Todos los años, desde el 31 de octubre hasta el 2 de noviembre, de distintas formas, la mayoría de mexicanos se unen en torno a una sola cosa: la muerte. Nadie ha podido probar nunca qué hay después de la muerte. Todas las religiones, no importa su credo o su origen, contemplan la posibilidad de un ‘más allá’.
Ese ‘más allá’ es diferente para cada culto, con características propias del momento histórico y la cultura. Tiene, sin embargo, algunos aspectos comunes como que, por ejemplo, los seres humanos después de muertos mantienen un contacto con los vivos, o son capaces de mediar ante los dioses para solucionar toda suerte de problemas.
Es indiscutible, además, que hay un estrecho vínculo entre los de ‘aquí’, los vivos, y los de ‘allá’. Se les habla; se les escucha; se les prenden velas y se les hacen altares. Se les canta. Y, por supuesto: se les llora. Los mexicanos llevan haciendo eso desde antes que llegaran los españoles.
Uno de los grandes símbolos de esta celebración es La Catrina, una figura emblemática de la cultura mexicana, asociada al Día de Muertos. Es una calavera estilizada, vestida con ropa elegante y sombrero de ala ancha.
La Catrina fue creada por el artista mexicano José Guadalupe Posada a principios del siglo XX. Posada era un caricaturista y grabador que se especializaba en temas sociales y políticos. Sus obras eran a menudo críticas y mordaces, y utilizaba la sátira para denunciar la injusticia y la desigualdad.
A continuación conozca el origen y significado de esta figura emblemática del Día de los Muertos.