¡Es el colmo! Esa condena a Uribe rebasó la copa. Ya con un juicio amañado se evidenció una descarada politización de la justicia, pero con el fallo la cosa sobrepasó el absurdo. Hoy me puedo declarar más uribista que nunca a pesar de mis reparos a un Álvaro Uribe que, de una manera poco clara, cometió errores garrafales que nos llevaron indirectamente a la actual situación política que ha significado un deterioro de la institucionalidad y de la seguridad en todos los frentes en el país. Fui uribista y lo soy de nuevo porque la imagen del expresidente y su gallardía es un soporte de dignidad que nos permite levantar la cabeza ante nosotros mismos y ante el mundo que contrasta fuertemente con la de un mequetrefe que hace las veces de presidente llenándonos de humillación.
Me costó aceptar que un país como Colombia fuese a cometer la estupidez de subir al poder a un mamarracho, acompañado de otros de su calaña, cuando creíamos haber superado esa etapa de inmadurez política que, los de mi generación, teníamos como nefasto ejemplo a un tipo como Samper. La importancia de contar con un bastión moral está evidenciada con María Corina Machado en nuestro país hermano, lo que ha generado una revolución que tiene a los bandidos del cártel de los soles en verdaderos aprietos para mantenerse en el poder. Uribe es el símbolo que va a unir a los colombianos para enfrentar la arremetida del socialismo del siglo XXI que se saborea pensando en que su presa mayor, la joya de la corona, está ya cerca de caer en sus fauces para consolidar sus siniestros planes.
Dedicarnos a especular sobre las mil y pico páginas que sustentan la sentencia es una pérdida de tiempo. Tampoco vale la pena pararles muchas bolas a las apelaciones que, como van las cosas, serán desestimadas por quienes en el poder judicial están en el mismo bando de los que han condenado a Uribe a través del títere con toga que se encargó de hacerles el trabajito. No es de locos pensar que esa señora Heredia no actuó con independencia y que ella es tan solo la ejecutora de la infamia. Si nos metemos en el laberinto jurídico que vienen construyendo desde el segundo mandato de Uribe a través del Cartel de la Toga, vamos a descuidar el camino a la liberación que, nos toca asumir sin esperar a que la situación empeore hasta llegar a estar como en Venezuela en donde el proceso de subyugación ha sido aplicado con mayor rigor de parte de la tiranía.
Hay suficientes pruebas de la ineptitud de quien mal gobierna, como también de su descaro al responder ante las claras pruebas de su comportamiento que es comparable con el de un pervertido. Y son tantas las pruebas y los testimonios que, apelando a ellos, cualquier acción para sacarlo del poder estaría plenamente justificada. Vuelvo a comparar con Venezuela en donde con la designación del Cartel de los Soles como grupo terrorista de parte de los Estados Unidos quedó abierta la puerta para eliminar, de una u otra forma, a Maduro, Diosdado y toda su banda criminal porque no sería un derrocamiento al quedar demostrado que usurpan el poder y son vistos como unos sangrientos criminales. Declarar a Petro, de igual manera, como usurpador de la presidencia por sus afinidades y su complicidad con ese cartel terrorista asociado a sus amigos de las FARC y el ELN, podría dejarlo sin defensas ante una salida propiciada desde adentro o desde afuera.
El que Uribe se haya fortalecido durante el juicio de una manera tanto o más clara que con sus campañas recorriendo el país, nos trae la esperanza de que su popularidad puede seguir creciendo estando, muy injustamente, privado de la libertad. Ojalá su claro instinto político vuelva a darle las luces necesarias para que nos ayude a encontrar la luz ante tanta oscuridad.
Que se equivocó gravemente con Santos, de manera incomprensible con Duque y al no hacer lo debido para contrarrestar la estrategia santos-petrista de toma del poder a través de la corrupción y el fraude electoral, no se puede poner en duda. Lo cierto es que con el sacrificio que se le ha impuesto a través de esa farsa de juicio puede reivindicarse de manera amplia ante todos los que manteníamos la fe en él hace quince años cuando terminó su presidencia con una aprobación del 80%. Una nueva generación ha podido ser testigo de un vergonzoso juicio que le ha permitido reconocer a un personaje de la talla de Álvaro Uribe que contrasta con la imagen que les han querido imponer con mentiras y difamaciones.