El regreso triunfal de la policía lesbiana

Mar, 13/09/2011 - 18:50
El sueño de la teniente Sandra Mora de vestir el uniforme verde oliva comenzó en su infancia, durante su secuestro. A los ocho años de edad, su mamá, María Betty, quien debía trasladarse por cue
El sueño de la teniente Sandra Mora de vestir el uniforme verde oliva comenzó en su infancia, durante su secuestro. A los ocho años de edad, su mamá, María Betty, quien debía trasladarse por cuestiones de trabajo al hospital de Puerto Carreño, Vichada, la dejó al cuidado de una familia bogotana por un par de meses mientras ella terminaba segundo de primaria. Lo que parecía temporal se convirtió en un secuestro extorsivo de tres años. Sandra recuerda, sin melancolía, que durante el plagio fue llevada por temporadas a Cali, Pereira y finalmente a Armenia, donde fue rescatada en una finca cafetera por el DAS y el F-2 a los once años de edad. También confiesa que no estudió durante esos años y fue víctima de algunos abusos de los que prefiere no dar detalles. Aunque apenas era una niña, se prometió que trabajaría por ayudar a los demás y que no permitiría que nadie volviera a abusar de ella. Así forjó su carácter firme y fuerte, aquel que dejó en evidencia durante más de una década, tiempo en que luchó por su reintegro a la Policía Nacional después de haber sido desvinculada por ser lesbiana. La noche anterior a su reintegro, Sandra Mora no durmió. Se levantó a las 4.00 a.m. pensando en que se le haría tarde. Ese lunes 5 de septiembre estrenó uno de los cuatro uniformes que le dieron de dotación. Once años después de su retiro, volvía a sentir la misma sensación de cuando fue cadete, hace 18 años, y se puso por primera vez los trajes de gala, las botas y el gabán que hoy atesora en casa de su padre. Se maquilló con un poco de pestañina, lápiz y brillo en la boca. La teniente Sandra Mora después de once años volvió a usar el uniforme verde oliva. La teniente ahora hace parte de la Dirección Nacional de Escuelas, se preparará para ascender al grado de mayor y recibirá los salarios que no le pagaron durante once años. Gracias a un fallo del Tribunal Superior de Meta, Sandra volvió a usar una falda verde hasta la rodilla, medias veladas y lustrosos tacones negros para ser recibida por el General Óscar Naranjo, director de la Policía Nacional. Es sábado, su primer día de descanso después de una semana de reintegrada. La teniente Mora limpia la mesa del comedor con un trapo blanco. Minutos después se sienta en un pequeño sofá a contar su historia. Luego de su secuestro, Sandra retomó las clases para aprobar el segundo grado. Comenta que era la alumna más grande del salón y que desfogó su rebeldía en la danza, el baloncesto y el atletismo. En esos años hizo parte de la infancia misionera y participó en el coro de la iglesia. Se graduó del colegio en la ciudad de Villavicencio. En los últimos grados, trabajó en el negocio familiar, un almacén. Su primera inclinación fue por el Ejército, pero para esa época no había mujeres en las filas de la institución. Comenta que a su mamá no le gustaba mucho la idea. Prefería que su hija estudiara una carrera como medicina. Después de un viaje a Medellín, se presentó por primera vez a la Policía Nacional, pero no pasó el proceso de incorporación. Mora no se rindió y seis meses después lo intentó de nuevo. Fue así como hizo parte del curso 068 de 1993. Dice que lo más difícil de su formación fueron las dos investigaciones y las presiones que sintió por su orientación sexual. Su primer cargo luego de graduarse como oficial fue el de comandante de policía de menores en Villavicencio. La destitución llegó cuando era comandante del aeropuerto Vanguardia de Villavicencio, un punto estratégico para el tráfico de drogas y la presencia de grupos armados ilegales. Allí tuvo a cargo a más de una docena de policías. Mora recuerda a la perfección el 10 de octubre de 1999, fecha en que el coronel Mario Gutiérrez Jiménez la citó a las 3.00 p.m. en su oficina. Le dijo que sabía de su relación con una piloto comercial y que tenía que dejarla; de lo contrario, la acusaría de nexos con el paramilitarismo y el narcotráfico. Sandra, molesta, le contestó que él no tenía cómo comprobar sus acusaciones. No obstante, ocho meses después la teniente Mora tuvo que abandonar las filas de la Policía. A su regreso a la Policía fue recibida por el general Óscar Naranjo. Tiempo después, decidió buscar ayuda para hacer cumplir sus derechos. Sandra escribió varias cartas a distintos presidentes de la República y siempre recibió la misma contestación, la cual provenía de la Policía. Resolvió acudir a la exsenadora Piedad Córdoba, a quien en cinco páginas le narró su historia completa. Ella la remitió donde una periodista de El Espectador para que le contara su caso. De esta manera, el tema de la teniente lesbiana se hizo popular. Sandra recuerda emocionada que Yamid Amat la entrevistó y el programa ‘Séptimo Día’ le hizo un seguimiento durante varios meses para documentar su vida. En medio de su lucha judicial tuvo que sobrellevar algunas crisis económicas y fue víctima de explotación laboral. Sobre esto ella no da muchos detalles. Mientras habla y mueve sus manos con propiedad, cuenta que cuando perdió su investidura, trabajó en seguridad en lugares como el Terminal de Transporte de Bogotá y en el supermercado Surtimax. También ejecutó durante los últimos dos años algunos proyectos con la Alcaldía Local de Chapinero porque, además de policía, es profesional en administración de empresas. Así esperó el fallo que se dio el 25 de enero de 2011 y se confirmó el 21 de agosto. Cuenta que su mayor apoyo fue Dios, su familia y la pareja con quien comparte su vida desde hace más de una década. Pero la batalla de Sandra no termina, ahora se enfrenta a algunas amenazas contra su vida que se han hecho más evidentes durante su primera semana en la Policía.
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