Dos hijas del camino

Describe José Guarnizo en una estupenda crónica del portal Vorágine esta semana, la odisea de una joven pareja de emigrantes ilegales de paso por Colombia hacia el norte. Y digo hacia el norte porque, aunque el destino de todos los emigrantes que se agolpan hace tiempo en el Golfo de Urabá es Estados Unidos, muchos no llegan nunca a la tierra prometida; y a algunos incluso solo les espera la muerte.

Johnwid Honorat y su mujer Kattiana, de 28 y 26 años de edad respectivamente, con una niña de 4 años --y Kattiana en embarazo de 9 meses--, vagaban por los las calles de Necoclí mendigando ayuda, después de una travesía de meses desde Haití por el sur del continente. Fueron engañados por los coyotes, los encargados de guiar (por dinero, claro) el viaje desesperado de estas gentes. En Bolivia les habían robado los pocos ahorros que traían. Y Kattiana, que estuvo a punto de dar a luz en las calles de Necoclí, encontró un alma caritativa que la trasladó hasta el hospital de Chigorodó. 

Allí nació Sterla Lisa, una niña de casi 5 kilos, sana y… apátrida. Es fácil adivinar la misión imposible que supone obtener en el consulado de Haití los papeles para esta niña. Un país en el caos y en manos de pandillas no está para trámites burocráticos de los miles de compatriotas, que huyen hace diez años buscando un destino, al menos no tan desesperanzador como el que les ofrece esa nación caribe.

“Si Sterla Lisa recibiera la nacionalidad colombiana podría facilitar que sus padres y su hermanita llegaran a Panamá y a Centroamérica de un modo más humano, no a través de la selva”, dice Guarnizo en su crónica. Pero tal cosa es imposible en Colombia, dice la Registraduría Nacional.

Colombia nunca ha sido país de acogida para extranjeros en dificultades, ni país de refugio ni nada que se le parezca, contrario a lo que ha ocurrido en casi todo el resto de América. Este país es el Tíbet del continente. El caso actual de los venezolanos es una excepción que confirma la regla. Pero sería deseable por razones humanitarias, que se considerara ayudar a personas como los esposos Honorat de esta historia. Ayudar para que sigan su camino con sus dos niñas.

El drama de los inmigrantes ilegales es hoy uno de los más extendidos en todo el mundo y casos como el de Sterla Lisa no son excepcionales. Por eso llama tanto la atención el auto proferido por un juez español precisamente hace unos días, con el caso similar de una niña; hija de inmigrantes senegaleses, ni siquiera nacida en España.

Para autorizar el registro de aquella hija del camino, su señoría escribió, entre otras cosas, en la sentencia: “Si no se inscribe, no ha existido, ni existe, ni existirá. No es nada en la realidad jurídica, menos incluso que cualquier otra realidad perceptible por los sentidos, como los bienes o los entes con personalidad jurídica, que no dejan de ser simples ficciones o ideaciones creadas por el ser humano.”

Y añadió: “Quien no es nadie para los demás nunca podrá ser reconocido como un igual (…). Nos encontramos ante una niña que está en un callejón sin salida: si no llega a ser inscrita en España, no le será reconocida su personalidad jurídica, ni siquiera podrá retornar a ningún país”.

Un ejemplo de sentencia humanitaria. De los jueces a veces puede esperarse cosas tan raras como esta. Que cuento aquí por si a alguien se le ocurre apiadarse en Colombia de la familia Honorat.

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