Mark Grieco dice, con cariño, que la gente que lo conoce en Colombia dice que es un “gringo chiviado”. Se aventuró a dejar su vida en Estados Unidos para vivir seis años en Marmato (Caldas) con el único propósito de crear un documental que develara la vida de una comunidad minera, la cual de repente se vio invadida por multinacionales canadienses ansiosas de oro. Fue tanta su cercanía con los pobladores, que los considera una familia y se siente marmateño.
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El documental Marmato fue seleccionada como la mejor película de la competencia oficial del Cine Colombiano en el festival de Cartagena, en enero de este año. KienyKe.com habló con su realizador, un neoyorquino de 35 años de edad que participó en el Festival de Cine de Santa Fe de Antioquia, apoyado por Comfenalco, y que lleva lo mejor del séptimo arte a las calles de este poblado paisa.
-¿Prefiere usted los festivales de cine especializados, a los que solo asisten las élites y personalidades con dinero para pagar las funciones, o le gustan más las muestras como la de Santa Fe de Antioquia, totalmente abiertas al público?
-Mi recorrido con el documental Marmato empezó con su estreno en el festival de Sundance (Park City, Estados Unidos). Ese festival fue fantástico, en especial para estrenar una película independiente. Pero después me di cuenta en las demás giras, que los mejores festivales son los más chiquitos. Los que piensan en el público más que en los distribuidores o la farándula. Por eso creo que el de Santa Fe de Antioquia tiene alma; es un festival en un pueblo tan bonito, colonial, y sus muestras son para todo el público. Es gratuito, al aire libre; la gente viene porque le gusta el cine, son cinéfilos. Para un cineasta, tener un público así es realmente un sueño.
-¿Aprecia más este tipo de producciones un experto en cine, o una persona del común?
-Para mí es sumamente importante mostrar mi documental 'Marmato' en el festival de Santa Fe de Antioquia. Trata un tema muy importante para el país: el conflicto de la minería y la inversión extranjera, en este país dónde la minería es una de las principales ‘locomotoras’ de su economía. Pero siento que con el público colombiano mi documental tiene mucho impacto. Las personas de acá, las comunes que usted dice, van a encontrar una película que hace parte de su entorno, y la van a disfrutar como película. A través de los documentales podemos contar cosas artísticas, cinematográficas y temas de gran importancia social.
-¿Este tipo de festivales, de alguna manera, quitan la idea de que el buen cine es sólo cultura de élites?
-Tuvimos esa experiencia en Cartagena. Es la ciudad más costosa de Colombia en turismo, y además cuando el Festival de Cine se realiza allá, es más caro todavía. Entonces el público que iba a las actividades era gente que podía pagar mucha plata para ver las películas. La filosofía de este festival en Santa Fe de Antioquia me gusta, porque es mostrar las mejores películas en lugares públicos, para todos. La gente se identifica con producciones como la mía: saben cómo es un conflicto minero y lo han vivido en sus pueblos. La gente lo aprecia mucho. Realmente el cine es para las masas, no solo para la élite.
-¿Cómo llega un gringo precisamente a Marmato (Caldas), y decide vivir allí seis años para hacer un documental?
-Siempre he tenido mucha curiosidad por América Latina. Para nosotros los gringos, ustedes son nuestros vecinos, pero tenemos más intereses en otras partes del mundo. Somos muy diferentes de ustedes, aunque geográficamente estemos muy cerca.
Imagen del documental Marmato, elogiado en los festivales de cine de Cartagena y Sundance.
Yo era una estadounidense viviendo en una burbuja, y quería salir de ella. Entonces me fui a Suramérica de mochilero y fotógrafo, tratando de entender un poco a los vecinos latinos. Lo que primero me impactó fue la desigualdad. ¿Cómo es que gente tan rica puede vivir al lado de gente tan pobre? Entonces empecé a buscar algún tema que me ayudara a entender esa brecha. En el viaje primero encontré las minas de Potosí, en Bolivia. Hablando con los mineros, descubrí que ese tema me ayudaría a entender la inequidad. Pero quería buscar una historia donde la minería solo fuera aprovechada por los pobladores del lugar, y no por las multinacionales.
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-¿Entonces llegó a Marmato?
-Duré un año buscándolo, después de Potosí. Llegué a Manizales y hablé con la gente de allí, simplemente preguntando si había pueblos mineros cerca. Todo mundo hablaba de Marmato. Cuando llegué al pueblo hallé exactamente lo que estaba buscando. La gente se beneficiaba al comienzo del oro, pero a la semana de que llegué, justamente, llegó la empresa canadiense a negociar compra de minas. La gente estaba asustada. Decidió que valía la pena hacer el documental. Un año después compré la cámara, volví a Marmato y decidí dejar mi vida en Estados Unidos. Comencé cuando tenía 28 años, en el 2008.
-¿Cómo obtuvo el dinero necesario para sobrevivir seis años en el pueblo?
-Al comienzo fueron ahorros. Así estuve año y medio. Después ya tenía bastante material bueno para hacer peticiones de fondos a organizaciones de cine en Estados Unidos. Instituciones como Sundance dan becas a quienes estén desarrollando proyectos relacionados con medio ambiente, conflictos, derechos humanos. Y cada año obtenía una beca para subsistir y seguir viviendo allá. Pero sí pasé tiempos sin plata, comiendo arroz y fríjoles todos los días. Pero viviendo como un marmateño.
-Tras seis años de trabajo y cientos de horas de grabación, ¿cómo enfrenta el proceso de edición, y desechar tantas imágenes que seguramente le maravillaron?
-Lo más doloroso es que después de tantos años y con tanta relación con la gente del documental a quienes considero mi familia, me hubiera tocado cortar tantas horas de grabación tan íntimas, bellas, muy importantes. Pero uno, como cineasta, tiene que pensar cómo hacer avanzar la historia y qué es lo más importante para la historia misma. Terminé con 400 horas de grabación, y el documental solo dura 88 minutos.
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-La experiencia de vivir con ellos, compartir tanto tiempo, pero en medio de su rol de contador de historias, de documentalista, ¿no le hizo perder en algún momento su punto de vista objetivo, y quizá tomó este documental como causa personal?
-Somos humanos. El cineasta no es un ser omnipresente o separado de la realidad de lo que mira. Uno está participando en eso todos los días, y usar la cámara cambia totalmente la situación. Con el tiempo, la relación del cineasta y su sujeto se hace más cercana. Pero al mismo tiempo, el que sea más natural, quiere decir que la relación fue fuerte. La comunidad me decía que yo ya era muy marmateño.
Claro que tengo mi propia perspectiva de mi conflicto allá. Pero en la película busqué todos los lados para hacer una historia completa y equilibrada. Espero que muestre una perspectiva compleja y no la del cineasta. Pero para mí lo importante era dar la voz a la gente que en ese conflicto no tuvieron voz.
-¿Qué efecto tuvo su documental dentro de Marmato? ¿La gente cómo la recibió?
-El primero de agosto fuimos a buscar una pantalla grande y un equipo de sonido muy bueno para mostrar el documental en el pueblo. Fue el mejor momento de mi vida. Después de seis años trabajando en eso, el pueblo no había visto nada. Y me preguntaban qué estaba haciendo, qué parte del pueblo mostraba o grababa. Pero fue totalmente exitosa esa exhibición; de 2 mil habitantes que hay en el pueblo, fueron a ver el documental 1.500. La gente gritaba, lloraba, sonreía. Ellos no entendían lo que pasaba en su pueblo, y al final dijeron: “vamos a actuar”.
-En esa línea, ¿cómo actuarán?
-Lo más importante de todo es que la gente se sienta apoderada, como que tienen voz en este diálogo. Nadie va a ayudar a Marmato más que la gente misma. Si ellos sienten que tienen algo de valor para luchar, lo harán de la mejor forma. La comunidad afectada por un proyecto así normalmente no es parte del diálogo. Las decisiones las toman los políticos o empresarios. Soy cineasta y no activista, pero si eso puede general un cambio para la comunidad, lo que espero es que tengan una voz para el futuro.
-¿Qué proyectos vienen en su carrera? ¿Seguirá en documentales, o piensa hacer argumentales?
-Siempre voy a hacer documentales, pero el próximo proyecto que voy a hacer son dos guiones de películas en ficción. Están crudos, pero antes del otro documental quiero hacer argumental. Y que no duren seis años.
-¿Nos puede adelantar los temas?
-Una de las películas será grabada en Colombia, y tratará de un viaje en carretera por el país. El documental que grabaré después será sobre tres grupos indígenas de América. Habrá un grupo indígena de Colombia, quisiera que fuera del Amazonas.
-¿La realización de un documental recibe suficiente apoyo?
-Creo que en Colombia hay muchas historias para contar y mucho talento que puede contar esas historias. Pero para hacer documentales mejores, se requiere tiempo. Y eso incluye mucho financiamiento.
-¿Cómo evalúa la situación actual de la industria cinematográfica colombiana?
-Pienso que el cine colombiano está avanzando mucho; va en muy buen camino. Y hay unos cineastas que hacen cosas muy interesantes. Todavía falta impulsar la industria del cine acá. Pero aunque no haya industria, hay cineastas talentosos que están haciendo cosas muy interesantes. Ellos pueden ser las nuevas vanguardias y los nuevos maestros para quienes quieran seguir haciendo cine. Quiero hacer parte de eso en el futuro, por eso estoy trabajando en un guión de ficción en Colombia. Quiero ser ese talento.
-Y ahora, ¿se siente más colombiano o más estadounidense?
-La gente en Colombia me llama ‘grinco chiviado’. De hecho yo mismo reconozco que soy extranjero. Pero realmente me encanta este país; me encanta vivir acá, y entiendo un poquito lo que es ser colombiano, pero poquito. Tengo familia acá, estoy casado con una colombiana y tengo muchos amigos. Me siento honrado de tener el privilegio de vivir acá como extranjero.
El 'gringo chiviado' que reveló el drama de un pueblo minero en Caldas
Dom, 21/12/2014 - 03:55
Mark Grieco dice, con cariño, que la gente que lo conoce en Colombia dice que es un “gringo chiviado”. Se aventuró a dejar su vida en Estados Unidos para vivir seis años en Marmato (Caldas) con