"Nacimos para ser felices ¡Pa’ sufrir ni por el putas!"

Lun, 12/08/2013 - 05:24
El telón del escenario se abre y aparece Yaneth Waldman con un pantalón y camisa negros −que le estilizan la figura−, gafas naranjas, collar de perlas largo, su pelo corto (con el que luce más
El telón del escenario se abre y aparece Yaneth Waldman con un pantalón y camisa negros −que le estilizan la figura−, gafas naranjas, collar de perlas largo, su pelo corto (con el que luce más joven) y su infaltable sonrisa. Sobre el escenario del Teatro Nacional Fanny Mikey reposa una pequeña mesa, una silla, y un bolso, del que, como si fuera el gato Félix, saca celulares, condones, y muchos otros objetos, para ambientar su presentación en el Stand-up comedy ‘Yo nací para sufrir’. En primera fila están algunos de sus amigos actores (Carolina Gómez o Diego León Hoyos, entre otros) que la aplauden con emoción, mientras relata esta historia tan cercana a ella, y a todas las mujeres. − Gracias por estar aquí. Ya saben que la situación económica después de mi divorcio no es la mejor así que me tocó empezar con este Stand-up comedy para exorcizar mis demonios… Claro que cuando el Flaco y yo nos casamos fui muy feliz… Me embaracé, tuve náuseas, nació el niño y no pude volver a dormir, pero yo ¡feliz! ¿O es que acaso no somos felices así todas las mujeres?− De esta forma comienza el monólogo esta actriz, que lleva más de 30 años de carrera. Su actuación de mujer recién separada y “sufrida” se distancia enormemente del momento que Yaneth Waldman está viviendo. Tras bambalinas cuenta que es el mejor de su vida. Se ve feliz y, aunque anda muy ocupada con la grabación de una telenovela y su actuación en teatro, sonríe más de lo usual. No es solo la carcajada, por la que fue reconocida en el programa de RCN Televisión ‘Muy Buenos Días’, su cara luce diferente.

Yaneth Waldman, Kienyke

Ya lleva más de 30 años en la televisión, en los que ha pasado por producciones como 'Pequeños Gigantes', 'Muy Buenos Días', 'Los Reyes', 'En los tacones de Eva' y obras de teatro como ‘El último macho’. Yaneth estudió Educación Especial y trabajaba en un Instituto para Niños con Discapacidad Mental cuando la invitaron a hacer televisión. Fue en 1982. Asistía con sus alumnos al programa 'Pequeños Gigantes', que se emitía todos los días a las cuatro y media de la tarde y donde comenzaron varios actores como Carolina Sabino, Carlos Vives o Carolina Cuervo, entre otros. Yaneth fue la única maestra capaz de grabar un programa con los niños. “‘Hola Pequeños Gigantes bienvenidos al programa’, comencé. Los camarógrafos me dijeron, señorita esto es lo que necesita este programa, vaya y dígaselo a la directora, después de ese día me fui a mi casa, era un sábado, recuerdo, el jueves siguiente me llamó la directora Toni Navia a decirme que querían que hiciera el programa. Allá me quedé 8 años”, cuenta. Waldman, quien es judía, dice que jamás se ha sentido diferente por su religión, aunque no sabe cómo la perciben los demás en este aspecto. Estuvo casada durante varios años, se divorció y es mamá de tres hijos: Joel, Ariel y Michal, quienes ya se independizaron. Mientras se maquilla en el camerino del teatro antes de su presentación, la observa Claude Pierre, su novio, un fotógrafo italiano que la acompaña todo el tiempo. Solo sale de ahí cuando ella le pide que por favor le compre unos nuggets de Macdonalds. − Cla, ¡No me compraste los nugets!− le dice, pero se percata de su tono de voz e inmediatamente lo suaviza: “Tranquilo mi amor, así está bien”. Yaneth tiene un temperamento fuerte y no lo esconde, pero también le gusta ser tierna y amorosa. −Yo soy la misma persona que ven en mi casa, en el trabajo, en todos lados. Soy sencilla con todo el mundo y eso se lo pueden preguntar desde las maquilladoras hasta los productores de cualquier programa en el que he estado. Es mi sello y me molesta tener que ver tantas estrellitas en los medios.

Yaneth Waldman, Kienyke

Es estricta. Tampoco es una persona muy abierta. Cuida su espacio personal a todo momento. No permite entrevistas en su casa y no contesta  fácilmente a todas las preguntas, a pesar de que parece una mujer muy descomplicada. “‘Qué te cambies la camisa’, ‘No te hagas acá, mejor hazte de este lado’: cuando uno es mujer parece imposible no decirles que cambien algo (risas)”, dice Yaneth con respecto a su novio. “Pero la mujer también es una fuerza de amor infinita y ellos se deben sentir agradecidos por eso”. Yaneth va en la segunda o tercera capa de maquillaje y aún no termina. Se aplica un rojo intenso en los labios, dice que en teatro el maquillaje debe ser aún más fuerte que en televisión, para no parecer enferma con el reflejo de las luces. Unos 20 minutos más y termina. Cuando acaba sus ojos quedan gigantes y con una expresión más marcada que el resto de su rostro. En el camerino hay portaretratos con las fotos de sus hijos y en el espejo una en especial con Claude. En esta sale con el pelo naranja (ahora lo tiene más oscuro) y unas gafas de colores. Alegre. − ¿Qué colores le gustan, Yaneth? −En realidad no soy una persona de tantos colores. Me encanta el negro. Siempre uso pantalones negros para esconder mis caderas, pero en general creo que un toque de color en las gafas o las camisas está bien. Entra su novio al camerino y ella le agradece por traerle la comida. La pregunta sobre qué le ha enseñado el amor en esa etapa de su vida, interesa a Claude, quien se acerca para escuchar atento. −Creo que es una manera menos loca e intensa de amar, pero es una felicidad muy grande estar con él. Querer verlo en las mañanas y sentirme plena es lo mejor. Sabes, yo ya llevó más de 25 años en la televisión. He trabajado muchísimo y pasé por un divorcio. Me veo con él una casa junto al mar. Así simple y sencillo. Yaneth debe quedarse sola en el camerino antes de la presentación. Le prende, sagradamente, una vela a su difunto padre para rezarle antes de salir al escenario. Los nervios aparecen unas horas antes y repasa el libreto varias veces. Así  ha sido siempre y le gusta la disciplina, pero antes contesta algunas preguntas.

Yaneth Waldman, Kienyke

¿Cómo se siente con esta obra? Desde el 11 de julio (2013) estamos presentando este monólogo, que es una historia original de Juan Manuel Cáceres, dirigida por Diego León Hoyos. La recepción ha sido divina y la gente se siente súper identificada, unos por los hijos, otros por los cachos. ¿Cuál es el mensaje de ‘Yo nací para sufrir’? La idea es que las mujeres se den cuenta que no se deben aguantar todo. Ni con los esposos, ni con los hijos. Esta obra enseña que hay que cambiarse el chip. Yo me lo cambié, me divorcié y entendí que uno puede ser feliz cuando quiera. ¡No nacimos para sufrir! ese es el mensaje. Su risa contagiosa es su sello personal… ¿Cómo es Yaneth Waldman triste o brava? La gente piensa que como me río mucho, no tengo problemas, pero no es así. Soy como cualquier ser humano con momentos difíciles, tristezas, problemas. A mí también me cortan la luz, el agua, lo que pasa es que soy de buen genio. En mi casa soy estricta con mis hijos y puede que la gente diga: ¡Qué delicia uno con una mamá payaso! Pero igual que cualquier me emberraco. ¿De dónde sacó esa capacidad para soltar la carcajada tan fácilmente? ">Yo toda la vida me he reído así. Esa risa la heredé de mi mamá que se ríe fuerte y es muy alegre. Me gusta encontrarle el lado positivo a cualquier situación complicada. La vida es corta y difícil, por eso hay que buscarle a cada cosa difícil el lado amable y en esas me la he pasado. ¿Por qué llora Yaneth? Lloro todos los días de mi vida, soy muy chillona. Lloro cuando veo a un niño con hambre en la calle, cuando veo a un anciano. Lloro horriblemente ¡Qué cosa! Lloro hasta despidiendo un tren de carga. ¿Qué tan importante es la alegría, el humor? Es todo. Mi alegría es estar en familia. Es compartir con mis hijos, tener vida, salud, trabajo. Uno puede buscarle la situación alegre a todo lo malo. A todo, todo. Con el ejemplo que se quiera, lo que pasa es que a veces uno no entiende las cosas en el momento, pero cuando pasa el tiempo dices: ya entendí por qué no obtuve ese trabajo, por ejemplo. A veces somos un poco obtusos de pensamiento y no le queremos ver el lado positivo a la vida. Por otra parte, el humor es lo que nos permite avanzar, tener otra energía, ser felices.

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Usted llegó a la televisión de una forma inesperada, ¿ya sabía que tenía talento para actuar y presentar? Yo sí sabía porque era muy payasa y había hecho teatro en el colegio y la universidad. Cuando me llamaron para el programa yo estaba terminando mi carrera y entré a hacer muchos talleres con varios maestros de actuación. Cada curso que veía me metía y 'Pequeños Gigantes' era una escuela diaria. Después de tantos años de carrera, ¿cómo ve en este momento la televisión? Es un lenguaje totalmente diferente. La mística cambió. Hoy en día muchos jóvenes se toman esto no como una profesión, sino como algo a la ligera, porque de pronto tienen una cara o un cuerpo bonito y piensan que eso es ser actor o actriz. Pero no tienen ni idea de la disciplina, ni el compromiso. Es como pedirle a un abogado que defienda en una corte sin haber estudiado derecho, o un médico, que no estudió nada, que te quite una hernia. Es lo mismo, la gente se debe tomar la actuación con la misma responsabilidad porque es una profesión. No es como ‘soy bonito y salgo en televisión y por eso soy actor’ ¡No! Esa gente entra y sale. ¿Cuál es esa mística para actuar de la que usted habla? La gente piensa que esto es una mamadera de gallo: venir y negociar por dos pesos con tal de salir en televisión. no estudian, no leen un libreto, ni la historia. Son muchos los casos donde no hay profesionalismo. ¿Qué le quedó de haber trabajado en ‘Muy Buenos Días’? ¿Qué piensa actualmente de sus presentadores? Yo hablo de mí, no de los demás. ‘Muy Buenos Días’ fue una experiencia muy dura y difícil porque me levantaba todas las mañanas a las 3 y 20, me recogían a las 4 y me iba a trabajar. Llegaba a las 4 y 14 al programa y decía “Buenas noches” porque andaba muy confundida con ese horario. Ahí conocí a Carolina Cruz, que es otra hija que la vida me dio y hasta el día de hoy somos unidas. Fueron tres años que los agradezco y tomo como una gran experiencia.

Yaneth Waldman, Kienyke

¿Todavía es amiga de Jota MarioValencia? Sí claro. Jota Mario es un tipo que sabe mucho de televisión, lleva muchos años, y es un señor muy creativo, muy trabajador. A él le aprendí las ganas al trabajo. ¿Qué le gusta a Yaneth Waldman? Soy muy hogareña y, a pesar de ser alegre, cero rumbera. ¿Con qué sueña? Sueño con el mar, mis nietos y con poder estar con mi pareja actual que me da estabilidad. ¡El amor a esta edad es genial! ¿A quién admira? Admiro a mi mamá, que trabajó toda la vida con mi papá en su almacén de telas. Podía estar cansada, pero siempre era amorosa y alegre. Diría que admiro a Gandhi, o a ese tipo de ídolos, pero me llama más la atención el reciclador debajo de mi casa que cada que le bajo las botellas de plástico me saluda y me dice que todo está muy bien, no importa si trabaja en la madrugada y con ese frío. ¿En qué otros proyectos está trabajando? La otra semana se estrena la última novela en la que trabajé para el canal RCN: se llama ‘El día de la suerte’. Después de una hora y media de presentación Yaneth concluyé en su obra: “Yo de vieja me volví contorsionista…Y es que de verdad nacimos para ser felices, ¡Pa’ sufrir ni por el putas!”. El público se para y se escuchan los aplausos. No sabemos si hoy la risa de Yaneth le trajo algunos inconvenientes (como orinarse en los pantalones, algo que ya le pasó). Su novio la está esperando como todas las noches y ella “feliz, feliz” sale a su encuentro. Se cierra el telón y desaparece dejando solo risas. @JuanaRestrepo87
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