Mario Huertas

Analista de asuntos estratégicos y hemisféricos (Énfasis: Brasil y EE.UU.) Columnista de opinión, diario La Nación. Voluntario internacional para la promoción de nuevos liderazgos, Universal Wonderful Street Academy (UWSA), Jamestown-Accra. Colaborador del Goldstreet Business (Ghana). Profesor de Geopolítica y Geoestrategia. Infante de Marina, Armada República de Colombia (A.R.C).

Mario Huertas

Caos

Decir que Petro sea adicto al caos, no resulta una novedad. De sobra el país conoce que ese estado es el preferido por él. Desde sus días en el M-19, pasando por su nocivo rol de opositor y ahora como ´líder´ de un gobierno que definimos como Administración por sobresaltos. El caos es, por excelencia, su hábitat. 

En “Adicto al caos” decía que los rumores de las adicciones de Petro explicarían, en parte, el déficit de gobernabilidad que caracteriza al Alto Gobierno. Sin embargo, esto no satisface toda la explicación. Lo que complementa la tesis es que igualmente la crisis se debe a que el mando presidencial lo ha sobrepasado tal como él mismo lo ha confesado al decir que “le aburre (y le harta) el poder”. 

De aquí que me cueste imaginar a Bolívar, a Mosquera, a Reyes, a Ospina (Pedro Nel) o a Lleras (Camargo o Restrepo) diciendo que las tareas de gobierno les resultaban tediosas. Como suele pasar con los grandes hombres de Estado, a estos líderes les ocurre todo lo contrario, estar por fuera del mando los deprime. 

Esto confirma que Petro no tiene pasta de estadista toda vez que la escasa pasión y el desconocimiento de las principales áreas de la administración pública son más que manifiestas, a lo que se suma la falta de mesura (virtud por excelencia) para llevar las riendas de la nación. Definitivamente, una cosa es la guerra de guerrillas y otra muy diferente la gestión pública. 

Todo lo anterior cobra sentido porque, en los últimos días, ha vuelto a la palestra pública el tema de las posibles adicciones de Petro y con ello la configuración de una destitución por el Congreso a raíz de todos los problemas de salud que, según muchos, viene padeciendo. 

En honor a la verdad, el tema preocupa porque si bien los hechos empujan a todo tipo de especulaciones y el camino jurídico podría estar allanado, esto es abrirle la compuerta a Petro para que agite la bandera del “golpe blando” y he aquí la gravedad del asunto. 

Una de las grandes conquistas de las guerrillas en América Latina es que siendo victimarios logran, por la vía de la subversión de la realidad y la ingenuidad de millones de incautos, posar de víctimas. En esto, Petro tiene sobrada experiencia. 

De ahí que el tema de la destitución deba ser manejado con prudencia porque detrás la invención del “golpe blando”, Petro intentará desviar la atención del verdadero asunto de fondo y es que ha resultado un total fiasco como gestor público. Él se sabe muy inferior en materia de gestión gubernamental. Talvez lo que está buscando es precisamente eso para crear una cortina de humo a fin de ocultar todas sus falencias como improvisado líder de gobierno.

No olvidemos que Petro necesita del caos para sobrevivir políticamente, en situaciones de total normalidad, agoniza. Y el país, por encima de cualquier embrujo, debe ver en su máximo esplendor los niveles de incompetencia de Petro. 

Entiendo, por supuesto, la preocupación que puedan tener personajes de la vida nacional como Viviane Morales o Juan Manuel Galán quienes ven que el país está a la deriva por cuenta de los problemas de salud que aquejan a Petro; pero también, y no menos importante, porque el arte de gobernar es demasiada carga para un hombre que, extraviado en el mundo democrático, ha fungido de estadista por gracia del espejismo político que lo llevó al primer cargo de la nación aún cuando resultaba tan fácil apreciar su insuficiencia para el manejo de los asuntos de gobierno. 

En últimas, si Petro no hace pública su historia clínica es porque 1) lamentablemente sufre de una serie de adicciones o 2) busca que tome fuerza la idea de una destitución para que la teoría del golpe blando cobre vida y con ello caiga la humareda sobre la opinión pública y se victimice (alegando que no lo dejan gobernar) a fin de encubrir el verdadero tema de todo esto y es que las funciones presidenciales no lo aburren, lo aventajan.

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