Carta abierta para no olvidar

Publicado por: admin el Mié, 12/06/2013 - 09:01
CARTA ABIERTA PARA NO OLVIDAR
En el día del Estudiante Caído. 8 y 9 de Junio a la Memoria de mis Amigos de ruta: Gerson Gallardo y Edwin López
Desaparecidos, Torturados

CARTA ABIERTA PARA NO OLVIDAR En el día del Estudiante Caído. 8 y 9 de Junio a la Memoria de mis Amigos de ruta: Gerson Gallardo y Edwin López Desaparecidos, Torturados y Asesinados por el Terrorismo de Estado en Colombia entre Abril y Junio de 2003

  Hay quienes imaginan el olvido como un deposito desierto/ Una cosecha de la nada y sin embargo el olvido está lleno de memoria. Mario Benedetti

Recordar, traer a nuestra memoria la imagen, el recuerdo, la alegría y la rebeldía no es, ni ha sido nunca la única tarea de quienes hace 10 años recordamos esa fecha aciaga en la que materialmente nos los quitaron, ese momento en que el silenciamiento de los canallas quiso imponerse y con ella la idea de imponer el  terror generalizado a hombres y mujeres que ante el dolor y la bronca tuvieron que huir, refugiarse y quizás algunos, pero sin reprocharles nunca, tuvieron que silenciarse en su momento debido a la arremetida de una violencia intencionada desde las estructuras del poder económico de una región estratégica, que debido a su ubicación geográfica en límites con la frontera Venezolana, justificó no sólo ésta arremetida del terror militar Estatal y paramilitar, sino que impuso un terror impune en la que la sangrienta estela del momento dejó sepultado y condenado socialmente a un colectivo bajo la impunidad de los crímenes y al que además abrigo y favoreció cuando sostuvo por años, un ambiente de silencio y olvido intencionado a toda una población. Recordarlo, implica mantenernos atentos al ejercicio de hacer memoria por aquellos seres queridos -conocidos o no- que fueron víctimas de ésta estrategia desarrollada por la orquesta mafiosa del poder. Por eso la importancia en remarcar sobre la tarea de hacer  memoria, memoria que no es solo por las víctimas, sino por recordar quienes fueron también los victimarios, porque a ellos tampoco hay que olvidarlos. Mantener ésta tarea, nos obliga a hacer un esfuerzo por mantener viva nuestra memoria histórica como pueblo, -en un esfuerzo que no es necesariamente físico- sino que trata entonces de la permanente y férrea necesidad humana por construirnos con una identidad, porque la fuente de esta y todas las memoria (a pesar de las intenciones que ha tenido el sistemático terrorismo de Estado en Colombia) envuelve y atesora, permanece y se aferre a todo aquel sentimiento que involucre no sólo en mantener siempre viva la memoria de las víctimas y victimarios, sino de toda nuestra memoria colectiva, de sus memorias como hombres y amigos y fundamentalmente del ejemplo de vida que nos legaron como seres humanos. Es así como los recordamos, es así como queremos recordarlos. Siempre vivos, siempre intactos. En este accionar por la memoria, cabe recordar que la instauración de la violencia contra el ejercicio del pensamiento crítico en nuestro país ha sido una constante desde hace décadas, violencia que  ha sido responsable de dejar no sólo una profunda estela de sangre y de impunidad, sino que éstas combinadas han pretendido desarticular la posibilidad de organización en contra de estas prácticas que sin dudas son genocidas. Es así que se hace necesario recordar que las causas implícitas se encuentran en un Estado avasallador y que constantemente ha tenido como política el terror y con ella, la siembra del olvido de quienes han levantado las banderas por la alegría de vivir en equidad, de construir una sociedad  justa y libre de los intereses mezquinos que este Estado ha propuesto y diseñado en el consenso de mantenerse en el poder, de unos sectores que con su violencia han pretendido someter la alegría de pensarnos un mundo diferente, un mundo donde la alegría de pensarnos en esa diferencia no cabe, donde la idea del colectivo pretende atomizarse en lo banal y momentáneo. De allí que entendamos que ese poder actuó y actúa conscientemente en la idea permanente de permear  todas las estructuras sociales y culturales en función de una sociedad que sea inerte, carente de cuestionamientos hacía estas prácticas metódicas de terror. Aun así y a pesar de la constante materialización de la violencia por parte de éste Estado que se niega a reconocer los derechos colectivos por una vida digna, es que recordamos la labor de aquellos hombres y mujeres que este Estado pretendió arrancarnos, pero a los que el tiempo sin embargo supo darles no sólo una Identidad, sino también entidad. Es por eso, que nuestros compañeros siguen caminando junto a nosotros, siguen siendo la guía que nos acompaña a seguir pensándonos en alegría y rebeldía, porque así vivieron. Porque así es como los recordamos y los homenajeamos, porque es así como continuamos sembrando la esperanza de un país que nos incluya a todos, porque así fueron sus ideales: de amor, de solidaridad, de compañerismo, de continua y desinteresada entrega al que lo necesitaba, de entregar sin nada a cambio nada más que pensando en prevalecer los derechos a vivir en libertad, con una educación pública al servicio del hombre, a vivir sin los prejuicios de una sociedad que sepa también desde el colectivo a aprehender a vivir apasionadamente en función de los que más lo necesitan. Ese es el ejemplo vivo, es la memoria hecha realidad en los jóvenes que hoy, no solo los recuerdan, sino que con su ejemplo se organizan, piensan, y construyen de la mano en los barrios, en los colegios y en la universidad. Esa Universidad de calurosos estudiantes que siempre ha sabido cobijar el arte de la palabra, esa Universidad que vio formar a quienes hoy como siempre, hemos recordado a lo largo de los años la entrañable Cúcuta, la entrañable y ojala cada vez menos, tierra del Olvido. A mis. A nuestros queridos, Gerson Gallardo y Edwin López. Esos amigos que nunca se fueron, esos amigos que crecen a nuestro lado y que como siempre los recordamos en nuestras acciones colectivas, porque en ellas, ellos están ahí. Estos tiempos construidos nos dan la posibilidad de decirnos que su memoria y ejemplo han estado intactos -porque quienes así los recordamos sabemos que los ideales por los cuales pusieron en práctica su humanidad, están allí vigentes- en cada acto de poesía, en cada cantar libre en esa plazoleta que los vio nacer como militantes de la vida. Por eso el recuerdo, no existe para un único homenaje público, pues éste se hace materia cuando veo a los compañeros de esa plaza de antaño y a los de hoy, pensando, dignificando la palabra de su obra en cuadros, en murales, en escritos y en denuncias, porque así son ellos, porque así son quienes manteniendo viva esa alegría hoy también construyen y piensan, cantan, viven. Y viven (vivimos) en ello, porque así lo dispusimos cuando firmamos en nuestra complicidad juvenil, el acta de no dejar morir nuestros ideales a la puerta de la casa o de esa universidad que nos enseñó a que solo unidos era posible mantener la alegría y la rebeldía. Porque esas palabras no fueron meras palabras, fueron actos, son la esencia de esa vida que hoy nos acompaña. Por eso no me quiero remitir a su recuerdo como la nostalgia de la juventud, sino a la capacidad de procreación y de metamorfosis que sus sueños supieron plagarse en  cada uno de nuestros proyectos de vida. Proyectos que viven a la luz de consolidar el esfuerzo por pensarnos diferentes, al margen de la zozobra impuesta y por la que nunca ellos, ni los que les acompañamos  hemos dejado de  construir. Al margen de esta carta abierta que consigno en nuestras memorias y que pone a flor de piel la complicidad de quienes la lean para que se hagan éstas como palabras propias, la necesidad de acompañar a las familias de nuestros amados “cumpas” en la necesidad de que haya justicia, pues la reparación histórica –sabemos- la estamos construyendo entre nosotros cuando prevalecemos su memoria y legado no sólo entre nosotros, sus amigos y familiares, sino en el ámbito conjunto de la sociedad, como un ejercicio permanente de subrayar que éstos magnicidios fueron parte de la estrategia que el Terrorismo de Estado consolidó durante décadas no sólo en la ciudad de Cúcuta y en Norte de Santander, sino que como bien sabemos fue parte de un proyecto político y económico que al día de hoy aun permea gran parte de las instituciones del Estado Colombiano, así como de quienes financiaron la barbarie contra este pueblo y que aún hoy, mantienen sus intereses activos en esa rueda económica y neoliberal que supuso la implementación de ésta violencia; ellos son la banca, las corporaciones nacionales e internacionales que usurparon territorios para imponer sus privilegios y que incluye así también a la corporación mediática, quien se hizo cómplice en la impunidad y en el silencio ante la barbarie padecida. Así mismo como ésta carta solicita acompañamiento, es necesario que la verdad de estos crímenes, como los del compañero Tirso Vélez a quien también recordamos, sean esclarecidos públicamente. De allí que la labor que tenemos es aun ardua, pues implica que el proceso de dignificación de sus memorias tiene que permear en principio a las directivas institucionales de la Universidad Francisco de Paula Santander quienes fueron coparticipes en la desaparición física de nuestros compañeros: Gerson y Edwin. Así como de la estructura oficial del municipio de Cúcuta y de la Gobernación de Norte de Santander al ser éstos quienes en la primera década de éste siglo, fueron los responsables políticos del terror que corría por nuestras calles, por nuestras casas, terror que asomaba en cada esquina y que impuso el miedo como proyecto de vida. Hoy, los recordamos, hoy está viva su memoria, la de ellos, la de todos aquellos que en tan sólo en esta primera década fueron víctimas claramente de éste Estado al que hoy seguimos denunciando, pero al que hoy también le decimos: Ellos, nuestros amigos y compañeros, siguen vivos porque nosotros seguimos vivos, porque ellos están vivos junto a nosotros y porque la sonrisa, el canto, la poesía, la danza, la alegría y la rebeldía hoy son más fuertes que antes. Hicieron historia y no porque se los llevaron, hicieron historia porque su alegría trascendió y esa nunca no la podrán arrebatar. P.D. Nunca una carta entre quienes compartimos la palabra y el canto en la plazoleta estuvo al margen de un poema. Hoy y siempre a Gerson y Edwin, este poema escrito por un compañero aún desaparecido durante la última Dictadura militar en la Argentina. Joaquín Enrique Areta.

Marcos Cruz Ladino. (Goico)

QUISIERA QUE ME RECUERDEN

 Quisiera que me recuerden sin llorar ni lamentarse. Quisiera que me recuerden por haber hecho caminos por haber marcado un rumbo porque emocioné su alma porque se sintieron queridos protegidos y ayudados porque nunca los dejé solos porque interpreté sus ansias porque canalicé su amor. Quisiera que me recuerden junto a la risa de los felices la seguridad de los justos el sufrimiento de los humildes. Quisiera que me recuerden con piedad por mis errores con comprensión por mis debilidades con cariño por mis virtudes. Si no es así, prefiero el olvido que será el más duro castigo por no cumplir con mi deber de hombre.  

Joaquín Enrique Areta