Desde la semana pasada miles de centroamericanos se despidieron de sus familias para congregarse en la frontera sureste de México y unirse a la “Caravana Migrante”, con el objetivo de arribar a los Estados Unidos y solicitar refugio colectivo.
A ese grupo se integró el hondureño Elmer Humberto Rocha Mejía, quien comparte algo en común con todos: huyó de la violencia y la pobreza para conseguir un empleo y sacar a su familia de su país. “La violencia en Honduras ha sido bastante tremenda, eso nos separa”, dice Rocha Mejía de 34 años a la Agencia Anadolu.
La idea de la caravana de cruzar juntos y no quedarse atrás, además de ser una estrategia colectiva para exigir el respeto a sus derechos humanos, es protegerse de los diversos peligros en territorio mexicano: los secuestros cometidos por los cárteles de la droga, así como las extorsiones y agresiones de las policías locales, denunciadas por el sacerdote Alejandro Solalinde.
A pesar de que la caravana lleva ocho años, esta es la primera vez que fueron recibidos en la frontera con 200 policías federales que, como una muralla humana, contenían el ingreso desde el jueves pasado. “Los migrantes emprendieron el intento para cruzar a suelo mexicano, pero fueron reprimidos por parte de la Policía Federal”, cuenta Rubén Figueroa, defensor del Movimiento Migrante Mesoamericano.
El despliegue del Gobierno mexicano sucedió luego de un reclamo del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y de una reunión que mantuvo el presidente Enrique Peña Nieto, con el secretario Mike Pompeo, para frenar la “migración ilegal”.
Eso obligó a una minoría de migrantes a solicitar refugio, al tiempo que la mayoría está cruzando el Suchiate, un río que divide la frontera México-Guatemala.
“Todo ser humano desea vivir dignamente”, dice Elmer, quien forma parte del primer grupo que arribó con los pies hechos añicos, y sigue su camino hacia el norte del país, recibiendo muestras de solidaridad con agua, víveres, cobijas y ropa.
Para Figueroa, “esto es una situación de crisis humanitaria, un éxodo de personas saliendo de su país, y lo que hay detrás es violencia y represión por parte del gobierno”.
Un sueño
Nacido en San Pedro Sula, Honduras -la municipalidad con la mayor tasa de homicidios dolosos en América Latina -según el Consejo Ciudadano para la Seguridad y la Justicia Penal- el joven decidió que era momento de buscar nuevas oportunidades porque tiene un hijo de seis años, y en noviembre próximo tendrá uno más.
“En temporadas de invierno y verano, hay que trabajar lo poquito que se tiene para lograr sobrevivir. Así es la vida, pero ya no le da a uno eso”, comenta el joven.
Su nivel de estudios es básico y fue criado en una familia cristiana, por lo que a la hora de despedirse, cuenta el hondureño, se encomendó a dios y tomó las pocas cosas que tenía para emprender su camino.
“Desde que salí de mi casa, me puse a orar para que Dios me guardara en el camino. Es mi primera vez que me aventuro y nosotros intentamos entrar por la aduana, pero fue un problema”, explica.
Por esa razón, pagaron para abordar las balsas elaboradas de llantas inflables y pedazos de madera, donde caben alrededor de seis personas. Sin embargo, cuando Elmer se encontró de frente con el río, su cuerpo de paralizó:
“Intenté cruzar y de los nervios no podía, después vi que pasaban más y dije: 'me voy a pasar, porque veo difícil cruzar por la aduana'”, narra.
Elmer señala que a su edad no ha logrado crear un patrimonio y su deseo es construir una casa y sacar de la pobreza a su familia. “Quiero ahorrarme un dinerito para poner un negocito. Quisiera darle un mejor destino a mis hijos, un nivel más elevadito”.
La ruta
Rocha Mejía cuenta que durante el trayecto Ciudad Hidalgo-Tapachula, Chiapas, han recibido gestos de solidaridad de las comunidades: “La gente ha cooperado bastante, nos da agüita, galletas, y así hemos venido pasando”.
La noche de este domingo tomaron un descanso en el Patio Central de la localidad y se pusieron a tocar tambores y bailar salsa para amenizar el momento. Habían caminado casi 40 kilómetros, y la mayoría llegó a empujones para dormir.
Este lunes, a las 11:30 de la mañana, siguieron su camino hacia Hixtla, Chiapas.
Este primer grupo de la caravana llegó desde el 17 de octubre, y es hasta esta semana que han podido seguir, debido a que, es la primera vez que se emprende una acción regional entre los gobiernos estadunidense, mexicano y centroamericanos, para evitar la llegada.
Consecuencia de ello fue que alrededor de 2.486 regresaron a Honduras y Guatemala, a través de autobuses enviados por los gobiernos, informó a la prensa el mandatario Jimmy Morales.
A pesar de ello, el primer grupo que caminó, donde iba Elmer, sumaba alrededor de 5.133 migrantes, de acuerdo con la Diócesis de Tapachula y el Instituto Nacional de Migración (INM), al tiempo que otros poco más de 9.000 aún no pueden cruzar. De ellos, se han aceptado 1,028 solicitudes de refugio, de acuerdo con la Secretaría de Gobernación
En respuesta a ello, Trump dijo a través de Twitter que los policías y militares mexicanos son “incapaces de detener” la caravana.
Sin importar lo que ha sucedido, Elmer sólo piensa en su familia y en regresar únicamente cuando tenga la oportunidad de mejorar sus condiciones. Él espera que, tanto Peña Nieto y Trump, “sean tocados por el corazón por Dios”.
Para él, esta despedida significa un mejor futuro para su hijo de seis años y el próximo que nacerá a finales de octubre.