Mientras mayor sea la claridad que la humanidad tenga respecto de la covid-19, en su fase actual y fases siguientes, mayores serán las opciones de acertar al confrontar la pandemia, que se traducirían en lograr que no haga más daño o lo haga en una intensidad soportable. Será inevitable que la Historia esté atenta a la calidad, el valor, la pertinencia, la oportunidad, la contundencia de nuestro desempeño como actores que enfrentamos este enorme y voraz desafío. Vistos aisladamente, los actores no son muchos. Por ejemplo:
La ciencia. Es obvio que su papel es absolutamente indispensable, pues tiene la misión ineludible de dar pronto con una vacuna potente que evite para siempre el contagio y/o asegure una cura definitiva. Sin esos dos aportes de la ciencia, la esperanza de buena parte de la humanidad se disolverá en el desespero y el caos.
El gobierno. Este actor, asistido por las autoridades más refinadas, posee la función de identificar, ejecutar, evaluar y ajustar las acciones más adecuadas en campos como la salud, la economía, la educación, la seguridad, etc., afectados por la pandemia. De la potencia y el alcance de las mismas depende en muy buena porción la posibilidad de canalizar y controlar el daño múltiple causado por el virus, dinámica en la que el gobierno decretará cierres, sí, sin (a)gravar la economía; aperturas sí, sin (a)gravar la salud. ¿Moriremos de ingenuos?
El sector salud. Es un actor plural, lleno de retos, riesgos, generosidad, conocimientos, entrega, sacrificio, ilusión. Un colectivo maravilloso, sin igual, del que dependen tantas cosas y al que hay que rodear con el afecto, la admiración, la gratitud, la comprensión y el apoyo integral que se merecen. Punto.
La ciudadanía. De nada valen las medidas de las autoridades, en cualquiera de sus niveles, ni la actuación del sector salud si los ciudadanos, como actores, no espectadores, traicionamos el papel que nos toca y obramos sin la responsabilidad y la exigencia requeridas. La sentencia de la Historia será condenatoria. No así, si prevalecen la altura de miras, la conmiseración, la mirada fraterna, la generosidad útil e inteligente. Porque más que de recibir, se trata de dar; más que de dar, hacer; más que de hacer, “co-sentir”.
La Historia tarda en juzgar, pero cuando lo hace es implacable.
El empresariado. El rol del mundo económico, en la complejidad de agentes que lo constituyen, también es de primera línea. Es un actor de enorme trascendencia. Al fin y al cabo, con actitud creativa, honesta y vigorosa, con voluntad recia y dinámica, con ética exigente y grandeza, lo que haga buscará que haya empleo, producción, comercio, soluciones a la carta, recursos fiscales, etc.
La dirigencia política. Este actor, en democracias abiertas (e ingenuas) como la nuestra, no puede obrar con mezquindad oportunista y cochina, atento a ver de qué forma manipula las fallas leves o grandes del gobierno para incendiar las mentes, minar la confianza, generar odios, propiciar desmanes, pedir revocatorias con claro afán electoral.
La academia. ¿Cómo dejar por fuera a este formidable actor? Tiene para representar un singular papel en nombre de los ciudadanos del presente y del futuro. En relación con el tiempo actual, suministrando elementos de juicio hacia mejores maneras de vivir y convivir, de progresar y conservar, de diagnosticar y aplicar. Y sobre el tiempo por venir, haciendo una prospectiva inteligente y madura, plástica y múltiple, divergente y realista para dar pistas a la ciencia, al gobierno, a la ciudadanía, etc., en procura de un mundo más querendón.
Los medios. Junto con las llamadas redes sociales y demás instancias del universo online, el papel de los medios de comunicación es fundamental como actores de primer orden: informar, orientar y animar con verdad y prudencia. Así como es factible que elijan ser peculiares aliados del virus, también lo es que actúen con la responsabilidad propia del poder que acumulan ante la ciudadanía.
Las iglesias. Por último, incluyo a las iglesias de este país, cualesquiera sean, llamadas, per se, a suscitar y reforzar entre sus fieles creencias y actitudes aliadas de la esperanza, la misericordia, la buena fe, la fortaleza, en lugar de hablar de castigos divinos y penas eternas.
¿Hay un décimo actor? Claro: China, madre solícita del virus covid-19…
INFLEXIÓN. La Historia tarda en juzgar, pero cuando lo hace es implacable con la perfidia, los errores o las omisiones de gobiernos y pueblos.
Por: Ignacio Arizmendi Posada
31/10/20