Néstor Leyva, ciego, conserva un croquis geográfico, como él lo llama, para ubicarse y saber hacia dónde se dirige. Hace veinte años, cuando le diagnosticaron ‘retinosis pigmentaria’, supo que comenzaría a perder la vista paulatinamente, así que fue memorizando rutas para cuando se quedara invidente.
-Para llegar a mi casa deben ir hasta los almacenes Éxito, girar a la derecha, luego a la izquierda y encuentran el conjunto- nos indica Néstor para llegar fácilmente a la entrevista.
“Esta chinita fue lo mejor que llegó a mi vida”, dice Néstor mientras le pone su “uniforme” de perro guía a Candy, una perra golden retriever que se ha convertido en sus ojos y le permite ser independiente.
Los ojos de Néstor se ven normales por lo que no es tan fácil reconocer que es ciego, sin embargo no ve desde hace 15 años. Cuando tenía 20 y se encontraba estudiando ingeniería catastral en la Universidad Distrital comenzó a golpearse con los postes y de noche no veía casi, pero creyó que era por andar distraído. Muchos médicos le dijeron que era normal, pero con el tiempo se fue dando cuenta de que se estaba quedando ciego. Finalmente le anunciaron que debía prepararse porque no iba a volver a ver.
Continuó su vida normal: se casó, tuvo tres hijos y desarrolló su carrera profesional. A los 43 años ingresó al Centro de Rehabilitación para Adultos Ciegos (CRAC), donde le enseñaron a ser una persona funcional, a pesar de la ceguera. Aprendió de movilidad (saber utilizar el bastón guía), braille; y técnicas de la vida diaria, como reconocer monedas y billetes. El proceso duró 16 meses.
Cuando Néstor perdió totalmente la vista ya había pasado por un proceso duro y paulatino de aceptación. Lo que más le costó fue acostumbrarse al bastón: lo deprimía bastante al comienzo.
¿Cómo llegó Candy?
Quince años después de quedarse ciego, Néstor recibió un perro guía. Sabía de ellos porque otras personas con la misma limitante los tenían. Se anotó en una lista y esperó tres años por él. En su casa todos tenían mucha expectativa por el nuevo integrante. Nunca habían tenido un animal en la casa.
“Mis hijas viven más pendientes de la perra que del papá. Sin embargo, Candy sabe que conmigo es solo trabajo. Hay un par de secretos para que ella sepa cuándo está de relajo y cuándo en su misión. Cambia su actitud y se olvida de los perros que se encuentra”.
Candy fue entrenada en el Vishnú del Cyprés en Bogotá; el único centro de este tipo en toda Latinoamérica. Allí se llamaba Menta, pero apenas la entregaron a su nuevo dueño, su nombre cambió para que no recordara los duros rigores del entrenamiento.
A un perro guía deben lavarle los dientes todos los días, bañarlo y cepillarlo. Néstor es, y no su familia, el responsable de hacerlo.
Sentado en la sala, y mientras nos cuenta su historia, llama a Candy, quien no se atreve a acercarse a la sala cuando hay extraños. Se devuelve a su guacal y solo sale de vez en cuando a mirar con curiosidad.
-Estos perros son muy nerviosos porque siempre deben estar muy alertas y protegernos- cuenta.
En Colombia existen más de 130 perros guías. Todas son perras, para evitar que perros de la calle se les acerquen a armarles pelea. La otra razón es que las hembras son más dóciles y obedientes.
“El animal me obedece solo a mí en mi recorrido, gracias al arnés. Hay mucho compañero que piensa que tener un perro guía le soluciona su problema de ubicación, pero uno debe llevar un croquis en la mente, igual que con el bastón, porque uno debe saber hacia dónde se dirige. La función del animal es desplazarme con seguridad y protegerme”.
Néstor saca a Candy todo el día, trata de no dejarla encerrada, sino que cumpla con su labor. Ella lo protege de los huecos, las alcantarillas y los carros. Él le habla, la corrige cuando tiene que hacerlo, pero también trata de felicitarla constantemente. Los recorridos más largos son al centro de la ciudad, pero también viajan a otras partes del país por cuestiones laborales.
En las aerolíneas es donde mejor les va porque conocen la normatividad de los perros guías. Saben que nadie los puede acariciar y que no deben pagar, por ejemplo, por un tiquete extra.
TransMilenio en cambio (un medio que Néstor usa casi diariamente) fue uno de los más difíciles. En varias oportunidades le negaron la entrada, hasta que los convenció. En las horas tumultuosas de este medio de transporte masivo entra con Candy y ella se ubica de forma que no moleste a nadie: debajo de la silla, por ejemplo. Sin embargo, no faltan algunos comentarios como el de una señora que se quejó indignada de que hubiera un animal en el bus. “TransMilenio es una porquería ahora dejan montar perros”. A pesar de eso Néstor dice que 1 de 10 personas se molesta con la presencia de un animal. Los demás la aceptan y se acercan a consentirla, aunque se supone que no se debe hacer, pero es inevitable, se derriten por Candy.
Otro de los medios donde tiene más problema con la perra es en los taxis. A veces le dan las 10 de la noche en la calle y no le paran porque va con el perro. Incluso, con los taxis pedidos, y aclarando que va con un perro guía, le niegan llevarlo. Dice que es lo más difícil. Néstor siempre les recalca el decreto 1660 del Ministerio de Transporte, en el que se le permite el acceso a estas “ayudas vivas” a todo tipo de medio de transporte.
A Candy le dan miedos los ascensores. El perro tampoco puede medir la velocidad de un carro, así que en avenidas grandes o sin semáforo Néstor pide ayuda. Lo hace con amabilidad, pues dice que no se puede obligar a las personas a ayudar.
Seguir a Néstor y a Candy por la calle no es fácil. Van a una velocidad rápida. Entran a un banco. Néstor conoce al cajero, le pregunta cómo está su familia. La perrita se acuesta y lo espera pacientemente, mientras él hace su diligencia bancaria, como cualquier persona. Sin embargo, las personas no pueden evitar mirarlos. Algunos se detienen a acariciarla o a hablarle.
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“El cariño que le tengo ya ustedes se lo imaginarán. Ella está disponible las 24 horas del día. Si es muy temprano o muy tarde en la noche no importa. La sensación de independencia que me da es total. He sido muy afortunado con ella. Nunca se me ha enfermado”.
Actualmente Néstor trabaja en su profesión: hace contratos como ingeniero, tiene negocios de comercio y dicta charlas. “Las personas o el Gobierno no entienden que la parte cognitiva y la movilidad siguen igual. Así que ser ciego no es un impedimento para trabajar”.
El entrenamiento de un perro guía
“Son los ojos los que le estamos entregando a estas personas”, afirma Juan Carlos Guerrero, director e instructor de Vishnú del Cyprés, el único sitio donde se entrena a los perros guías en toda Latinoamérica. El centro los adiestra y los dona, porque un perro de estos puede costar hasta 20 mil dólares. El entrenamiento dura dos años en una finca en la calle 222 con carrera 7, a las afueras de Bogotá.
En esta fundación sin ánimo de lucro ha entrenado 137 perros. El sitio se mantiene de las donaciones de la empresa privada.
Los perros que escogen son razas sociables como los labradores, golden retriever o, en algunos casos, pastores alemanes. Allí logran adiestrar a los perros para que respondan de manera determinada a ciertas situaciones y obstáculos.
El proceso tiene varias etapas: se escoge el perro, se dan las normas de convivencia, luego tienen un proceso de adiestramiento y, por último, el acoplamiento entre la persona y su perro.
El lugar dona perros para personas colombianas, sobre todo en ciudades como Bogotá, Cali, Medellín, y algunos pueblos, pero próximamente lo hará con dos ciudadanos argentinos. Alrededor del mundo, Estados Unidos y Europa son algunos de los lugares donde hay más centros de este tipo.
“Cuando se entrega un perro de estos el cambio es muy grande. Tenemos casos de personas que han estado seis años enclaustradas en una habitación, pero ahora salen y son personas activas. Quienes los reciben deben querer a los animales”.
Para Néstor el desconocimiento sobre el tema de los perros guías aún es de un 90 por ciento con respecto a este beneficio que podrían tener todas las personas ciegas. “Nunca olvido el caso del perro guía (Salty) que salvó al señor ciego Omar Eduardo Rivera del piso 71 cuando el atentado de la Torres Gemelas en Nueva York. El perro fue más rápido que cualquier rescatista, pasó por los escombros y lo logró sacar”, recuerda.
Un perro guía es el reemplazo de sus ojos
Jue, 11/07/2013 - 16:01
Néstor Leyva, ciego, conserva un croquis geográfico, como él lo llama, para ubicarse y saber hacia dónde se dirige. Hace veinte años, cuando le diagnosticaron ‘retinosis pigmentaria’, supo qu