Político, ¡¡desmovilízate!!

Publicado por: admin el Lun, 12/10/2015 - 06:17
Imaginemos que guerrillas y gobierno, más aun, guerrillas y Estado, suscriben un acuerdo de paz. Colombia en consecuencia deja de realizar un elevado gasto en los temas de la guerra y dedica sus fuer
Imaginemos que guerrillas y gobierno, más aun, guerrillas y Estado, suscriben un acuerdo de paz. Colombia en consecuencia deja de realizar un elevado gasto en los temas de la guerra y dedica sus fuerzas militares a lo que se destinan en países sin conflicto interno. Lo que sigue es atacar las diferentes manifestaciones delincuenciales que tanto nos azotan, y dar el respaldo a esta iniciativa mediante intervenciones en el tejido social que ofrezcan alternativas al corto pero indescifrable camino de delinquir, así como realizar acciones favoreciendo el reintegro a la sociedad de todos los que fueron actores armados ilegales. El cuadro es prometedor: un país en paz, con altos niveles de seguridad, que invierte los recursos, que antes despilfarraba en la guerra, en los sensibles temas que en conjunción pueden quitarle el espacio a las causas objetivas del conflicto. Abundantes recursos naturales, todos los climas, variados paisajes, gente entusiasmada ante la coyuntura, el mundo mirando el milagro e interesado en participar del mismo. La bolsa antes gastada en darnos sopapos, ahora utilizada en darnos la mano, en crecer en conjunto, en parar este culto explicito por la muerte, la pobreza y la exclusión. Hasta este punto el bello cuento se ha nutrido de los supuestos frutos de firmar la paz, Pero, ¿Quién está a cargo de dirigir a ese Estado que podría suscribir el tratado recién aludido?, en forma preponderante los políticos, es la respuesta, los políticos de los partidos políticos, más exactamente. Si, los partidos que en los días que corren van entregando avales sin reparar en las calidades o el prontuario del candidato. Los partidos que no tienen más que un caparazón exterior para amparar candidaturas, sin ideologías claras y diferentes a las de sus adversarios. Los partidos que luchan por lograr un presupuesto que aprovechar, y que en aras de conseguirlo firman pactos con dioses y diablos, porque en realidad no importa responder a los electores, porque la democracia es un tema de camarillas. Y los políticos, los que se relamen los bigotes por lograr aquella alcaldía, aquella gobernación, porque ahí están los contratos, porque ahí están los puestos, porque ahí está el dinero, porque ese es el poder, el poder de ser elegido. Los políticos que aparecen hasta en la siembra de un árbol para que la gente los vea, los reconozca, porque por mal que les vaya podrían acceder a los recursos del Estado aceptando un Ministerio (saber de la cartera no es obligatorio) o creando una fundación que drene miles de millones al erario con la excusa de trabajar para la sociedad, “puro amor al servicio”. Con esa política tendrá que firmar la paz la guerrilla o cualquier otro ejercito ilegal. La promesa que podrían concederle es que se integre al saqueo y que organicen un partido que para todos hay. Que se rindan a la tentación de embriagarse con el poder. Colombia requiere que la política también cese las acciones delincuenciales, y acepte su contribución al caos que promete ayudarnos a superar.