Mario Huertas

Analista de asuntos estratégicos y hemisféricos (Énfasis: Brasil y EE.UU.) Columnista de opinión, diario La Nación. Voluntario internacional para la promoción de nuevos liderazgos, Universal Wonderful Street Academy (UWSA), Jamestown-Accra. Colaborador del Goldstreet Business (Ghana). Profesor de Geopolítica y Geoestrategia. Infante de Marina, Armada República de Colombia (A.R.C).

Mario Huertas

A blindar la economía y la democracia

Años turbulentos hemos vivido desde 2020. Cuando el Covid-19 vino a instalarse en nuestro presente, evocando los años de “la gripe española” y el final de la Gran Guerra (1914-1918), creímos que nada podía ser peor.

No obstante, ni el Covid-19 ha querido irse de la faz de la tierra, a pesar de los enormes esfuerzos por contrarrestarlo, ni las cosas han mejorado. Todo lo contrario. Como hemos podido apreciar, los mercados  rápidamente “somatizaron” todos los efectos del Covid-19.

Por si fuera poco, el 6 de enero de 2021 el Capitolio de los EE.UU. fue asaltado para evitar la certificación de Biden como presidente electo; lo que le costará a esa democracia un tortuoso proceso electoral el próximo año. Y a esto se suma lo recientemente sucedido en Brasilia donde fuerzas antipetistas decidieron replicar el modelo atacando las instalaciones de los tres poderes; anunciado, probablemente, un mandato aún más polarizado que las elecciones pasadas.

Para completar el cuadro, hace 11 meses, Putin cuestionó la existencia de Ucrania como nación soberana y de inmediato el fantasma de la guerra empezó nuevamente a recorrer toda Europa. Su efecto contagio no se ha hecho esperar y por ello, inspirado en el disco de Megadeth lanzado en 1986, escribí semanas atrás: “La paz en venta, ¿quién la compra?”

Todos estos hechos amalgamados han producido una crisis global, por vía de una indiscutible transición geopolítica, donde las variables más cuestionadas han sido la democracia y la economía de mercado, es decir, la concepción liberal de la existencia humana. No digo con esto que de las relaciones internacionales vayan a desaparecer, en un nuevo orden mundial, estas legendarias concepciones de entender la sociedad y el Estado.

Sin embargo, no falta recordar que ambas instituciones occidentales han sido el resultado histórico de una combinación de valores que dieron por origen al Estado tal como lo concebimos en una parte importante del globo.

Y afirmo categóricamente que vienen siendo fuertemente cuestionadas a pesar de tener en el  siglo pasado muchísimos casos en los que precisamente estas dos variables fueron casi trituradas, en todos los continentes, por las pasiones desatadas a través de formas genuinamente antidemocráticas como el comunismo, el nazismo, el fascismo, el socialismo y todas sus variantes.

Un lector desprevenido en estos temas pasará por alto que el desprecio a la democracia y al mercado, encarnado en las formas anteriormente citadas, tienen un contenido implícito en lo que, tanto Le Bon como Ortega y Gasset, predijeron respectivamente en “Piscología de las masas” y “La Rebelión de la Masas”. Potenciado todo ello, en nuestros días, a través del uso indiscriminado e irresponsable de las redes sociales mediantes las cuales se agitan cada vez más las pasiones y se esgrimen menos los argumentos.

Por ello esperamos de los líderes que, por un lado, tomen todas las medidas de orden preventivo que tengan a la mano para evitar lo que hemos visto tanto en Washington como en Brasilia sin que ello signifique una “caza de brujas” a todo aquel que sea oposición porque no todos los republicanos son trumpistas ni todos los antipetistas  son bolsonaristas.

Y es que resulta muy claro que si el jefe de un gobierno, que no sea de orientación progresista, toma las decisiones que Lula ha tomado, la izquierda hubiese activado de inmediato toda su maquinaria propagandística para destruir la imagen del hipotético mandatario. Para un ejemplo, basta leer la declaración de Human Rights Watch sobre el caso (en términos de debido proceso) y extrañar de inmediato mención alguna a los más de 1.500 detenidos en menos de 48 horas después de lo sucedido.

Un verdadero demócrata no dirá que quienes ataquen la democracia desde la orilla de la izquierda son líderes sociales, defensores de Derechos Humanos, gestores de paz, intelectuales progresistas y que quienes lo hagan de la orilla opuesta son criminales, terroristas, golpistas, fascistas ¡No! Ambas manifestaciones antidemocráticas deben ser tratadas, en virtud de la justicia, bajo igualdad de condiciones judiciales sin caer en tratamientos de orden maniqueos para llamar a unos delincuentes políticos y a otros delincuentes comunes.

Por otro lado, la crisis actual demanda que las autoridades económicas y los líderes políticos, hasta donde las externalidades lo permitan, adopten medidas que no lesionen el mercado porque es, hasta este momento histórico, el único agente creador de riqueza. Es decir, que las reformas no sean sinónimo de vanidad y egocentrismo sino que obedezcan, con un criterio lógico, a maniobrar la difícil situación por la que globalmente atraviesan todas las economías.

En otras palabras, que reformas como las tributarias, arancelarias, laborales, de salud y demás estén debidamente pensadas en función de las demandas internas pero que, a su vez, blinden el sistema económico de todo tipo de vaivén, en especial la posible recesión que nos espera para este 2023.

Así, los liderazgos que tiendan combinadamente a proteger la democracia y favorecer el mercado pasarán del lado correcto de la historia al no sucumbir a tentaciones populistas y antidemocráticas que pongan en riesgo la paz y la seguridad mundiales

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Mario Huertas
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