Villatina, el barrio que se tragó la tierra hace 30 años

Mié, 27/09/2017 - 03:41
El crugir de la tierra aquel 27 de septiembre de 1987, pasadas las 2:30 de la tarde, es lo que los sobrevivientes de la tragedia de Villatina, ese barrio de invasión ubicado en la ladera nororiental
El crugir de la tierra aquel 27 de septiembre de 1987, pasadas las 2:30 de la tarde, es lo que los sobrevivientes de la tragedia de Villatina, ese barrio de invasión ubicado en la ladera nororiental de Medellín, mencionan como el primer recuerdo al ser consultados por Kienyke.com sobre ese día.  Joaquín Calle, que en ese entonces tenía 14 años, y Luz Mira Solis, que ya entraba en los 30, coinciden en describir el sonido que los alarmó segundos antes como una explosión.  Solis, aunque tiene la memoria un poco difusa sobre lo sucedido aquel domingo, cuenta que cuando salió a la calle con su esposo José Asilio Martínez y Leidy Johana, su pequeña hija de apenas un año, vio la tierra bajar a gran velocidad y saltar sobre las viviendas de material y los ranchos como una especie de ola que los engullía. Segundos después, narra, salió en busca de su hijastra Nancy y de su hija Eddy Liliana, cuyo interés por saber sobre la salud de su abuela, una mujer que trabajaba en una casa de familia, las llevó a encontrar su fatídico destino. En el camino al teléfono público las sorpredió el deslizamiento y la "tierra las tapó", describe aún la dolorida la madre.  A Joaquín, el fútbol lo salvó. Estaba en la cancha 'Los Pomales', donde se jugaban los cotejos del día de descanso, cuando sitió el estruendo. Corrió a su casa y supo que su papá, José de Jesús; su mamá, Libia; sus dos hermanas, Janeth y Lina, y su hermano, Johanny, no lograron salir a tiempo. [single-related post_id="755443"] Luz Mira pese a que buscó desesperada a sus muchachas jamás las encontró. Se voló del refugió habilitado por las autoridades en Buenos Aires, sus otros dos hijos se embolataron durante 15 días en medio del desorden y la desesperación, recorrió el anfiteatro y el estadio, en donde velaban a los muertos, pero nunca las halló. Joaquín, en cambio, pudo encontrar a sus padres y a su hermano, pero las mujeres, como otros 200 desaparecidos, quedaron bajo el Campo Santo en que se convirtió la zona el 2 de octubre del 87 ante la imposibilidad de rescatar más cuerpos. 
30 años después, hablar sobre la tragedia es un poco más fácil, aunque no menos doloroso. Joaquín asegura: "Uno se muere cuando lo olvidan y la ciudad no puede ser indiferente y dejar en el pasado una de las catástrofes más grandes que ha sucedido en el mundo entero". 
Por eso, en conmemoración de las 500 personas que perdieron la vida, el domingo 1 de octubre, a las 10:30 a.m., justo en el sitio en donde ocurrieron los hechos, se celebrará una eucaristía a la que todos pueden asistir: "todos los que quieran ser solidarios con la tragedia más grande que ha sufrido Medellín", puntualizó Calle. 

El giro de sus vidas 

La tierra de Villatina, para estos dos sobrevivientes, no solo cegó la vida de sus familiares sino que transformó sus vidas. Luz Mira trabajó durante nueve meses para ganar el derecho de tener su casa propia, construida con su sudor bajo la asesoría de expertos, gracias a la labor del padre Rafael García Herreros desde la Fundación Minuto de Dios, y el buen corazón de Héctor Abad Gómez.  [single-related post_id="643136"] En honor al último se nombró el barrio. Luz Mira dice que el profesor, asesinado un mes antes de la tragedia, donó los predios. Seguro fue su familia la que tomó la decisión.  Tras vivir 15 años en una humilde casa de madera, porque "cuando se tiene necesidad uno se va a cualquier lugar a hacer un ranchito", pasó a habitar una vivienda de material que es su hogar hasta la actualidad.  La suerte de Joaquín fue otra. Sin padres, desorientado y sin atención del Estado, que aún estaba abrumado por la avalancha en Armero y la toma del Palacio de Justicia, dice, lo llevaron a tomar malas decisiones.  "Terminé en la calle y me involucré con un grupo armado", cuenta.  Consciente del trabajo que desde 2004 se fijó para resarcir el daño que le hizo a la sociedad, Joaquín reconoce con el ánimo de no ser estigmatizado que fue "víctima, victimario y ahora es un constructor de paz".
"Vengo en un proceso de paz desde el 2003 cuando me desmovilicé del Bloque Cacique Nutibara de las Autodefensas y desde ese momento he ayudado a reconstruir la memoria histórica por medio de la Corporación Campo Santo de Villatina y otro proyecto ambiental con el Cerro de los Valores", explica. 
[single-related post_id="720559"] Joaquín es el representante de esta entidad en la que trabaja, con otras 12 personas, en proyectos mediambientales para el manejo de residuos sólidos y orgánicos, huertas ecológicas, mantenimiento de zonas verdes y la recuperación de espacios públicos para convertirlos en lugares agradables para la comunidad.  Él fue uno de los promotores del monumento a la vida, un bebé sostenido por unas manos que emergen de la tierra y que está ubicado en el lugar de la tragedia. Esta escultura, comenta Joaquín, significa: "un hombre, con la fuerza de su voluntad, transforma el devenir catastrófico de su entorno y en medio de la muerte enaltece la vida".     

¡Porque no se repita!

Entre 20.000 y 30.000 metros cúbicos de tierra, de una porción de 52 metros de ancho por 60 de largo, fueron los que se desprendieron del cerro Pan de Azucar, donde está ubicado Villatina, ese septiembre de 1987. De esos, 6.000 metros cúbicos sepultaron el barrio.  Juan Pablo Osorio, profesor de Ingeniería Civil de la Universidad de Antioquia y PhD en Ingeniería Geotécnica, explica que lo que pasó en ese sector de la capital paisa se debió a cuatro factores: geológico, topográfico, meteorológico y antrópico.  El geológico, detalla el investigador consultado por este medio, tiene que ver con el terreno en dónde se fueron asentando las familias desde los años 40. "El cerro es una zona en donde hay unos suelos residuales que proviene de la descomposición de las rocas que generaron una especie de matriz arcillo arenosa muy permeable y encima de ellos hay unos depósitos de deslizamientos antiguos que se conocen como zonas trasportadas. O sea que había un historial geológico de deslizamientos en el sector", precisa.  [single-related post_id="645468"] El topográfico, por su parte, se relaciona con las pendientes de 45%, incluso superiores, que se presentan en el lugar de la tragedia.  El factor meteorológico es definido por las lluvias. Según los registros de EPM, comenta Osorio, ese septiembre de 1987 fue el octavo mes en el que más había llovido desde 1908.  Finalmente, la intervención antrópica completó la ecuación del deslizamiento. "Quienes poblaron Villatina hicieron cortes en la ladera sin control ni criterio urbanístico", comenta el experto. Además, señala el ingeniero, en enero de ese año, Corvive, la corporación de vivienda de la administración municipal de la época, mandó a construir una acequia en una zanja sin impearmibilización, que por esos días se bloqueó. "Todo esto generó la tragedia más impactante de la ciudad", manifiesta Osorio.  El llamado, a tres décadas de esta catástrofe, es que aunque se hicieron algunas mejoras en la zona, la invasión continúa y hay una fuerte densificación. Por eso, de acuerdo con el profesor, la ciudad - habitantes y autoridades - deben tomar conciencia sobre el gran problema que significa la informalidad en la construcción. "La tradición antioqueña de vender el aire, de construir sin seguir la normatividad por múltiples razones, entre ellas que la gente no está dispuesta a pagar por los servicios de un experto o responder por el valor de permisos para construir en las planchas, y la corrupción que se presenta en el sector, son condiciones que pueden generar altos riesgos en diferentes zonas", resalta el investigador. 
"Cuando llegue un sismo, fuertes lluvias o cualquier detonante de una catástrofe, no se va a diferenciar si sus consecuencias fueron por la corrupción o la informalidad. Muertos son muertos, indiferente del causante"Juan Pablo Osorio, ingeniero civil, PhD en Ingeniería Geotécnica.
En suma, los testimonios de Joaquín, Luz Mira y Juan Pablo, además de recordar este suceso tan triste que vivió Medellín son un llamado a tomar conciencia. Son muchos los lugares de la capital antioqueña y del Valle de Aburrá que corren el riesgo de vivir una situación tan dolorosa como la de Villatina, si no se empieza a cumplir a cabalidad el Plan de Ordenamiento Territorial y a construir bajo la norma sismorresistente y el código de laderas. 
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