Valledupar: Valle porque queda en un accidente geográfico a orillas del Río Cesar. Upar como referencia al Cacique Eupari, líder indígena que gobernaba la región por la época de la llegada del conquistador español Francisco Salguero.
Antes de la llegada de los españoles, el valle estaba habitado por la etnia Chimila, parte de la familia lingüística Chibcha. La ciudad se fundó oficialmente el 6 de enero de 1550 por los conquistadores españoles Hernando de Santana y Juan de Castellanos.
[single-related post_id="772106"]
A principios del siglo XIX se caracterizó por ser uno de los centros urbanos que con más fuerza se enfrentó a los colonos. Incluso fue una de las primeras villas de todo el continente que declaró su libre del yugo español. Sin embargo, durante la independencia, y en los primeros años del siglo XX, no avanzó mucho por el descuido de la capital y por su dependencia de Santa Marta.
Ese panorama duró hasta mediados del siglo cuando por las ricas tierras que la rodeaban, la ciudad se convirtió en punto de confluencia de colonos y visitantes que, desde el centro y el sur del país, buscaban mejores oportunidades.
Como toda ciudad del mundo, Valledupar tiene su historia. Sin embargo por lo que es más reconocida en el país y en el mundo es por el Vallenato.
La Leyenda del Vallenato
Leyenda, porque así empezó todo. En 1576 había un combativo grupo indígena en lo que hoy es el César: los Tupis. La colonización española estaba en su apogeo. Una indígena, Francisca, era esclava de la familia de Ana de la Peña, española y aristócrata. Ana, celosa de la belleza exuberante de Francisca, decidió un día, sin más ni más, castigarle sin razón. Delante de toda su familia –de la de Ana–, la europea golpeó y humilló a Francisca.
El cacique Coroponiaimo, líder de los Tupis, quiso vengar la afrenta, así que reunió a un nutrido grupo de indígenas de distintas tribus y atacó a los españoles. Eso pasó un 27 de abril. Acabaron con hombres, mujeres y niños. Luego la emprendieron contra la iglesia de Santo Domingo. Sin embargo, y así cuenta la leyenda, se les apareció la Virgen del Rosario, lo que causó la huida despavorida de los indios. Tropas españoles los persiguieron casi que hasta la Sierra Nevada. Conscientes de eso, los hombres de Coroponiaimo envenenaron el agua de ríos y lagunas, y cuando, sedientos, bebieron los españoles, murieron de inmediato. Pero se volvió a aparecer la Virgen y los revivió a todos.
[single-related post_id="700190"]
Espantados por la aparición y por su poder, los indígenas emprendieron una nueva huida pero ahora fueron sorprendidos por sus enemigos, que los acribillaron como moscas. Pero la Virgen apareció de nuevo y también les devolvió la vida. Conmovidos, Coroponiaimo y los suyos empiezan a creer en la Virgen. Y esa es la Leyenda. Cada 30 de abril, en el marco del Festival, esas escenas se recrean en la Plaza Alfonso López de Valledupar.
Otra Leyenda dice que un día, muy feliz y muy campante, iba Francisco el hombre, después de una parranda monumental, cantando sobre su burra por los caminos de la costa. De pronto oyó otro acordeón y siguió el sonido que cada vez se hacía más claro. El intérprete era el mismísimo Satanás. De tal poder era su canto, las notas de su Acordeón, que logró que se apagaran la luna y las estrellas. Francisco, dueño también de un talento de otro mundo, cantó, con toda su fe, “Amor-amor” y volvió la luz. Aterrado, y puede que, incluso conmovido, el Diablo se perdió entre las montañas y no volvió a salir de su oscuridad nunca.
En un vallenato de 350 páginas, Gabriel García Márquez escribió que “meses después volvió Francisco el Hombre, un anciano trotamundos de casi doscientos años que pasaba con frecuencia por Macondo divulgando las canciones compuestas par él mismo. En ellas, Francisco el Hombre relataba con detalles minuciosos las noticias ocurridas en los pueblos de su itinerario, desde Manaure hasta los confines de la ciénaga, de modo que si alguien tenía un recado que mandar a un acontecimiento que divulgar, le pagaba das centavos para que lo incluyera en su repertorio.
De todas leyendas se embriagaron los juglares caribes, que les fueron dando forma con un acordeón, una caja y una guacharaca. La suma de todas esas leyendas hechas música, y de las penas de amor, hechas música también, y de la cotidianidad, de la amistad, de la parranda, fue construyendo una identidad, una cultura, que, con el tiempo, se convirtió en la marca indeleble de la Costa Caribe de Colombia, e incluso de todo el país. Pensar en la Costa es pensar en alguien con un “sobrero vueltiao” y con un acordeón.
[single-related post_id="735393"]
Conscientes de la fuerza de ese acervo cultural, y de la necesidad de hacer que se mantuviera con los años, y que se hiciera, además, más vigoroso, más conocido, Consuelo Araujo, Alfonso López Michelsen y el maestro Rafael Escalona se arriesgaron a crear, en 1968, el Festival de la Leyenda Vallenata.
“El Festival de la Leyenda Vallenata en toda su historia ha ido evolucionando al compás del desarrollo social y económico de Valledupar. Desde sus inicios hasta 1986 este evento era organizado por la oficina de Turismo del Departamento de El Cesar. Luego se creó la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, la cual funciona desde 1987 en las instalaciones de la Tarima Francisco el Hombre de la Plaza Alfonso López. Ese mismo año el Festival sirvió de marco para inaugurar la televisión regional, con el canal costeño Telecaribe, que hasta 1998 estuvo encargado de transmitir en vivo y en directo el desarrollo del evento”, dice la página web del Festival.