Estrellas en ascenso en la W Radio: Camila Zuluaga

Dom, 10/07/2011 - 16:07
Con un BlackBerry envuelto en una pijama de caucho morada y un termo con forma de bala en la mano derecha, Camila Zuluaga inicia su jornada. Son las 5:30 a. m.

Con un BlackBerry envuelto en una pijama de caucho morada y un termo con forma de bala en la mano derecha, Camila Zuluaga inicia su jornada. Son las 5:30 a. m. y ella se sienta en la cabecera de la mesa, justo en el vacío que dejó Félix de Bedout. Este año, Julio Sánchez Cristo, el director de la emisora, sólo ha estado un par de veces en Bogotá, pero su presencia desde las 4:30 a. m. se siente como la de un ser omnipresente. Este día, por ejemplo, transmite desde Madrid, y parece que estuviera sentado en todos y cada uno de los rincones de La W, en la sede de la Cadena Radial Colombia, Caracol, en Bogotá.

Las paredes de la cabina radial están hechas de paneles acústicos color vainilla. El piso es de un azul hospital, un azul algo depresivo. En el centro hay una mesa en forma de boomerang con cinco computadores: uno en la punta, en la cabecera de la mesa, y los otros cuatro repartidos en las dos aletas de aquel cuerpo de madera llamado por muchos “la mesa de trabajo”. Frente al boomerang radial hay una enorme ventana de vidrio que mira hacia el exterior, donde está el master de la cabina. Arriba del vidrio hay un letrero rojo que se apaga y se ilumina para anunciar la frase definitiva: “Al Aire”.

Camila tiene puestas unas baletas cafés, unos jeans vaqueros, un blusón beige y una chaqueta de cuero que hace juego con sus zapatos de adolescente. La periodista tiene 26 años. Sus uñas color rosa, pintadas de forma perfecta, prenden el computador para teclear un sin fin de palabras en un programa de mensajería instantánea. Desde allí se comunica con sus fuentes y también habla con sus ex compañeras de universidad. Saca de su bolso Louis Vuitton una libreta de apuntes donde tiene anotado con gran detalle y paso a paso su plan de trabajo del día. Sus actividades están separadas por colores de manera estricta: con marcador verde dice “enviar premio Simón Bolívar”, con negro “llamar a Guillermo Puyana”, con fucsia “pagar paseador perro $250.000”, con amarillo “viaje mamá USA”, con azul “Millos 6:20”…

Del mismo bolso desempaca un sobre de manila que tiene un letrero grande en el que dice “DENUNCIA”. Saca los documentos de su interior, se pone sus gafas para leer y abre una hoja en blanco del procesador de palabras de su computador. Comienza a armar un rompecabezas con los datos de la posible denuncia. Subrayado van los nombres, entrecomilladas van las acciones y con asteriscos van los teléfonos que se deben conseguir para las entrevistas.

Quince pasos hay de la puerta de la cabina de Los 40 Principales a la cabina de La W Radio. Los primeros quince los dio Camila un sábado 10 de junio del año 2006, cuando tenía 21 años. Días antes la había llamado uno de los productores del programa W Fin de Semana para hacer un remplazo, y ella se lanzó sin pensarlo dos veces. Esa fue la primera vez que entró a la gran cabina. Pero su historia de madrugadas para trabajar había empezado mucho antes.

A los doce años formó parte del elenco de Padres e Hijos, en el papel de Andrea, la hija de Gabriela Sánchez de Franco. De aquellas tres temporadas aprendió que para llegar lejos hay que madrugar a trabajar. Como persistía su gusto por las cámaras, a los 16 años estuvo en un programa de variedades llamado Súper Play, en Canal 13. De aquel episodio aprendió la importancia de la investigación para poder tener carne en una parrilla televisiva. Tal vez por eso decidió entrar a la universidad y se matriculó en 2004 en la carrera de Ciencia Política en la Universidad de los Andes. La tesis con la que se graduó, cuatro años más tarde, enfrentaba los postulados del filósofo alemán Jürguen Habermas. Ella argumentó, con base ejemplos de los noticieros colombianos, que los medios de comunicación sí influyen en los procesos de construcción de la sociedad. Tal vez no sabía entonces que ella se convertiría en una de las generadores de contenidos formadores de sociedad a través de la radio matutina.

En 2005 llegó la oportunidad de entrar a la radio. La emisora Los 40 Principales abrió un concurso para encontrar una DJ con actitud y desenvolvimiento al hablar. Las compañeras de universidad pegaron el grito en el cielo, aconsejándole que no participara en un reality. Sin embargo, Camila sabía qué quería.

—Es la única manera de poder entrar a la radio, a mi casa no me van a ir a buscar, y yo sé que me voy a ganar ese concurso –les decía a sus amigas.

En efecto ganó el concurso entre cientos de adolecentes, y además el respeto de Alberto Marchena, director de la emisora. Alternó en el programa con la presentación de noticias en el canal de música MTV y logró ser la primera colombiana en presentar en esa cadena internacional. En el edificio de Caracol Radio también vendría el amor: Camila conoció al periodista Antonio Casale y después de tres años de amistad y cortejos, se casaron en 2008.

Camila se levanta de lunes a viernes a las 4:45 a. m., prende el radio, entra al baño, se ducha y escoge la ropa. Mientras toma una tasa de té lee los titulares de El Tiempo y El Espectador, los dos diarios impresos que llegan a su casa. Si hay algo que le impacte copia algunos apuntes en su agenda de colores. Treinta minutos después sale de su apartamento en el barrio Rosales, a escasas seis cuadras de la emisora. Al llegar a La W, uno de los productores le pasa un compendio de las noticias más importantes que han sucedido durante las últimas ocho horas. Si no hay nada bueno para rescatar y darle vida, entonces se introduce en una lectura casi que taciturna de las denuncias que le han enviado o del tema que le ha sido aprobado el día anterior en el consejo de redacción. Reuniones que se hacen vía correo electrónico.

Camila recibe al menos seis correos diarios y una llamada telefónica de Julio Sánchez Cristo. Él advierte o cancela temas de un tajo. Zuluaga sale poco de la Cabina. Lo mismo sucede con el veterano de mil batallas Alberto Casas, un periodista tardío en la radio que conoció el mundo de la publicidad y de la política, y con Yamit Palacio. A Casas podría ser el papá de Camila, le sorprende su versatilidad en los temas, su juventud y valentía. Incluso comparten el mismo termo de té.

—Lo que le dijo al ex presidente Uribe, al aire, da fe de su temperamento. No le importó de quien se trataba, sino lo que ella pensaba –dice Casas cuando se le pregunta por el talante de Camila. En el episodio con el expresidente, Camila le preguntó si él creía que la corrupción en su Gobierno había sido a sus espaldas. Uribe no solo rechazó su apreciación sino que le pidió respeto, un regaño monumental que en vez de dejar mal parada a la periodista la catapultó por su audacia y carácter.

Pasado el mediodía, Camila, se desplaza a su apartamento. Muy pocas veces almuerza por fuera. A las 2 p. m. saca a su perro, Ramón, a dar una vuelta a la manzana. Si es lunes se dirige a las instalaciones de Telmex para asistir al consejo de redacción del programa Puntos Cardinales, un espacio en el que se tocan temas coyunturales, con invitados y la voz de los televidentes. Descansa en el estudio de su apartamento con su MacBook Pro, donde mira el correo y envía mensajes a uno de los diez periodistas de la redacción para preparar el programa del día siguiente. Muchas veces, ella misma llama a los personajes que se entrevistarán al otro día.

A Camila le interesan las sentencias y las leyes que hacen noticia. Si se habla de Habeas Data, ingresa a internet o lo busca en su biblioteca para revisar los pro y contra de la ley. Los apuntes los hace a mano alzada para recordar el contenido de la lectura y poder explicarla al aire, como hizo con la ponencia del magistrado Humberto Sierra Porto, que hundió la posibilidad de la segunda reelección de Álvaro Uribe, o sobre los avances de la Constitución de 1991, que terminó con una invitación del jurista Juan Carlos Esguerra a su cátedra universitaria para que le explicará a sus alumnos el concepto sobre el equilibrio de poderes.

Zuluaga aguanta las críticas con temple, incluso las que señalan su mala dicción, producto de la banda dental que lleva para la corrección de su mordida.

—Esa es la ley del codo en la que vive el periodismo –dice.

Todas las noches come con su esposo. Comparten los noticieros hasta que cae profunda a las 9.30 p. m. con el sonido de CM&. El televisor lo apaga Antonio. Los fines de semana lo dejan para la literatura. Leen juntos y en voz alta autores como Julio Cortázar, un escritor que también reposa en la mesa de noche de Yamid Palacio, la otra estrella en ascenso del programa de Julio Sánchez Cristo. Sin embargo, esa coincidencia es un misterio para los dos.

(lea también Yamit Palacio, la otra estrella en ascenso de La W radio).

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