En octubre pasado los residentes del edificio Torre Ladera del barrio La Cabrera, en Bogotá, hicieron públicas las agresiones constantes por parte de los vecinos del apartamento 60
En octubre pasado los residentes del edificio Torre Ladera del barrio La Cabrera, en Bogotá, hicieron públicas las agresiones constantes por parte de los vecinos del apartamento 601. Cansados de la situación, varios denunciaron los hechos ante las autoridades, sin recibir respuestas alentadoras.
¿Qué sucedió con los presuntos maltratadores? ¿Por qué lo hacían? Son algunas de las preguntas que se podrían responder con los detalles que se conocieron recientemente sobre este caso.
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Poco conocen bien a los vecinos que vivían desde hace varios años en ese apartamento del sexto piso. Sabían que eran María Cristina Restrepo y Lucas Andrés Caicedo, madre e hijo. Lo cierto es que desde hace unos dos años ambos empezaron a relucir en el edificio ubicado en la calle 85 con carrera novena, en la localidad de Usaquén, por su extraño y agresivo comportamiento.
En cámaras de seguridad quedaron registrados varios episodios. Cuando Lucas emprende contra un trabajador de la empresa Codensa llegando a su vivienda, cuando María Cristina agrede a unas vecinas con gas pimienta a la salida de la unidad residencial e incluso, cuando madre e hijo se golpean en un ascensor por razones desconocidas.
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"Le ruego el favor de desconectar los cables que llegan a mi apartamento, para molestar nuestras cabezas y quemarnos el estómago, pies y caras (…) Salí del apartamento y cuando entré a él noté que habían cambiado la forma en que yo había tendido la cama. O sea la enana entró nuevamente a mi apartamento", dicen algunas de las misivas.
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Luego de conocer las denuncias de los residentes, la mujer decidió pronunciarse y arreciar sus argumentos. En diálogo con El Tiempo, aseguró que el edificio "se mueve a punta de brujería".
Así justificó los maltratos de su hijo Lucas, de los que ella también ha sido víctima:
“Mi hijo llegó a las 3 de la mañana, con tragos, entró normal, pero comenzaron las brujas, me dolía el estómago (...) Luego mi hijo entró con la mandíbula luxada. Luego nos subimos al ascensor y ahí me golpeó (…) Se vuelve violento, dice que empieza a romper una cosa y no puede parar, pero para mí lo de él no es enfermedad, son brujos que se meten en el cerebro de la gente", sostuvo.