En su libro Del Palacio de Justicia a la Casa de Nariño, construido con testimonios, Jaime Castro explica que el objetivo de los guerrilleros era tomarse el poder.
Romper la tregua y retirarse del proceso de paz fue decisión que
el eme acompañó de propósito expreso: «ser gobierno», «debíamos
asumirnos como un proyecto democrático de poder». Para lograrlo
había «una nueva generación de guerreros militares con vocación
de poder [a los que se] exigía el máximo en cuanto a entrenamiento
físico y combativo… [Eran] personas de todo el país, comunes y
corrientes, listas para ganar y dirigir el país… [porque] el diálogo
ya no podría nutrirse de la concertación, sino de la dinámica de
masas con perspectiva de poder. Teníamos que dejar de vernos como
oposición en armas para asumir conductas de gobierno, (esa)
definición nos marcaría a partir de entonces: la de ser gobierno»151
(negritas fuera de texto).
«Teníamos la teoría de que íbamos a ser gobierno e incluso estábamos
convencidos de que el 86, el mundial de fútbol lo íbamos
a hacer nosotros [la FIFA había concedido a Colombia la sede de ese
mundial]… A Escobar [Pablo] lo visitamos para preguntarle cuál iba
a ser su posición en caso de que fuéramos gobierno. Él nos respondió
que estaría interesado en madurar la fórmula que le ofrecieron
los narcos al presidente Betancur por conducto del expresidente
López en Panamá» (negritas fuera de texto). El exguerrillero se
refiere a las conversaciones que en mayo de 1984 tuvieron lugar en
el Istmo y que desataron un gran escándalo político.
Los asaltantes que viajaron en uno de los carros que los llevó
al Palacio estaban convencidos de que «de ahí salimos para la Casa
de Nariño a gobernar». Su estado de ánimo «era producto de la
sensación de empezar a ser gobierno, de ser poder. Elvencio Ruiz y
[quien lo acompañaba] se imaginaban que se formaría un nueve
de abril con participación popular afuera, que la gente se organizaría
y habría manifestaciones»153 (negritas fuera de texto).
La víspera del asalto, según relata quien conoce bien sus antecedentes,
Andrés Almarales pensaba: «mañana a estas horas, el futuro de Colombia habrá cambiado irrevocablemente».
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