Día 3: El barco de Greenpeace llega al Golfo de Xaltegua

Dom, 18/03/2018 - 14:35
Kienyke.com, a bordo del barco de la organización Greenpeace, está en la Patagonia chilena; un viaje que busca conocer daños al planeta en este paraíso. Una aventura que será contada en v
Kienyke.com, a bordo del barco de la organización Greenpeace, está en la Patagonia chilena; un viaje que busca conocer daños al planeta en este paraíso. Una aventura que será contada en varias entregas. Esta es la tercera parte…   De derecha a izquierda, de arriba a abajo, mi cuerpo se mecía sin desearlo mientras estaba en la cama por culpa de las olas de dos metros que atravesó el Arctic Sunrise para llegar al golfo de Xaltegua, un lugar que visitan las ballenas para alimentarse y cuya ubicación es transmitida a los ballenatos desde antes de su nacimiento por medio de los genes, de ahí la importancia de conservar este ecosistema intacto, y de impedir que los cultivos de salmón deterioren las condiciones de las aguas, al contaminarlas con el alimento, las heces (fecas) y los antibióticos que usan para mantenerlos con vida. A las 4 a.m. me levanté para tomar una pastilla para el mareo, ya que a las 7 debía estar en pié para iniciar las labores del día. Luego de desayunar, en esta oportunidad ayudé al colega César Sandoval a limpiar las duchas. Las actividades comenzaron temprano. En la mañana, tipo 10 a.m. tuvimos un salida en el Susy Q y el Sid, las dos pequeñas embarcaciones para las travesías en el exterior. [single-related post_id="858942"] El mar estaba agitado y subirnos a nuestros transportes fue un poco más difícil que el día anterior. Para hacerlo hay que seguir a raja tabla las reglas. Vestidos con nuestros trajes protectores y bajo la supervisión de Nacho, el primer oficial, es necesario tomarse de dos cuerdas, de espaldas a la salida (Pilot door), y esperar hasta que el conductor, en este caso Pablo Accattoli, dé el OK para bajar tres escalones de una escalera colgada y abordar. ¡Prueba superada! Con todos en el Sid. emprendimos el viaje adentro del golfo, en donde esperábamos ver huillines, unas nutrias que también habitan Argentina y si bien son de agua dulce, en la región gustan de las zonas costeras. El huillín, cuyo nombre científico es Lontra provocax, mide entre 1 y 1,2 metros de largo y pesa entre 6 a 15 kilos. Además, cómo es un animal que encuentra en los peces, crustáceos y aves de la zona su fuente de alimento, si las condiciones del ambiente cambian, su hábitat puede ser amenazado. [caption id="attachment_860129" align="alignnone" width="1024"] Fernando de la Orden - Clarín[/caption] En el camino hacia el encuentro de los huillines, no hay forma de no quedarse atónito con el paisaje. Las montañas aparecen unas tras otras, algunas con vegetación intensa, algunas con vegetación escasa, algunas con sus puntas nevadas. El agua golpea en la cara y se siente como piquetes de avispa, sin el dolor intenso, y los dedos, pese a estar cubiertos con guantes, son los primeros en sentir el frío de unos 10 grados que con el viento se sienten como si fueran 3 a 4 grados menos. Los intentos de tomar calor fueron inútiles: no funcionó frotar las manos en la ropa, porque estaba húmeda, ni soplar a través de la lana. El aliento fue insuficiente para sumarle unos grados de temperatura a la sensación de congelamiento que tenía. [single-related post_id="859550"] Sin embargo, mientras eso sucedía, un pingüino asomó su cabeza sobre el agua y me hizo olvidar el frío. Luego aparecieron algunas aves, entre ellas un martín pescador, que para la comunidad indígena Kawésqar -originaria de la región- se llama kajeco (kayecho - fonéticamente). Como el barranquero, ese pájaro que se puede observar en los bosques de la ladera oriental de Medellín y tiene una cola larga con una pluma al final que parece una flecha, el kajeco se quedó quieto en la rama de un árbol para ser fotografiado y observado sin inmutarse. Es un animal hermoso, tiene un plumaje azul grisáceo, un collarín blanco y un pecho rojo granate. Su pico es medianamente largo, alrededor de sus ojos tiene un plumaje blanco y negro que le da a su mirada el carácter que me imagino rudo porque una especie de cresta termina de darle forma a su cabeza. Desde su rama, el kajeco nos vio alejarnos camino de nuevo al Arctic Sunrise, que esperaba en aguas más profundas nuestro regreso. No vimos los huillines, pero no fue motivo de insatisfacción. Este viaje está lleno de postales imposibles de olvidar. Mientras me encuentro en ese bote pienso en las maravillas que tenemos en este planeta y en los seres tan fuertes, para vivir en estas condiciones agrestes, y al tiempo tan sensibles a los cambios que impone el hombre sin medir las consecuencias. Un arco iris se forma entre el cuerpo de agua y una nube, y le agrega, como si fuera posible, un poco más de belleza a lo que se puede observar en el golfo de Xaltegua, en la Patagonia chilena. No dejo de pensar que hace cuatro días estaba en Medellín, que por estos días atraviesa una crisis de contaminación del aire, y ahora estoy en un lugar casi inexplorado. Todo es tan puro que sería una pena que no se tomarán las medidas suficientes y necesarias para garantizar su conservación. A unos metros del Arctic Sunrise, que aguarda al costado de una montaña de cima puntuda y nevada, sigo los destellos del sol que aparece entre las nubes para regalarme unos minutos de calor. En el trópico le huyo al astro rey, en la Patagonia lo ansío y recibo sus rayos como una bendición porque ayudan a mi cuerpo a calentarse.  
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