Carlos Salas
Carlos Salas

Paradictatorial

Aunque el término paradictatorial en el contexto de la política actual en Latinoamérica da de por sí una idea de su significado, nos será útil definirlo con claridad. La expresión paradictatorial se escucha en cada una de las intervenciones en las redes del abogado y político boliviano exiliado en USA, Sánchez Berzaín, lo que no es de extrañar siendo él mismo quien lo acuñó para señalar a gobiernos como el de Brasil, México, Honduras o ¡cómo no! Colombia. Gobiernos que fueron elegidos en democracia, así sea con fraude, que legitiman y apoyan dictaduras como las de Cuba, Venezuela o Nicaragua en clara complicidad ya sea en el campo político, el económico y el de derechos humanos, complicando aún más las cosas con el del narcotráfico.

“Para” significa junto o al margen de. No son dictaduras, pero actúan junto a ellas favoreciéndolas: “Los gobiernos paradictatoriales son aquellos que surgen de elecciones democráticas, pero actúan en favor o en complicidad con las dictaduras de la región, dándoles protección, legitimidad y sostén”, dice Sánchez Berzaín.

Aclarado el término, podemos comprender porque Colombia con su actual gobierno es catalogada como una paradictadura. En el entramado de corrupción que se ha venido tejiendo para sustentar a las dictaduras, el gobierno de nuestro país se encuentra muy enredado. La condición de Colombia como principal productor de cocaína del mundo y la que mantiene en su interior estructuras criminales de altísima peligrosidad incrustadas en el mismo gobierno y en las otras ramas del poder, la hacen protagonista y no solo cómplice de las dictaduras que ahora, en el segundo mandato de Trump, son un objetivo militar.

Se cree que la suerte está echada con la próxima descertificación. Lo preocupante del asunto para el mequetrefe y su banda en el poder no son las graves consecuencias económicas que traería consigo dicha medida de parte de USA, que afectaría gravemente a los colombianos lo que poco o nada le importa al susodicho, sino el que se le señale no tan solo como un cómplice sino como un actor primordial dentro del esquema delictivo que llevan a cabo las dictaduras para atacar al pueblo americano dentro de una guerra hibrida.

Vale la pena también aclarar el significado de guerra hibrida. Aparte de los medios convencionales con operaciones abiertas de guerra, esta incluye guerrillas, terrorismo, insurgencia, paramilitarismo, ciberataques, manipulación de redes, infiltración en partidos y ONGs, miedo, propaganda sistemática, todo ello y más alimentado con las inmensas guanacias del narcotráfico. Se podría hacer una inversión colocando al narcotráfico no solo como el que alimenta a la guerra hibrida sino como el arma fundamental con la que se atenta contra los Estados Unidos, como muy inteligentemente lo ha propuesto Trump para pasar al ataque y no quedarse solo en la defensiva como en el pasado.

Desde esa perspectiva, Colombia no puede pasar de agache en la estrategia de guerra aplicada por los Estados Unidos contra el Cartel de los Soles, el Tren de Aragua y los carteles mexicanos. Pareciera que Petro quisiera hacerse el loco ante esta situación creyendo que “ellos nacen ancianos y van enniñeciendo a través de la vida… los americanos”, con esa manera burlona con la que la vieja insurgencia importada de La Habana pretendía minimizar al coloso del norte.

Lo de la descertificación es un paso estratégico, no un fin en sí. Con seguridad lo que decidan Trump y Rubio para Colombia va a alterar de manera esencial el panorama no solo de Colombia y Venezuela sino de toda la región con implicaciones globales. En el presente, el poderoso y tenebroso negocio de las drogas está en la mira y si logra sobrevivir Trump los tres años y medio que tiene por delante, no tendrá futuro alguno. 

Lo que pretendió Maduro con su fraude colosal de las elecciones del 28 de julio de 2024 fue tener garantizado hacerse pasar como un régimen apenas paradictatorial, pero gracias a la acción de María Corina y sus millones de seguidores presentando las actas electorales, terminó siendo catalogado como una dictadura criminal de la peor calaña y, más aún, como una banda criminal. Gracias al final de los gobiernos complacientes de Obama y Biden se le puso el estate quieto al chavismo con la llegada de Trump al poder. El intervalo entre su primer mandato y el presente se ha venido mostrando positivo con una posición clara y combativa que no se deja amedrentar ante los ataques propiciados tanto en su país como en el exterior. 

Vendrán momentos difíciles para Colombia, pero nos queda la ilusión de que los sacrificios del presente serán compensados con un futuro digno y lleno de prosperidad. De lo contrario, nos veríamos avocados a una continua e interminable tragedia, esa sí muy alimentada por el narcotráfico y dominada por el crimen dentro de un estado paradictatorial mediocre y servil.

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