El negocio de la porquería.

Publicado por: admin el Lun, 18/11/2013 - 11:27
Estalactita, mirador...Corazón...Hombre, rayo, felpa, sed...

 Spineta

Ser un artista no es sencillo, uno de los principales problemas llega al momento de plasmar un sentimiento, viven
Estalactita, mirador...Corazón...Hombre, rayo, felpa, sed...  Spineta Ser un artista no es sencillo, uno de los principales problemas llega al momento de plasmar un sentimiento, vivencia o apreciación y posterior a ello compartirla. Es pensar ¿qué voy a transmitir? Un problema que trasnocha a muchos, amarga y tira hacia el alcohol y las drogas y en algunos casos llega a deprimir a los emocionalmente susceptibles. Si existe un campo artístico donde se da con mayor frecuencia esta desesperación por la búsqueda del contenido es la música. Supongo, que todo el mundo ama la música, bien lo decía el bigotudo de Nietzsche en su aforismo 33 del crepúsculo de los ídolos “sin la música la vida sería un error” es esa exaltación del espíritu, la percepción del sentimiento casi tangible que configura la música lo que la hace tan adorable y deseada, moviéndonos a cantar en la ducha lavando los impulsos al tiempo que el jabón desmantela la experimentada y muerta suciedad de nuestros cuerpos. La suciedad es lo que busca resaltar la música. Esos sentimientos enconados y putrefactos que huelen a queso rancio y son molestos casi como una cortada en el paladar, son sentimientos que no podemos percibir en nosotros mismos al primer intento pero están ahí latentes (funcionan como pulsos). Es por eso que canciones como Where is my mind de Pixies, El pobre de Bajotierra, Civil War de Guns n Roses, Where did you sleep last night de Nirvana, Influencia de Charly García o perdedor de consulado popular le cantan al vacío que infiere la existencia casi cuántica de algo que lo llenó y debe estar en algún lado orbitando en el tornasol de los deseos reprimidos. Pero como toda actividad humana (o sea paradójica) se sacude entre diferentes vertientes entre las que podemos resaltar lo correctamente hermoso y gratificante y lo que buscamos en secreto (si, como lo dije antes, el rencor, la porquería y lo morbosamente adictivo) es entonces cuando las personas se ven entre la decisión de buscar lo establecidamente correcto y cantarle al bien que anhelan en un sentido casi utópico o por otro lado dejarse llevar por las notas y rimas de la desesperación similares al graznido del cuervo de Poe con su “nunca más” sepultural. El negocio de la hermosa porquería se ve amenazado cuando lo políticamente correcto toma su puesto en la música y va a buscar inspiración en lo simple (más que todo en los noticieros y criticas mamertas) convirtiendo la intrincada estructura musical en un plato del bufet comercial, incluso algunos apelan a la indignación y aprovechan las lagarterias de los políticos, las cuentas redondas de los armamentistas para vender su cacofonía a movimientos jóvenes, perezosos, ateos y anarquistas que viven con sus padres y desaprueban la “basura burocrática” cuando gracias a ella comen, visten bien, compran los discos y caminan de espaldas hacia un cubículo de cartón de 2x2. En mi opinión la música no se debe contaminar con militancias, es demasiado sucia y sentimental para encamarla con la búsqueda de un bien político pues el resultado se traduce en un negocio redondo (de muchos millones). De las pocas actividades que podemos realizar a escondidas donde se percaptura y modela a nuestra reverenda y maleducada gana y no existe el orden existencial pues se puede pasar del corrido de Lucio Vásquez de Antonio Aguilar a Ella uso mi cabeza como un revolver de Soda stereo y encontrar un cadáver exquisito competente al vacío por llenar.

Por: @Andres_Lugos