¿Quiénes son los dolientes de la Universidad Nacional?

Publicado por: admin el Jue, 26/12/2013 - 11:24
Estudiar en la Universidad Nacional de Colombia ha sido una de las experiencias más maravillosas que he podido tener jamás. Y estoy muy seguro de que lo fue también

Estudiar en la Universidad Nacional de Colombia ha sido una de las experiencias más maravillosas que he podido tener jamás. Y estoy muy seguro de que lo fue también para miles de jóvenes que buscaron en sus aulas, año tras año, por décadas, las opciones de un futuro promisorio en lo personal y en lo colectivo. Estudiar en la UNAL involucra valores agregados que hacen especialísima la pertenencia a su comunidad: un motivo de sincero orgullo.

A continuación, algunas razones: primero, por su carácter nacional; en cada una de sus sedes confluye el sentido de comunidad imaginada que agrupa “lo colombiano”: estudiantes de todas las regiones del país, con diferentes trayectorias de vida, con desiguales posibilidades y oportunidades a quienes aúna el sentimiento de formar parte de un mismo territorio, de compartir historias y proyectos. Segundo, por su imagen de excelencia; estudiar en la UNAL es motivo de alegría para los estudiantes aplicados por dos motivos: la exigencia de su proceso de admisión y la idea de encontrar allí a docentes que gozan del reconocimiento de principales autoridades en sus temas.

Tercero, por su valor cultural; la evidencia disponible al lector acucioso avala que las mentes más brillantes que ha tenido Colombia durante los años de existencia de la UNAL, de una u otra forma, han estado relacionadas con ella. Cuarto (aunque podría ser primero), por ser pública; todo aquel que haya asistido a una clase de incógnito, a una asesoría o consulta, a un evento cultural, a un grado, podrá dar fe que la UNAL es tan pública como la Plaza de Bolívar de cualquier ciudad. Andar por sus senderos, recorrer los edificios, descansar en sus prados: sentirse parte de ella, trae a nuestra mente lo mejor de ser colombianos, de sentirnos comunidad sin las desventajas diarias de serlo. Por ejemplo, que le roben el celular, le haga correr un carro que no respeta un semáforo o le insulte un desconocido por la manera de vestir.

Es una universidad que invita al romanticismo y eso implica que sus estudiantes sean de un tipo especial. El egresado de la UNAL tiene características exclusivas que lo hacen único. Piense en los que conoce, se dará cuenta de lo que hablo.

Problemas los hay, de diverso orden y tal vez muchos. No es mi intención enumerarlos ni buscar responsables. Allí están, como siempre ha estado la universidad, incluso antes de que muchos fuéramos sus estudiantes. El asunto crítico me parece ahora, tiempo en el que se anuncia la sanción de una Ley que le proveerá recursos económicos que necesita, en la responsabilidad histórica de quienes sentimos la UNAL parte de nuestra vida (hayamos estudiado allí o no).

¿A quién le duele la situación actual de la universidad, especialmente las fallas en su infraestructura? ¿Quién se apersona de esta situación? El recurso económico es importante, pero también lo es el humano. ¿Cuál es el compromiso personal de cada uno con la UNAL? Miles de mujeres y hombres hoy disfrutan, y por intermedio de su trabajo cientos de miles más, del futuro próspero que un día buscaron en su campus. Vale entonces la pregunta, tal vez, si somos solidarios con tantos otros temas ¿Por qué no serlo con el lugar que le permite al país nuevas esperanzas en todos los campos de la ciencia y el arte?

Desde hace un tiempo estudiantes y egresados de la universidad, valientes y decididos, conscientes de que toda indignación que no construye es vana, vienen promoviendo jornadas de donación para el reforzamiento estructural de los edificios. Es, en mi opinión, una iniciativa interesante con pruebas de garantía que invito a todos a consultar: http://www.donacionesun.unal.edu.co/