Ricardo Felipe Herrera

Abogado, especialista en régimen del Distrito Capital de Bogotá y magister en derecho con énfasis en derecho administrativo. Docente universitario con una experiencia profesional de cerca de 35 años con área de práctica como profesional independiente en régimen de los servicios públicos, derecho ambiental, régimen de contratación, arbitraje y amigable composición.

Ricardo Felipe Herrera

Sin Uribe, simplemente no existen

Álvaro Uribe Vélez, abogado de la Universidad de Antioquia, con estudios en administración, gerencia y negociación de conflictos en la Escuela de Extensión de la Universidad de Harvard, así como miembro senior asociado del St Antony’s College de la Universidad de Oxford, cuenta con una extensa y destacada trayectoria en la vida pública, además de haberse consolidado como empresario y promotor del desarrollo agropecuario en Colombia.

Ha recorrido la Rama Ejecutiva desde su elección como alcalde de Medellín, pasando por la Gobernación de Antioquia, hasta llegar en 2002 a la Presidencia de la República de Colombia, cargo para el que fue reelegido con amplias mayorías en 2006 y que ejerció hasta 2010. Al concluir su segundo mandato, su gestión alcanzó un histórico 80 % de aprobación. Previamente, se desempeñó con eficacia en diferentes entidades del orden local y nacional.

También ha ejercido con éxito en la Rama Legislativa como senador de la República y, según lo anunciado, aspira nuevamente a ser elegido el 8 de marzo de 2026, esta vez ocupando el último escaño de la lista cerrada que presentará el Partido Centro Democrático.

Uribe Vélez ha sido el más firme y efectivo opositor de los promotores del fallido y nefasto “socialismo del siglo XXI”, hoy reeditado bajo la etiqueta del igualmente fracasado “progresismo latinoamericano”. No es casualidad que entre sus principales adversarios se cuenten, en primer lugar, los dictadores cubanos —los hermanos Castro— y, junto a ellos, Luiz Inácio Lula da Silva y Hugo Chávez, seguidos por su comité de aliados y seguidores: Daniel Ortega, Evo Morales, Rafael Correa, Michelle Bachelet, Néstor Kirchner, Cristina Fernández de Kirchner, Alberto Fernández, Nicolás Maduro y Gustavo Petro.

En esa lista de enemigos de Uribe —a quienes enfrentó con firmeza y de los cuales logró la extradición de muchos— se encuentran, por supuesto, los otrora y actuales integrantes de las FARC, el ELN, narcotraficantes, paramilitares y bandas criminales que hoy se han tomado el país bajo el pretexto del beneplácito del gobierno de Petro, que los designa como “gestores de paz” y del inmerecido perdón otorgado por Juan Manuel Santos. A esta izquierda subversiva también se suman figuras afines a ella, como los señores Cepeda, padre e hijo, igualmente enlistados entre los enemigos de Uribe Vélez.

Por su parte, Juan Manuel Santos y buena parte del equipo que lo acompañó en sus dos gobiernos, pese a haber llegado a la Presidencia en 2010 gracias a la favorabilidad, los votos y el exitoso programa de Uribe Vélez, una vez electo optó por engrosar la lista de enemigos de su mentor y promotor paisa. Si a Uribe se le puede atribuir un error grave, es precisamente haber hecho elegir a Juan Manuel Santos, quien, a la postre, resultó determinante en la elección de Gustavo Petro en 2022.

Si alguien aún tiene dudas, basta con repasar algunos hechos: el gestor financiero de la campaña Petro Presidente fue José Fernando Bautista —uno de los hombres más cercanos a Juan Manuel Santos—, quien posteriormente fue designado embajador de Colombia en Portugal, cargo en el que permaneció hasta su fallecimiento. Tampoco puede omitirse la mención de Alfonso Prada, mano derecha de Santos, quien ejerció como ministro del Interior y hoy representa al país como embajador en Francia. Y la lista continúa: Luis Gilberto Murillo, Guillermo Rivera, Griselda Restrepo, Juan Fernando Cristo, Luis Fernando Velasco, Mauricio Lizcano, Guillermo Reyes, así como los “célebres” Roy Barreras y Armando Benedetti, entre muchos otros. Algunos, ya apartados del Gobierno, aseguran no haber sido petristas. Seguramente, otros seguirán oportunistamente diciendo lo mismo.

La existencia —o más bien la subsistencia política y personal de algunos— depende de la permanente vigencia de Uribe Vélez, vigencia que ha tenido, tiene y, sin duda, mantendrá hasta el último de sus días. Las nuevas generaciones, aunque mal informadas en el pasado, han venido descubriendo poco a poco el inmenso y admirable talante del “Gran Colombiano”. Hoy, todos los precandidatos y candidatos, sin importar a qué aspiren, toman a Uribe Vélez como columna vertebral de su discurso sea vacío o estructurado.

La izquierda petrista, representada por Quintero Calle, Cepeda Castro y Bolívar —ahí no hay más— se mueve únicamente por un visceral odio y resentimiento de causas desconocidas, sustentado en la fabricación de narrativas falaces. No presentan propuestas serias ni con el menor rigor; en realidad, no existen políticamente sin Uribe. En contraste, otros también se refieren a Uribe Vélez, pero para continuar con su legado de éxito como gobernante. A la cabeza están “El Tigre” Abelardo De La Espriella, Miguel Uribe Londoño, María Fernanda Cabal, Paloma Valencia, Paola Holguín y la misma Vicky Dávila.

De este lado, más cercano al uribismo —aunque no se identifiquen plenamente con él— también participan en la contienda políticos de trayectoria como Enrique Peñalosa, Mauricio Cárdenas y Juan Carlos Pinzón, quienes igualmente plantean la necesidad de reconstruir el país que dejará el petrismo, contando hacerlo con el apoyo de Uribe Vélez.

En cuanto a Claudia López —opositora acérrima de Uribe— y Sergio Fajardo —en menor medida—, hasta ahora no se han definido con claridad; sin embargo, cada día parecen más próximos al sector petrista, aunque sus discursos intenten negarlo. Por ahora, se mueven en arenas movedizas que los mantienen estancados.

Con frecuencia se acusa, sin sustento, a Álvaro Uribe de ser el responsable de la polarización nacional. No obstante, los hechos muestran otra realidad: son sus opositores, empezando por el presidente Petro, carentes de un discurso sólido y de propuestas serias, quienes sobreviven tratando de legitimarse como enemigos de Uribe Vélez mediante narrativas engañosas. Una vez estas quedan en evidencia, pierden vigencia y terminan reducidos a la precariedad de su propia realidad política.

 

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