Paralelo de dos graves crisis: Covid-19 y apagón del 92

Sáb, 21/03/2020 - 00:07
La crisis ocasionada por el Covid-19 que vive el mundo y que afecta a Colombia recuerda de alguna manera lo que el país sufrió con el apagón de 1992

Cuando un país atraviesa por una grave crisis la vive como si se tratara de una tragedia que no tendrá fin. Colombia no es la excepción, cada uno de los problemas que ha soportado han puesto a prueba su capacidad para salir adelante, como lo hizo con el prolongado apagón del año 92 y ahora cuando tendrá que hacerlo para enfrentar el Covid-19 que amenaza a todos.

Se trata de dos situaciones diferentes pero con elementos comunes. Los principales son las restricciones a las que deben someterse los ciudadanos en contra de su voluntad, forzados por las circunstancias.

Guardadas proporciones el país revive en buena medida la situación extrema a la que se llegó con el apagón energético que se inició el 2 de marzo de 1992 y se prolongó hasta febrero de 1993.

Fueron 11 meses críticos y lo que le espera a Colombia si no se contiene la llegada del Coronavirus puede ser largo y mucho más difícil. La posibilidad de que el confinamiento de 4 días se ampliara estaba en la mente de todos y ya el presidente Iván Duque lo anunció:cuarentena total por 19 días más.

Durante el gobierno del presidente César Gaviria, el fenómeno del Niño, el fuerte verano, una huelga en Corelca y la falta de previsión durante varios años de ahorrar el agua necesaria para mantener el nivel de los embalses para las hidroeléctricas -desde donde se realiza la generación de  energía- obligaron a cortar el suministro de ese servicio público vital.

La medida adoptada consistió en dejar sin luz de manera intermitente a diferentes regiones del país y garantizar así una disminución de la demanda total de energía hasta un tres por ciento.

Lo que comenzó como una restricción temporal y con solo 30 minutos diarios, poco a poco fue ampliándose. Al cabo de unos meses lo que se inició con mayor rigor en Bogotá cubrió a toda Colombia y el país se sumió en la oscuridad durante varias horas del día yen  la noche la energía. se cortó del todo.

Eso no me toca a mí

Tal como ocurrió con la pandemia que hoy está propagada en casi todo el mundo, cuando se conoció la noticia de que se había presentado en China muchos pensaron que se trataba de un problema lejano que no afectaría a otros países y que a Colombia  jamás llegaría.

Cuando aparecieron los primeros casos las restricciones y la obligación de permanecer en los hogares en Bogotá, las anunció primero la alcaldesa Claudia López y el ejemplo lo siguieron otros mandatarios locales y rgionales.

Algunos ciudadanos protestaron y sintieron que eso no era con ellos, en la medida en que fueron subiendo los números de los contagios Colombia comenzó a sentir que eso "si tenía que ver con ellos".

El paralelo de la crisis del apagón con el del coronavirus también confrontó a muchos sobre la necesidad de tomar conciencia de que se trata de una responsabilidad de todos. La salud está primero y así hay que asumirlo

Quiebras y descalabros

Veintiocho años atrás con los severos recortes de energía algunos sectores de la economía se quebraron. Muchas empresas micro, medianas y pequeñas colapsaron y tuvieron que cerrar los negocios entre 1992 y 1993.

Hoy el confinamiento implica no producir pero eso sí: cumplir con el pago de la nómina, los servicios, los impuestos, el IVA o el arriendo.

En el presente con toque de queda, encerrados y algunos sin recursos, se vaticinan descalabros económicos y para superarlos, cuando se supere la crisis, muchos posiblemente no podrán recuperarse.

Hace 28 años grandes fábricas resintieron los cortes de energía, la producción se redujo cuando las máquinas debieron permanecer apagadas.

TV fuera del aire

A diferencia de esta crisis del Covid-19, en la que los programas de los canales de televisión son la principal compañía durante el encierro, en el año 92 las programadoras de televisión dejaron prácticamente de figurar en las mediciones de sintonía. Los noticieros y novelas de la noche salían al aire pero  en buena parte del país nadie los veía.

En 1992 los que se enriquecieron fueron los importadores de plantas eléctricas, fábricas de velas, expendedores de gas, las empresas que fabricaban pilas, linternas o lámparas de gasolina, también reverberos y estufas a gas de uno o dos puestos, entre otros.

Crecieron los taladores de árboles que inundaron las esquinas de las calles de ciudades de clima frío, donde las chimeneas además de iluminar las salas sirvieron para calentar biberones, cocinar sopas o asar carnes.

¡Gel, tapabocas y vitamina C naturista!

Como en los tradicionales mercados persas se volvió común oír gritar en las calles antes del simulacro a improvisados vendedores ambulantes que ofrecieron mucho de lo que se agotó en supermercados y droguerías.

Lo común es que en toda crisis hay quienes hacen su “agosto” porque se encuentran con compradores ávido de productos. Los tapabocas, el gel y el alcohol los están vendiendo en los semáforos y los que tienen existencias en sus tiendas les triplicaron su valor original.

 Sacaron provecho del miedo de la gente, que sin pensarlo adquirieron productos que posiblemente no servirán para prevenir el contagio del virus.

El agua en ese año, por obvias razones también se racionó en zonas donde tradicionalmente su falta es una constante. Y energía cero durante casi ocho horas diarias. Hoy en cambio se está consumiendo a raudales, la recomendación es lavarse las manos mínimo  cinco veces al día. ¿Cuántos colombianos cierran la llave mientras se enjabonan?

Lo que  ya está colapsando es la Internet, el Wi Fi no da abasto. Los operadores de  estos servicios envían alertas constantes para pedir que se evite el envío de videos, que las llamadas sean solo de voz y se eviten los juegos virtuales, que en una familia se turnen la señal de Internet y que no más de dos personas se conecten al mismo tiempo.

La hora Gaviria

El primero de mayo de 1992 se cambió la hora de Colombia. El autor de la idea fue el entonces ministro de Comercio Juan Manuel Santos no solo la propuso sino que la ejecutó a la media noche de ese día en el Laboratorio del Tiempo en el Icontec. Con un click borró las 12 de la noche y activó la nueva hora: la una de la mañana.

La radical supresión de una hora en la vida de los colombianos buscaba que se  trabajara menos en la noche, consumir menos electricidad, para reducir el uso y desgaste de las hidroeléctricas, cuyos embalses estaban en límites muy peligrosos.

La medida causó una polémica nacional incontenible y repercutió en la popularidad del presidente Gaviria, que llegó a estar en ese momento en 13 puntos  de imagen negativa.

Hoy los anuncios del presidente Duque a muchos les parecerán exagerados y lo castigarán en las encuestas de popularidad. Más allá de la aceptación popular las medidas que se tomen posiblemente evitarán más contagios y muertes. 

Compras sin son ni ton

En el 92 muchos aparatos eléctricos se fundieron por las cargas y descargas de energía. No había posibilidad de almacenar productos perecederos, las neveras en clima cálido se descongelaban en la noche en que el corte se hizo durante más horas. 

En los días previos al encierro obligatorio desde el viernes 19 de marzo hasta el lunes 22 a las 12 de la noche, los supermercados quedaron con los estantes prácticamente vacíos. No hay mucha diferencia con el año del apagón en la forma como muchos colombianos arrasaban con toda clase de productos.

La similitudes con el año 92 tienen que ver también con las compras exageradas de estos días. Como si el mundo se fuera a acabar muchas familias arrasaron con todo lo que pudieron y como dato curioso adquirieron cantidad de productos de higiene personal y de aseo, especialmente papel higiénico, que hoy pasaron a formar  parte de la canasta familiar de emergencia.

En ese año lo que tal vez tuvo menos demanda fueron los jabones para baño, la reducción de la energía apagó muchos calentadores eléctricos, el gas natural domiciliario no existía y la costumbre de la ducha diaria se redujo considerablemente.

Los estudiantes, a diferencia de los de hoy que están en largas vacaciones obligadas en prácticamente todo el país, fueron quienes sufrieron de forma tal vez más dura el apagón.

La hora de salir de la cama se adelantó, las tareas se hacían bajo la escasa luz de las velas, la comida de lata no era de su agrado, todo se consumía frío, en las horas permitidas de televisión no había energía y los computadores no contaban con baterías, Los celulares no existían en Colombia.

Plantas y gasolina

El ruido de las plantas eléctricas en los barrios residenciales donde el poder adquisitivo daba para comprarlas, se hizo parte de la vida nocturna. Muchos negocios de comida que lograron comprarlas para no quebrarse, las ubicaron en la entrada de los establecimientos, despedían gases y  un fuerte olor a gasolina que se mezclaba con el de los alimentos.

En las estaciones de servicio ya no solo los carros hacían fila en los once meses del apagón para comprar combustible, hombres y mujeres con bidones plásticos también esperaban para abastecerse.   

De igua forma hoy hay colas para tanquear los vehículos,  porque el precio de la gasolina bajó. Lo curioso es que muchos carros se quedarán encerrados en los garajes mientras subsista el encierro.

Gabo y la peste en 'Cien Años de Soledad'

"Cuando José Arcadio Buendía se dio cuenta de que la peste había invadido el pueblo, reunió a los jefes de familia para explicarles lo que sabía de la enfermedad del insomnio, y se acordaron medidas para impedir que el flagelo se propagara a otras poblaciones de la ciénaga. Fue así como les quitaron a los chivos las campanitas que los árabes cambiaban por guacamayas, y se pusieron a la entrada del pueblo a disposición de quienes desatendían los consejos y súplicas de los centinelas e insistían en visitar la población. Todos los forasteros que por aquel tiempo recorrían las calles de Macondo tenían que hacer sonar su campanita para que los enfermos supieran que estaban sanos. No se les permitía comer ni beber nada durante su estancia, pues no había duda de que la enfermedad sólo se transmitía por la boca, y todas las cosas de comer y de beber estaban contaminadas por el insomnio. En esa forma se mantuvo la peste circunscrita al perímetro de la población. Tan eficaz fue la cuarentena, que llegó el día en que la situación de emergencia se tuvo por cosa natural, y se organizó la vida de tal modo que el trabajo recobró su ritmo y nadie volvió a preocuparse por la inútil costumbre de dormir."

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