Camino a la muerte

Jue, 06/01/2011 - 04:00
Fotos: Joaquín Sarmiento

Durante cuatro años los toros de lidia viven como reyes. Corren libres en enormes terrenos, y si no tienen el pasto suficiente, se les alimenta con conce
Fotos: Joaquín Sarmiento Durante cuatro años los toros de lidia viven como reyes. Corren libres en enormes terrenos, y si no tienen el pasto suficiente, se les alimenta con concentrado de primera calidad y con forrajes que se siembran en las áreas baldías. Pero de manera repentina la vida bucólica de estos animales se acaba cuando llega el día de la embarcada de los encierros. Ese día, el ganadero y los capataces llegan en caballos mansos pero valientes para llevar a los toros a la plaza. Se suele soltar un buey, un animal muy calmado en el que los toros confían, para que los conduzca hacia los corrales. Por primera vez en su vida conocen el encierro, y es entonces cuando hacen sentir su temperamento brioso y territorial. Golpean los corrales, se amenazan entre sí, levantan polvaredas a rasgar la tierra con las pezuñas. Luego son transportados a la plaza en un camión que tiene seis cajones, uno para cada toro. Los animales soportan el viaje hacia la plaza viaje incómodos, bufando, meciéndose al vaivén del automóvil, golpeándose contra las paredes del cajón. Al llegar a la plaza se les confina en unos corrales de paredes blancas. Su vida está a punto de terminar. Pronto, “Tacañito”, “Cortesano”, “Trabalenguas”, “Zapatero” y “Fumador” saltarán a la arena entre los rúgidos del público. Irán camino a la muerte.
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