El preinfarto que hoy tiene “inclinado” (hospitalizado) a Juan Ricardo Lozano nada tiene que ver con su retiro de Caracol TV (esta semana), después de 25 años de trabajo, porque hacer reír es más difícil que insultar. Tampoco con el hecho de que su segunda señora, Carolina, esté embarazada. Mucho menos por problemas económicos. Algo por las amenazas de muerte recibidas.
El popular ‘Alerta’ trabaja mucho. Se levanta a las 3 de la madrugada todos los días. Sus participaciones en ‘Sábados Felices’ y ‘La Luciérnaga’ constituyen un descanso. Lo duro son sus presentaciones por todo el país, y los muchos viajes al exterior. “Es un trote endemoniado”, dice Gonzalo, uno de sus cinco hermanos, que se pueden morir de hambre si les tocara vivir de los chistes.
El estrés acumulado lo tiene pensando en irse del país por un tiempo. Quiere practicar inglés, aunque algunos le dicen que aprenda primero el castellano. Desea consagrarse más a sus hijas (de 18 y 16 años) que vio crecer a la distancia porque él andaba haciendo reír al país. Son hijas de un primer matrimonio que se acabó porque su mujer ya ni siquiera sonreía con sus apuntes. La ruptura se produjo una noche que a ella se le ocurrió decir en voz alta: ¡los mismos chistes de siempre! Comparto que fue una ofensa imperdonable.
Lo de las amenazas es asunto viejo. Es posible que se trate de humoristas que lo quieren sacar del ring para ocupar su puesto. Guerrilleros que se quejan porque ‘Alerta’ dizque estuvo amenizando fiestas de paramilitares. O paracos que lo acusan de subversivo. Las pesquisas descartan a ‘Polilla’ y a ‘Don Jediondo’ porque en las interceptaciones del DAS hay testimonios de mucho afecto por su compañero.
Juan Ricardo es el cuarto hijo de una familia de clase media. El padre, Juan Clímaco, era un viejo jocoso que le sacaba punta a todo, mientras doña Aurora le ponía seriedad a las discusiones familiares. Como la situación económica era difícil, el viejo le encontraba alguna broma a cada complicación. Y así fue hasta se fue de este mundo, con la sonrisa de siempre.
La tozudez de ‘Alerta’ (el hambre es madre de las artes) es reconocida por toda su familia y no solamente ahora que es rico, según dicen las malas lenguas, en este medio de la farándula donde todos sabemos a quién dispararle por un pequeño préstamo. Ese muchacho cojo y “desbaratado” desde chiquito –por cuenta de la poliomelitis que casi lo mata en sus primeros meses de vida– fue locutor de varios almacenes populares en el centro de Bogotá. Creo que no alcanzó a serlo del Tía porque le faltó experiencia.
Se presentó a ‘Sábados Felices’ y lo rajaron de inmediato. Volvió semanas después con ‘Alerta’, una imitación del gran locutor Cristóbal Américo Rivera, de inmensa sintonía por muchos años. El humor en la voz de Rivera abrió el boquete de éxito que lo mantiene vigente, tras dos décadas de aplausos.
El talento natural y su disciplina férrea lo mantienen en el pedestal que hoy le reconoce el país. “Y Dios le compensó la cojera con la genialidad del humorista”, me dice otro de los hermanos del popular “cuenta-huesos”.
A propósito: su recuperación es notable. Hoy que llamé a la Clínica me dijeron: “Acaba de salir. Por aquí cojió…”. (Le pido al corrector de estilo que lo mantenga con “j”, porque con “g” es otra cosa).