La piedra en el zapato de la venta de la ETB

Mar, 19/07/2011 - 00:00
Óscar Penagos tiene 46 años, usa anteojos con lentes Transitions, carga dos celulares y su figura dista mucho de la del clásico estereotipo del sindicalista. Es un superviviente de la cris
Óscar Penagos tiene 46 años, usa anteojos con lentes Transitions, carga dos celulares y su figura dista mucho de la del clásico estereotipo del sindicalista. Es un superviviente de la crisis del movimiento sindical que estuvo a punto de desaparecer debido a la política de privatización y apertura que se inició con Cesar Gaviria. Antes de cumplir los 30 años, entró a trabajar a la ETB.  Desde entonces, ha ocupado el mismo cargo: auxiliar de atención al público. No ha pretendido ascender porque su poder no reside en la estructura de la empresa sino en el sindicato, donde ha pasado por todos los cargos en los últimos diez años: tesorero, secretario general, integrante de la comisión de reclamos, secretario de bienestar social y, desde hace dos años, Presidente del Sindicato de la ETB y miembro del Comité Ejecutivo de la CUT (Central Unitaria de Trabajadores de Cundinamarca). Las negociaciones para privatizar la Etb han tenido una fuerte resistencia. Mientras estudiaba el colegio INEM  –Instituto Nacional de Educación Media– de Kennedy, en Bogotá, vivió los últimos coletazos del agitado movimiento estudiantil del sindicato del magisterio, en la década de los setenta. Cuando tenía trece años y cursaba primero de bachillerato, vivió al lado de sus compañeros de colegio Iván y María Cepeda la tragedia del asesinato de su padre, el dirigente de la Unión Patriótica (UP) Manuel Cepeda. A través de él, Penagos había conocido a José  Antequera, otra de las víctimas del magnicidio de la UP. Eran tiempos de las luchas sociales, toma de tierras, manifestaciones contra el Estatuto de Seguridad Nacional de Turbay Ayala, el fortalecimiento del naciente grupo guerrillero M-19, los ataques del ELN, el EPL y las FARC, y el avance incontenible del narcotráfico, que empezó a tomar forma en movimientos como el MAS (Muerte a Secuestradores). Aquel tumultuoso ambiente político permeó a Oscar Penagos. Antes de graduarse del bachillerato, ya sabía que su vida estaría cerca de la protesta y los movimientos sociales. Sin embargo, al finalizar el bachillerato, un camino impensado lo sorprendió: el servicio militar obligatorio. En abril de 1985 pasó a formar parte del Ejército Nacional. Su vida transcurría en la Escuela de Artillería, ubicada en el sur de Bogotá. Con el uniforme del ejército, enfrentó las insurrecciones que se dieron en los barrios populares de Bogotá luego de la toma del Palacio de Justicia. Allí pudo ver las dos caras de la moneda, pero siempre tuvo claro que su destino no estaba entre los militares. Luego de salir del ejército como subteniente de reserva, entró a la universidad.
La semana pasada, diferentes sectores de la sociedad civil se unieron a la marcha que se llevó a cabo en el centro de la ciudad en defensa de la no privatización de la Empresa de Teléfonos de Bogotá.
Se matriculó en Ingeniería de Sistemas, en la Universidad Autónoma de Colombia, pero se retiró en el cuarto semestre para seguir un camino más bohemio, el de la música andina y el teatro. Tocaba la quena y la zampoña en un conjunto que se presentaba en bares, protestas, concentraciones políticas de la UP, etc. El teatro pudo más que la música, por eso entró a estudiar artes escénicas en el Teatro de la Candelaria, con Santiago García y  Patricia Ariza. Quizá La cercanía de ellos con la UP influyó en su decisión de militar en serio ese partido y en el movimiento de izquierda colombiano. Vivió de cerca los asesinatos de Jaime Pardo Leal, en 1987, y de Bernardo Jaramillo, en marzo de 1990, a quien acompañó en el multitudinario entierro simbólico en Bogotá y en su despedida final en Manizales. Pero ninguna muerte le dolió tanto como la de José Antequera, quien fue la víctima número 721 del genocidio contra la UP. Penagos recuerda el grito de dolor e impotencia de las 200 personas que esperaban en la el hospital de la Caja de Previsión Nacional cuando un médico dio el parte de la muerte del joven líder Antequera. Ese día lloró con rabia. Oscar Penagos cargó muchos féretros de líderes de la UP asesinados. La militancia en ese partido ha marcado sus firmes posturas en el movimiento sindical. Por esto es crítico de otros dirigentes como Julio Roberto Gómez y Angelino Garzón, de quienes opina que se voltearon y terminaron trabajando de la mano del “establecimiento”. Óscar Penagos participó en la Unión Patriótica, pero luego de la persecución entró al Polo Democrático. Sus convicciones los han llevado a vender libros de analistas políticos y de los clásicos del pensamiento revolucionario, a trabajar en la Comisión Colombiana de Abogados Laboralistas, en donde gerenciaba la Revista Trabajo y Derecho, y a participar de la fundación del Polo Democrático y dirigir una de las Coordinadoras Distritales de ese partido. Su radicalidad se materializa en una lucha en la que no va ceder: impedir a cualquier precio que el Distrito venda la ETB. Penagos es la piedra en el zapato para  cualquier decisión dirigida a la privatización de la Empresa de Teléfonos de Bogotá, un propósito que mientras el Polo Democrático gobierne en la ciudad, seguramente va a lograr.
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