Ante los temblores de los últimos meses millones de colombianos pasan noches con el kit de evacuación listo, el celular cargado y los puntos de encuentro repasados, tal como recomiendan los expertos en las noticias: agacharse, sujetarse la cabeza con ambas manos, ubicarse bajo una mesa.
En la misticidad de los pronunciamientos sacerdotales, hay uno en especial que trascendió más de un siglo y que revive cuando las materas colgadas y las lamparas se mecen a la intemperie, las albercas se vierten, el sueño se pasma y con urgencia, se requiere la atención del cuerpo de Bomberos más cercano.
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Se trata de la profecía del Padre Francisco Margallo y Duquesne, quien al ser víctima del robo de su capilla ubicada en el centro de Bogotá, en 1827, anunció que "un 31 de agosto de un año que no diré, sucesivos terremotos hundirán a Santafé".
Duquesne, reconocido por la crítica escrita y su labor docente en el colegio San Bartolomé, claustro donde se idearon grandes próceres de la dependencia colombiana, contaba con el respaldo de grandes eruditos y militares de altos rangos, pero no con el algunos ciudadanos incrédulos que consideraron tal leyenda utópica e irrisoria.
Sin embargo, 90 años después, Bogotá y otras ciudades lamentaron el negacionismo del augurio. Un 31 de agosto de 1917 más de cuatro temblores con replicas durante nueve días seguidos agrietaron paredes, deterioraron varias cornisas y objetos incrustados y obligaron a los sobrevivientes a tomar medidas ante futuras catástrofes.#COMPARTE el Kit de las emergencias para estar siempre preparado durante un #Temblor o #Sismo.#FelizSábado. pic.twitter.com/NadwNu2fY3
— Alcaldía de Bogotá (@Bogota) 26 de enero de 2019