarización. Que un expresidente se someta a los mismos procedimientos que cualquier ciudadano, según él, fortalece la credibilidad en la justicia.
Para Bernate, este juicio envía una señal potente al país y al mundo: la ley está por encima de las personas y las instituciones tienen la capacidad de actuar con independencia. Aunque reconoce los retos que enfrenta la justicia, también destacó el valor de que el proceso se haya hecho público, permitiendo que millones de colombianos sigan de primera mano cada etapa de las audiencias.
En un país profundamente dividido por sus tendencias políticas, el juicio a Álvaro Uribe se convierte así en un termómetro de la salud institucional. Independientemente del desenlace, el proceso ya es un símbolo de que la justicia colombiana puede llegar a todos, incluso a quienes alguna vez ocuparon el cargo más alto del país.